Estatus | El Nuevo Siglo
Jueves, 27 de Julio de 2017

NI la política sucia y privilegiada de sistemas imperantes y torcidos, habían ganado semejante estatus social como la corrupción de hoy.

Ser corrupto en un país donde se burlan las reglas da privilegios, arrogancia y dominancia.

En Colombia ser corrupto da estatus del más matón, tramposo, ventajoso y avivato y temerario del pueblo o la ciudad.

De cara a elecciones a corporaciones públicas de marzo y las presidenciales de mayo, ciudadanos de bien deberían formar un frente común que le cierre el paso a tanto sinvergüenza silvestre.

En principales capitales de Europa, Estados Unidos, Canadá, Asia y América Latina, se habla estos días cosas feas, pero ciertas de Colombia.

Dicen monitores internacionales que nuestro país está al acecho de la red de corrupción más grande del mundo.

Comentan centros de opinión extranjeros que aquí se roban hasta las buenas ideas, hurtan el Estado y estafan la comunidad.

Señalan radares de opinión ciudadana que somos un país dominado por fiebre del dinero fácil.

Que en medio de un gran emprendedor se cruza un corrupto.

Indican fuentes de crédito en principales capitales del mundo que a Colombia no le va mejor porque mafias y carteles de la corrupción no la dejan.

Que la sociedad, los de arriba y los de bajo, sectores público y privado, contratistas, funcionarios, jueces, abogados, fiscales, litigantes e inversionistas, están contaminados de corrupción a gran escala.

Indican miradores internacionales encargados de hacer seguimiento a las prácticas de buen Gobierno, que Colombia tiene ligado su atraso, pobreza, precaria educación y peor infraestructura, al crimen de la corrupción.

De la misma forma que es preciso desactivar odios políticos y humanizar el lenguaje de contradictores políticos que se acusan e intimidan, debería existir una especie de fobia social contra corruptos.

Los 40 a 60 billones de pesos que le cuesta al país alcantarilla de la corrupción, impiden que inversión social se refleje en un enfoque ciudadano de equidad y justicia.

Organizaciones criminales dedicadas al narcotráfico, contrabando, secuestro, extorsión, coimas, saqueo de recursos destinados a la salud, son responsables en alto grado del nivel de desigualdad, marginación y exclusión de varias regiones del país.

La Guajira, Chocó, los tradicionales territorios nacionales, San Andrés Islas, Cauca y Nariño, lucen un rostro social humanitario dramático, al tiempo que abundan noticias diarias sobre escándalos de corrupción.

En la Casa Blanca y el Congreso americano, no ven con buenos ojos que la mayoría de corruptos condenados estén cómodos en sus residencias como lugar de reclusión. Washington no tolera tanta benevolencia de la justicia.

Es tan rampante abuso de los corruptos contra nuestro orden moral y económico, que universidades públicas y privadas, incluso, los colegios, deberían incorporar en su pensum académico la materia anticorrupción.

 

Tal el descontento popular con el transcurrir de la nación, que pobres o ricos, profesionales o analfabetas, trabajadores o desempleados, ven como un estado natural, parte de nuestro folklor, ser tramposo o ventajoso.

Un nuevo estatus es tendencia en las redes: corrupto.