Redes, buenos instrumentos mal usados | El Nuevo Siglo
Miércoles, 19 de Julio de 2017

En este escrito no haré referencia a casos concretos o recientes, porque de una parte no es mi deseo tomar partido para condenar o absolver a nadie -tengo esa libertad, y además no ejerzo la jurisdicción- y por otra parte llevo varios años afirmando públicamente varias cosas:

-Que las redes sociales son valiosos instrumentos de comunicación entre los seres humanos, sin limitación de fronteras, y que -como ocurre con todas las creaciones del intelecto y la ciencia, las invenciones y la tecnología- deben ser aprovechadas para beneficio, no en daño, de las personas y de los pueblos, sino en su beneficio.

 - Por supuesto, las redes sociales pueden producir, a favor de la sociedad, efectos formidables, por ejemplo mediante la denuncia fundamentada y seria acerca de delitos o abusos; o en la identificación de delincuentes captados en video y en  flagrancia; en la convocatoria de la sociedad para causas nobles o altruistas, académicas, científicas, deportivas, culturales y hasta políticas; o en la búsqueda de personas o animales; o en el reencuentro entre familiares hace tiempo separados; o en la solicitud de una ayuda, un cierto apoyo, una información, un medicamento o la donación de un cierto tipo de sangre. Es decir, mediante las redes podemos salvar vidas, lograr cohesión entre las personas y las colectividades, y hacer mucho bien.

-Las redes no son armas. No son instrumentos de guerra o de confrontación. Porque, mientras los fusiles, las pistolas y las granadas fueron inventadas con el propósito claro y definido de causar daño y de matar, las redes se establecieron para servir a las comunidades. Son canales puestos al servicio de la opinión, la libertad de expresión, el debate y  la controversia civilizada, en un mundo en el que, se supone, han sido superadas las etapas del salvajismo y la intolerancia.

-Como en la vida diaria, en las redes nadie excluye -y mal podrían ser excluidas- la discrepancia, la diferencia de criterios, la posibilidad de pronunciarse a favor o en contra de una idea, de una política, de una práctica, de un concepto que se juzga erróneo, o que no se comparte. Pero ninguno es dueño absoluto de la verdad, ni se puede asegurar que esté completamente equivocado, en especial en el campo de las ciencias no exactas, o en  materia política, económica,  social, jurídica, religiosa o filosófica. Hay ideologías diferentes, ninguna de las cuales goza de la plena sapiencia, ni de la infalibilidad, y ello exige precisamente el reconocimiento,  por parte de todos, acerca de la necesidad de una convivencia entre las distintas opciones, creencias y convicciones, sin que nadie pretenda, arbitrariamente, erigirse en juez de los demás o en el cerebro superior, siempre acertado y,  por tanto,  inmune a la contradicción y a la sana crítica.

-Las redes sociales son medios de comunicación, y por sus canales han de tener cabida, sin censura, los derechos humanos a la información, a la opinión  y a  la comunicación, y su ejercicio. Pero, como resulta del artículo 20 de nuestra Constitución, quien hace uso de ellas tiene responsabilidad social, penal  y patrimonial,  y no puede -so pretexto de la libertad-  vulnerar los derechos a la honra, al buen nombre, a la intimidad de las personas, ni ofender, insultar o difamar a los demás. Allí tampoco es admisible la impunidad.

-Las redes son buenos instrumentos, a veces mal usados.