Antiética | El Nuevo Siglo
Viernes, 21 de Julio de 2017

Mientras libro una batalla contra el insomnio, recuerdo al personaje de La Lotería de Babilonia, de Jorge Luis Borges, y repito: “soy de un país vertiginoso donde la lotería es parte principal de la realidad; (…) he pensado tan poco en ella como en la conducta de los dioses indescifrables o de mi corazón”.

Lotería cuya virtud ética es nula porque “no se dirige a todas las facultades del hombre: únicamente a su esperanza”. Pero no como virtud teologal, ni como la fe de Mercedes Sosa en Canción de las simples cosas: “uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida”, sino como ansia de satisfacer las apetencias particulares abreviando el tránsito, a punta de vivezas.

La poética del premio al final del camino dejó de ser inspiradora, exacerbada como está esa cultura de la viveza asumida como vía expedita para el lucro, el éxito y la felicidad. “El fin justifica los medios” que arguyen los pensadores de Facebook para resumir el ideario político de El Príncipe, de Maquiavelo, cobra vigencia en este contexto.

El vivo que se salta la fila en el cine; que se pasa el semáforo en rojo; que compra libros pirateados en la séptima; que birla la meritocracia traficando influencias; que gana los exámenes escolares sin esfuerzo, mirando las notas del mejor del curso; que no da factura para evadir el IVA y que niega lo que tiene para reducir impuestos. Vivezas que pueden dar lugar al camino fácil, o atajo, como lo llamaba el profesor Mockus.

Porque el atajo es el punto máximo de la antiética, de ese deseo mafioso de lograr en poco tiempo lo que antes se conseguía en una vida toda, de ese prurito de dirimir el conflicto saltándose las leyes, obviando los principios morales.

Hasta dónde nos pueden llevar los atajos nos lo han mostrado a lo largo de la historia y con creces El Guavio, el 8.000, Foncolpuertos, Albornoz en la DNE, Saludcoop el carrusel de los Nule, Fidupetrol, Odebrecht, Interbolsa, en una seguidilla de corruptelas que le significan al país una pérdida de casi 50 billones de pesos anuales.

La ética pública es un conjunto de valores que comparte una sociedad moralmente pluralista; y no se puede confundir con la religión ni con el derecho pero tampoco podemos creer que es posible un bodrio como el que una vez Serpa, cuestionado por los avales de su Partido, denominó “una ética colombiana”, ya que la ética, como la Ley Mosaica, es universal.

En su Ética, Spinoza escribió: “sólo con generosidad y amor se puede conquistar el alma del prójimo”. Virtudes que requerimos por toneladas para salir del lodazal. Y desde la semántica, dejar de homologar los verbos ser y estar. Entre otras cosas, porque uno esperaría que esta situación fuese transitoria.

Y opto en esta noche por el camino largo de la filosofía para hallar sosiego; mi generación está perdida; hagamos algo por nuestros hijos y por los nuevos ciudadanos: los reincorporados. Quizás ellos nos salven de nuestra podredumbre.