Hipócrates, no hipócritas | El Nuevo Siglo
Viernes, 7 de Julio de 2017

Hasta dónde nos llevará esta polarización, a la que nos han conducido el afán de poder, la ira, el odio, la envidia y ese afán de enriquecimiento, que suele apoderarse de personajes que en mala hora han llegado a la “alta” política, y a los elevados destinos, de un país que quiere sellar una paz estable y duradera.

Quienes conocemos el respeto, el idóneo ejercicio, la ética y el inquebrantable manejo, con los que nuestros médicos asumen su profesión, no podemos pensar siquiera, que puedan haberse apartado del Juramento de Hipócrates, el llamado padre de la medicina.

He aprendido, durante los largos años de mi paso por este mundo, a conocerlos, a valorarlos, a encomendarles mi vida. Ni mis parientes, ni mis grandes amigos, ni quienes me han soportado como paciente, han olvidado los fundamentos nobles y morales que les legó Hipócrates.

El padre de la medicina lo dejó esculpido en sus principios: “no permitiré que, entre mi deber y mi enfermo, vengan a interponerse consideraciones de religión, nacionalidad, raza, partido o clase. Aún bajo amenazas no admitiré utilizar mis conocimientos médicos contra las leyes de la humanidad”.

Por esto y por los demás propósitos que contempla el Juramento, como: “no daré veneno a nadie, aunque me lo pida”, queda a salvo y libre de cualquier sospecha el galeno que atiende a Timochenko en una clínica de Villavicencio. A este gran médico, Agustín Gutiérrez Garavito, lo conocí hace varios años y puedo dar fe de su idoneidad y ética.

Su pensamiento político conservador no lo excluye de esa rectitud con que la que ejercen tan humanitaria profesión la generalidad de sus colegas. Desconozco su militancia política. Ha sido conservador, no sé si ahora uribista. Está en su derecho, como cualquier compatriota, a militar políticamente en el campo que quiera. La democracia afianzada ahora con la paz nos lo garantiza.

Es claro que, en el uribismo, como en muchos otros, existen fanáticos que son capaces de cualquier cosa. Los vemos a diario, porque la rabia, la venganza y el odio turban la mente de quienes detestan la paz. Los acobarda enfrentar la verdad y la devolución de privilegios, fortunas, armas y tierras mal habidas. Al fin y al cabo, aman tanto esa tierra que desde niños la comían.

Necesitamos recorrer los caminos de la concordia. Dejar el odio y la envidia que nos llevan a acusar al médico Gutiérrez de olvidar la ética en el caso de Timochenko, por ser uribista. Otros anhelan la muerte del dirigente guerrillero.

Grave sería que como burros muertos nos crucemos en el camino para impedir que la paz siga su marcha. Lamentable que haya quienes, enloquecidos por el olor a pólvora, empiecen a eliminar a líderes sociales y exguerrilleros.

BLANCO: Asistí en Frisco Texas al partido FC-Dallas DCUnited. Un solo jugador hizo el partido. El colombiano Michael Barrios. Qué fenómeno. Es del Junior. Debería repatriarlo. Lo necesita.

NEGRO: La brutalidad de Maduro no tiene límites. ¿Hasta cuándo este dictadorzuelo practicará el “pinochetismo”?

gabrielortiz10@hotmail.com