EDITORIAL: El crítico atardecer del Gobierno | El Nuevo Siglo
Foto archivo El Nuevo Siglo
Miércoles, 19 de Julio de 2017

* Más allá del remezón ministerial

* El precio de los cambios de estrategia

 

Las dificultades de gobernabilidad, como las que se presentan en el país, no son exclusivamente tema de los ministros. Se deben, desde luego, al gobierno en general y asimismo a los drásticos cambios en los últimos años por diferentes circunstancias. De esta manera no son comparables, en modo alguno, los dos mandatos del presidente Juan Manuel Santos. En todo caso, el promedio del semestre actual, al menos dentro de las encuestas empresariales, da una calificación de 2.55 sobre 5, incluidos el Primer Mandatario, el Vicepresidente y sus dieciséis colaboradores principales. Igualmente ya se sabe que, a hoy, las encuestas generales presentan los más altos índices de impopularidad de que se tenga noticia desde que se inauguraron estas mediciones.   

El primer mandato de Santos, ciertamente, se desenvolvió en otro ambiente político y económico. En esa época se propuso la prosperidad como eje central de la campaña presidencial y luego del Plan de Desarrollo, con fundamento en las “locomotoras” sectoriales en ascenso y las exportaciones minero-energéticas. El país gozaba de indudable prestigio exterior. En todos los recintos se hablaba del “milagro económico colombiano”. Por consiguiente, la nación era una de las estrellas emergentes de la América Latina. Había entonces un gigantesco caudal de optimismo, hasta el punto de que el nuevo mandatario obtuvo una votación de nueve millones de sufragios, jamás registrada en la historia nacional, dejando muy atrás a su contrincante. Eso le permitió a Santos, el día de la posesión, prometer un “Nuevo Amanecer”. De un lado, pues, prevalecía la prosperidad como norte y del otro lado la seguridad, de la que el mismo Santos había sido uno de los artífices en el gobierno precedente.  

Al final de ese período, sin embargo, las “locomotoras”, en principio vigorosas, habían entrado en declive. La primera alarma sobre la popularidad vino dada por el fallo desfavorable sobre las aguas territoriales del Caribe occidental, en el cual Colombia perdió 75.000 kilómetros de su territorio marítimo. Luego, a raíz del paro agrario y, más que por este, por la frase presidencial que pretendió desestimarlo, el panorama de la reelección se enturbió gravemente. Muchos analistas dieron entonces por descontado que el Presidente no aspiraría de nuevo. No obstante, el Primer Mandatario decidió presentarse, perdiendo la primera vuelta. Las promesas de prosperidad general, que hacían parte del sustento básico del gobierno inicial, fueron perdiendo piso. El “Nuevo Amanecer”, pues, ya no tuvo asiento en ello y el discurso central se cambió por el de la paz de La Habana, un proceso que se inició en medio de las bajas de la máxima comandancia de las Farc y que, desde que se hizo público a mediados del primer período de Santos, fijó las bases del esquema gobierno-oposición. Nacida esta última, por lo demás, de sus propios mentores de antaño y que mostró una fuerza inusitada, tanto en la primera vuelta, que ganó, como a través de un nuevo partido a partir del cual los opositores accedieron al Congreso en una bancada considerable y disciplinada.

Santos logró ganar la reelección, en la segunda vuelta, solo con una ventaja del tres por ciento. Pero a partir de entonces la coalición del primer mandato, cuyo basamento ideológico partía de la centro-derecha bajo la sombrilla de la “tercera vía” que pregonaba el Presidente, se deslizó paulatinamente hacia la centro-izquierda. Y con ello vinieron varios cambios. Las “locomotoras” se borraron del mapa y la caída en los precios del petróleo llevó, no solo a la devaluación monetaria y la pérdida de la inversión y el consumo, sino a una actitud desembozadamente fiscalista hasta el descalabro económico actual. De otra parte, se cambió integralmente la estrategia que en el primer mandato había llevado a la reducción ostensible de los cultivos ilícitos y la producción de cocaína. En el mismo sentido, el proceso de paz dio un giro intempestivo frente a lo inicialmente contemplado y el gobierno perdió el plebiscito que luego pasó a desconocer. En tanto, en estos últimos tres años, los escándalos de corrupción, entre ellos Odebrecht, Marketmedios y Reficar, llevaron al traste la credibilidad gubernamental.

Ese resultado, pues, no se da por haber perdido capital político gratuitamente, por lo demás generalmente prestado. Una cosa fue el primer período y otra, ciertamente, el actual, del que ya van corridos tres años. Una cosa, por igual, es gobernar en las “vacas gordas” y otra en las “vacas flacas”, donde se curten los estadistas. El tema, este 20 de julio, no está pues en un gastado remezón ministerial, sino en las alertas para que el gobierno siguiente no sea apabullado por la crisis de ahora, que evidencia un atardecer crítico.