EDITORIAL: La política en la red | El Nuevo Siglo
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Sábado, 22 de Julio de 2017

*Debate público en ascenso

*Hacia una campaña inédita

 

En esto del tono y desenvolvimiento de la nueva política se sabe, más o menos, dónde se origina el fenómeno pero no dónde va a terminar. En todo caso a partir de los recursos tecnológicos de última generación se ha producido, de un lustro para acá, una nueva dimensión de la polis, para el caso Colombia, haciendo la política más asequible y a la mano de la opinión pública. Por lo demás, con una inmediatez inusitada, incluso en vivo y en directo. Y ello tiene inquieto, o mejor en estado de nervios, a quienes quieren mantener el statu quo y las riendas del monopolio político y periodístico.

Esto hace parte, por supuesto, de cierto pensamiento anacrónico que no ha sabido interpretar las vicisitudes y oportunidades del mundo contemporáneo. Desde luego, como ello todavía es un fenómeno naciente se presupone un ajuste hacia el futuro hasta decantarse. Hoy en día es cierto, de una parte, que las redes sociales tienen un aspecto lamentable en los insultos, el desprecio, los resentimientos e inclusive la desadaptación de algunos. El problema en ese caso está, básicamente, en el anonimato que exime de cualquier responsabilidad al comentarista. Pero de otro lado las redes sociales también han permitido la democratización, por decirlo de este modo, del debate público y muchos intervienen dejando en claro su pensamiento, con aportes de interés. Ello ha servido de acicate para que la política llegue a todas partes y se pueda participar sin intermediarios.

En el país todavía no se ha experimentado claramente las consecuencias de esto. Por ejemplo, en la campaña presidencial anterior el acceso a las redes era relativamente incipiente en comparación a lo que hoy ocurre. Si bien entonces era claro que la dinámica política estaba en transición no se sabía, sin embargo y con certeza, la envergadura de su desarrollo. Pero tal y como están las cosas en estos momentos, al inicio de la campaña, el asunto promete ser la base de las comunicaciones y en tal sentido los que se queden retrasados en la materia tendrán mucho que perder.

Una gran ventaja política tienen, pues, los que primero se dieron cuenta de la gigantesca oportunidad que les brindaba dirigirse directamente al conglomerado social, persona por persona. Hoy, verbi gracia, cuando las encuestas señalan que una parte considerable de la ciudadanía votará “por quien diga Uribe”, sin especificar nombre, el poder del twitter cobra una importancia insólita. En la actualidad, como se sabe, basta con producir un audio o un video, en par minutos, sin necesidad de recurrir a la radio o la televisión tradicionales, y el impacto está igualmente garantizado. De manera que la próxima campaña presidencial se avizora por completo diferente de todo cuanto se ha conocido en el país hasta este instante.

Uno aspiraría, desde luego, a que ello se tradujera en una mayor cantidad de consciencia política. Es decir que, dentro de ese cúmulo de información, el ciudadano pueda discernir lo que es positivo de lo negativo y ello le permita adquirir, día a día, un grado superior de sabiduría y sindéresis. De eso, finalmente, se trata. Y si bien ello no es fácil avizorarlo cuando a la orden del día están las rebatiñas no sobra pecar de optimistas si se piensa que en adelante los programas de los candidatos, sus propuestas, sus ideas, son fácilmente apreciables con entrar en la red.

La campaña presidencial pasada terminó, como se recuerda, en medio de gravísimas acusaciones mutuas entre los candidatos clasificados a segunda vuelta. En semejante situación, cuando dardos de altos calado iban de lado a lado, las ideas perdieron interés frente al ingrediente emocional. Desde luego la política tiene ambos componentes pero no está bien que se desdibujen las propuestas ante la avalancha de dicterios. Finalmente y de este modo, la política termina banalizándose, como ocurrió en la pasada campaña con el famoso video de las naranjas o el anecdótico de “juampa”.

Las redes sociales, en todo caso, llegaron para quedarse y si bien pueden ser un conducto de propagandismo político negativo, lo son también para canalizar los elementos positivos del debate político y la confrontación abierta de las ideas y de las propuestas.

Fuere lo que sea, lo más preciado de una democracia es la conciencia política de sus ciudadanos. En la medida en que la política logre llegar a los más apartados rincones, en la movilización ideológica y el contraste programático, se habrá dado un paso gigantesco en torno de la premisa anterior. El problema no es la herramienta sino cómo se utilice.

 

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