Hay que respetar las instituciones | El Nuevo Siglo
Miércoles, 25 de Julio de 2018

Hace un par de días vimos como titular y en todos los periódicos las fotos del exalcalde de Bogotá, y recién posesionado senador de la República, que se bajó sus pantalones en la instalación del Congreso. Es curioso que Antanas Mockus haya justificado su acción como una protesta a los legisladores, por no dar señales de respeto hacia el presidente de la corporación saliente, Efraín Cepeda, mientras daba su discurso de despedida. También es increíble que no haya sido la primera sino la segunda vez que éste se manifiesta de esa manera; la última hace más de 20 años en la Universidad Nacional.

Tiene razón en que es irrespetuoso no escuchar a las personas mientras hablan, pero si la mejor forma de enseñar es el ejemplo y su protesta iba en contra del irrespeto, Antanas Mockus se ha equivocado gravemente en su forma de expresarse. O, ¿es que acaso bajarse los pantalones y mostrar el trasero, en público y en el recinto más importante de la democracia de nuestro país, es considerado ahora un acto respetuoso?

No digo que el alboroto que se presentaba durante el discurso de Efraín Cepeda fuese aceptable, ni que no fuese reprochable y muy triste que en el Congreso no reine el respeto por la palabra y se deba guardar silencio durante intervenciones ajenas. Pero la actitud del senador Mockus no se puede dejar pasar como un acto más de su temperamento; es una falta contra la dignidad y la imagen del Congreso, inadmisible y penosa para el país y los colombianos; una vergüenza.

“No se me ocurrió nada mejor” y “me volvería a bajar los pantalones, todos los días” han sido los comentarios del senador al respecto. Incluso hay quienes califican este acto como uno pedagógico, y yo me pregunto qué sería de la sociedad si en las instituciones básicas de la pedagogía se siguiese ese criterio, ¿qué le estaríamos enseñando a nuestros hijos? O qué pensarían aquellos que justifican dicha actitud si cada vez que alguien estuviera en desacuerdo hiciera lo mismo frente a ellos; viviríamos todos con el trasero al aire y la educación y decencia se irían por el abismo. Me parece una actitud realmente maquiavélica justificar como simbólica y dogmática esa manera de manifestarse, ante cualquier circunstancia.

Existe una ley, la 1828 de 2017, por medio de la cual se expide el Código de Ética y disciplinario del Congresista que regula la responsabilidad ética y disciplinaria de los miembros del Congreso por conductas de conformidad con el artículo 185 de la Constitución Política. En ella, se señalan como deberes “el atender con respeto la organización dispuesta por las Mesas Directivas de cada Cámara para el buen desarrollo de la actividad y trámite legislativo en las Comisiones y Plenarias; realizar sus actuaciones e intervenciones de manera respetuosa, clara, objetiva y veraz, sin perjuicio del derecho a controvertir; guardar para con los Congresistas, servidores públicos y todas las personas el respeto que se merecen, actuando frente a ellos con la cortesía y seriedad que su dignidad le exige”, entre otras. También señala como conductas sancionables “ejecutar actos que afecten la moralidad pública del Congreso; la dignidad y buen nombre de los Congresistas, en la función congresional”. Para mí está claro. Sin embargo, ahora será la comisión de ética la encargada de definir si se debe sancionar o no al profesor Antanas Mockus.