Encuentros y desencuentros EU--China | El Nuevo Siglo
Foto Agence France Press
Domingo, 30 de Julio de 2017
Giovanni Reyes

Han pasado ya casi cuatro meses desde la reunión que a principios de abril realizaron el mandatario Trump con el Presidente Xi Jinping de China; ahora que ya se han decantado varios aspectos en grado apreciable –por ejemplo el aflojamiento de tensión aparente en el Mar Meridional de China- es notorio que persisten otras controversias.  Entre estas últimas tenemos los intercambios comerciales, la política cambiaria china y derivado de ello, el recurrente nivel de competitividad que la potencia oriental sostiene con Washington en términos del comercio internacional. 

Aunque esta situación irrite a Trump -irritable por lo demás por casi cualquier cosa o evento- Estados Unidos está manteniendo, de conformidad con los números que dan cuenta de intercambios comerciales, rezagos frente a la potencia oriental.  Esto genera escozor entre los sectores más nacionalistas y conservadores de Washington, pero la competitividad no sólo se logra mediante manejos de la política cambiaria, y altisonantes discursos demagógicos, por más “enérgicos” que estos se pronuncien, sino esencialmente, por medio de innovaciones tecnológicas y productivas.  La evidencia está allí, el déficit comercial de Estados Unidos frente a China es de 386,000 millones de dólares anuales.

Como parte de la dinámica referente a la controversia comercial, existe la amenaza de que Trump quisiera afianzar su política proteccionista.  Sin embargo esto tiene costos económicos que se pueden traducir con relativa facilidad en costos políticos para los republicanos que aún no terminan de digerir la intrusión de Trump no sólo en las filas de su agrupación política, sino en la propia Oficina Oval. 

Ese proteccionismo comercial formulado desde Washington se traduciría en que Estados Unidos renunciara a liderar el actual proceso de globalización, en el cual la liberación del comercio mundial -aunque no completa- ha promovido intercambios significativamente mayores y con más beneficio para los países más desarrollados.  En esto ha jugado un papel muy importante el “intra trade industry” manejando productos con alto valor agregado.  Para una mayor discusión en este sentido, es de remitirse a los aportes de  Paul Krugman (1953 -) Nobel de Economía de 2008.

El proteccionismo, más que una promesa puede transformarse en una amenaza cuando se reconoce que muchos de los productos y de los repuestos -de la empresa ligera y pesada automotriz- provienen de China.  Es evidente que ante la medida de protección de un país, los demás pueden establecer represalias y tender a cerrar también sus economías y sus mercados. 

 

Dinámicas

Un juego que puede resultar en “perder – perder” generando una dinámica similar a la que profundizó la crisis de los años treinta, en especial antes de la Segunda Guerra Mundial (1939 – 1945).  Es de ver en este sentido, los efectos del proteccionismo como resultado de la aplicación de la ley Hawley-Smoot, aprobada el 17 de  junio de 1930. Con ella se elevó unilateralmente el conjunto de aranceles de las importaciones de Estados Unidos. Hubo represalias comerciales y la dinámica de intercambio tendió a disminuir, a estancarse cuando menos y a promover ineficiencias productivas.

 

Hasta ahora no hay evidencia ni directa ni circunstancial de que bajo la consigna del “América Primero” Trump haya podido regresar los capitales estadounidenses que operan en México.  Una perspectiva más obscura es posible advertir en el caso de regresar los capitales de China.  Allí la mano de obra es más barata.  En general los países más desarrollados –en este caso particular se trata de Estados Unidos- no compiten donde pierden.  De allí que  no desean enfrentar los sectores productivos en donde la competitividad se forja con la productividad de mano de obra de países en desarrollo.

A esta serie de indicadores que van ilustrando los puntos de controversia entre Pekín y Washington, es de agregar que es China el mayor acreedor de la deuda externa de Estados Unidos.  En efecto, la deuda total externa de la potencia del norte es mayor en cerca de un 7 por ciento del producto interno bruto del país, llegando a casi 19.7 trillones –millones de millones de dólares.  De ese total, se estima que 14 trillones se habrían asegurado a partir de la participación china.

Es interesante observar cómo China que es el segundo socio comercial de Estados Unidos,  presta el dinero a los norteamericanos con la finalidad que le compren los productos a la potencia oriental.  El dinero vuelve a China.  Pero ha generado ya empleo y ha contribuido al crecimiento de la producción total anual china, aunque también ha contribuido a la contaminación del ambiente. 

No obstante, luego de ese regreso del dinero, Estados Unidos le debe a Pekín no sólo los montos directos de la deuda, sino lo más importante: tiene que cancelar el servicio de la deuda, de manera permanente.  Hasta aquí los factores esencialmente económicos, pero también está lo político.  Desde hace ya cierto tiempo, Washington no le levanta la voz a Pekín ni en Nueva York, ni en Ginebra, ni en otros foros específicos internacionales.  Es evidente: “quien pone los mariachis dice las canciones”.

En el extremo de la intransigencia es posible que algunos líderes más emotivos y populistas que responsables, en Washington, desearían un enfrentamiento bélico con China.  Podría decirse que es una medida de presión para que China abriera sus mercados al capital estadounidense.  No obstante, la evidencia demuestra que la competitividad china es lo que está dejando rezagado a Estados Unidos en general, y que por otra parte, la potencia oriental está tomando el lugar que Estados Unidos va dejando en el liderazgo de la actual globalización.

 

La ventaja oriental

Por otra parte, y esto es crucial en el análisis, China no da muestras de tender a la privatización de sus industrias estratégicas, tal el caso de la producción de aluminio o acero.  En estos productos, los chinos son los primeros en el ámbito mundial.  Por tanto, no dependen tanto de la rotación de los inventarios, sino de la solvencia, utilizan ampliamente procesos de economías de escala y pueden ser quienes establecen los precios -“price makers”- en los mercados internacionales.

Tomando en consideración la apertura comercial, financiera y en general macroeconómica que ha tenido lugar desde mediados de los años ochenta en muchos países de economías emergentes, China no va a abrir “con moto sierra” los mercados bursátiles de Pekín y Shanghái.   

Desde octubre de 2014, ya casi tres años, la economía china superó en tamaño total, absoluto, a la economía de Estados Unidos.  Las controversias actuales y los asuntos a resolver pasar en el mundo, irremediablemente, por tomar en cuenta las decisiones desde Pekín. 

Lo que se desea hacer en China es aumentar la industrialización de materias primas que se importan.  La potencia asiática se encamina al desarrollo de empresas de alta tecnología, incluyendo chips y semiconductores, con ello la competitividad iría en aumento, lo que contrasta con el clima de incertidumbres que con entusiasmo infatigable teje Trump para las condiciones de su país.

 (*) Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor de la Escuela de Administración de la Universidad del Rosario.

 

 

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