Injusticias de una narrativa | El Nuevo Siglo
Lunes, 16 de Julio de 2018

Jorge Visbal, por su condición de ganadero y presidente de Fedegán, fue perseguido ferozmente por las Farc. En varias ocasiones atentaron contra su vida, familia y propiedades, y en la última de ellas, en 2003, lanzaron un rocket contra la sede gremial para asesinarlo, pero, afortunadamente, fallaron en su intento. Su antecesor, José Raimundo Sojo, no había corrido con la misma suerte; anciano y retirado, las Farc lo buscaron para asesinarlo en 1995.

Pero esta es apenas la historia visible de dirigentes conocidos. Durante la gestión de Visbal era tal el impacto de la inseguridad sobre la ganadería, que él se dio a la tarea de hacerle seguimiento y cuantificarlo, con cifras que hoy lucen escalofriantes. Solo a manera de ejemplo, durante 2001 y 2002 fueron secuestrados 585 y 568 ganaderos respectivamente, ¡1.153 en apenas dos años!, y en el mismo lapso 50 fueron asesinados.

Infortunadamente, esta tragedia ganadera y, en general, de los pobladores rurales,  tiene la tendencia a volver al olvido, a pesar de nuestros esfuerzos posteriores a través de la Fundación Colombia Ganadera, que logró visibilizar a más de 8.000 víctimas de secuestro, asesinato y desplazamiento. Ni qué decir de la extorsión, que afectó a la gran mayoría de los 500.000 ganaderos, por parte de guerrilleros y paramilitares por igual. 

Y como si fuera poco haber sufrido esta tragedia de violencia, en medio del fuego cruzado de unos y otros; como si no fuera suficiente con haber bregado por generar empleo y riqueza en medio de la soledad del campo y el abandono total del Estado, con la zozobra como única compañera, muchos ganaderos, como Visbal, han sido revictimizados por la justicia.

Hay personas que, ante la justicia son “preabsueltas” por su imagen de “buenas” -no doy ejemplos-; y hay otras marcadas por la sociedad con injustas narrativas que las estigmatizan y las convierten en “precondenadas”. Jorge Visbal es una de ellas, y también los ganaderos como colectivo.

Denunciar la violencia y exigir garantías a la vida y la libertad de los ganaderos fue la lucha de Visbal; y esa  lucha por acabar la violencia y alcanzar la paz,  hoy lo tiene frente al amargo predicamento de sentencia condenatoria por parte de un juez especializado, a pesar de haberla librado con respeto a la Ley y las instituciones, desde la Comisión Nacional del Paz, la Presidencia del Consejo Gremial Nacional y su membresía permanente, el Congreso de la República y la Presidencia de Fedegán, pero siempre, también, dentro del contexto estigmatizante que, años después, matriculó a los ganaderos como “enemigos de la paz”.

Esa lucha lo llevó a Maguncia en 1998, a tratar de convencer a un ELN que, veinte años después, todavía se niega a dejar de agredir a los colombianos. De allí solo se trajo su primer infarto. Ese mismo año, con la Comisión Nacional de Paz, participó en lo que se conoció como el Acuerdo del Nudo de Paramillo, que declaraba con esperanza el inicio del proceso de paz con las AUC, aunque no prosperó porque el gobierno se la jugó por el Caguán, donde Visbal no dudó en sumarse al Comité Temático y encarar a las Farc pidiéndoles verdadero compromiso con la paz. Esa lucha lo llevó, finalmente, a estar en el proceso que terminó con la desmovilización de las autodefensas durante el gobierno Uribe.

Por todo ello, solidarios, lo seguimos acompañando en su lucha, esta vez por su propia libertad y su dignidad.

Nota bene. Extraña que no lo haya juzgado la Corte Suprema, su juez natural por su condición de embajador.