Lectura, escritura y cocina, receta que instruye a primera infancia | El Nuevo Siglo
Foto cortesía SED
Lunes, 25 de Julio de 2016
Redacción Bogotá

CRÓNICA. En el colegio San Cristóbal Sur, la lectura y la escritura se mezclan con los más deliciosos ingredientes para aprender en ‘Cocinando con Tere’, un proyecto donde la diversión y el conocimiento están a la orden del día.

En el salón de preescolar de la profesora María Teresa Flórez todo es alegría. Sus 26 pequeños estudiantes revolotean emocionados mientras se abotonan las batas blancas que los certifican como expertos cocineros.

¿Qué vamos a hacer hoy?”, pregunta la profe María Teresa a sus niños. ¡Torta de zanahoria! contestan emocionados sus pupilos.

¿Y qué es lo primero que necesitamos para comenzar?, dice la maestra. ¡La receta! responden los ‘mini chefs’ que alistan sus lápices y recetarios para escribir los ingredientes que uno a uno va mostrando su profesora.

Profe, ¿huevo es con la de vaca?,  pregunta Dúmar Garzón de 6 años. Sí, señor, contesta la profe, mientras revisa y corrige las recetas de los otros estudiantes que, como Dúmar, aprenden mientras se divierten.

Esta es precisamente la razón de ser de ‘Cocinando con Tere’, un proyecto que desde 2011 utiliza la culinaria para hacer de la enseñanza de la lectura y la escritura en  niñas y niños de primera infancia, un proceso lúdico, divertido e inolvidable.

Los ingredientes de una receta llena de amor

“Pienso que es necesario explorar nuevas herramientas metodológicas en el salón de clase. No sólo para hacer más entretenido el conocimiento, sino también para que sea más sencillo el proceso de aprendizaje de los más chiquitos que empiezan su vida escolar”, explica la profe Tere, creadora de esta iniciativa por la que ya han pasado más de 150 estudiantes de esta institución educativa de la localidad de San Cristóbal.

“Decidí buscar algo lúdico como la culinaria para despertar en los niños el interés por la lectura y la escritura, dos herramientas que inciden directamente en el desarrollo pedagógico del estudiante”, comenta la maestra que, en estos más de cinco años de trabajo, ha obtenido valiosos resultados que los padres de familia reconocen.

“Al principio, los niños le dictan a la profe, luego ellos empiezan a escribir sus primeras palabras y al final ya pueden escribir la receta completa. Eso ha sido muy bonito de ver porque lo que siento es que para los niños es más agradable leer y escribir a través de este proyecto. En el caso de mi hija, es ella la que constantemente está buscando aprender más y eso me gusta porque lo disfruta, no es una obligación para ella”, asegura Jenny Dueñas, mamá de Nicole Quemba, de 6 años.

Lo mismo opina Johanna Correa, madre de Lorena Martínez, quien agrega otros beneficios de la iniciativa. “Lo que he podido ver es que los niños son más responsables, aprenden a trabajar en equipo, a seguir instrucciones, se respetan mucho entre ellos, y sobre todo les encanta venir a estudiar y eso para mí es un logro gigante porque eso no ocurre con todos los niños”, señala Johanna.

Luego de varios minutos de batir con fuerza y probar su consistencia, los pequeños cocineros han llenado los moldes con la mezcla de torta de zanahoria y se alistan para visitar a Doña Flor, la dueña de la panadería del barrio que amablemente les prestará el horno para concluir su deliciosa receta. 

“En este proyecto todos estamos comprometidos. No solo los papitos que nos ayudan con los ingredientes, sino también muchas personas del barrio que nos regalan algunas cosas para las recetas o nos prestan la nevera o el horno. Todos nos comprometemos por el bien de nuestros niños que siempre debe ser lo más importante”, comenta la profe Tere que encabeza la hilera de pequeños gorritos blancos que salen del colegio, atraviesan la cuadra y llegan con alegría a la panadería del barrio a dejar una más de sus exquisitas obras de arte.

“Es que ya hemos hecho muchas cosas como pollo en coca cola, sorbete de banano y copa tentación que es con gelatina, esa ha sido mi favorita”, dice Juanita Callejas, a la que todos sus compañeritos cuidan por ser la más pequeña del grupo porque si de algo saben los cocineros de la profe Tere es de compañerismo y mucho amor, tal como ella les ha enseñado.

Tere, la maestra que enseña con amor 

“Para mí ser maestra se resume en tres palabras: dedicación, compromiso y amor. A nosotros llegan niños con muchas carencias, en especial con falta de afecto, y eso es algo que no podemos evadir, por eso siempre trato que el tiempo y los años que estén aquí sean los más felices de su vida. Eso busco hacer siempre: que aquí en el colegio se dediquen exclusivamente a ser niños”, asegura esta licenciada en educación preescolar con más de 20 años de experiencia que siempre está en función de sus pequeños.

“Cualquier esfuerzo por ellos es mínimo porque se merecen muchas cosas,  comenta la profe Tere. Ahorita por ejemplo quiero que vayan a cine porque nunca han ido, y espero poder llevarlos a un programa de cocina ¿te imaginas?, sería uno de los días más felices de nuestras vidas. Para mí todos son iguales y tienen el mismo potencial, por eso creo en ellos y doy lo mejor de mí para que desarrollen sus habilidades”.

 

Este compromiso con sus estudiantes va acompañado de un alto nivel de exigencia, pues para ella, solo ésta conduce a la excelencia.

“Al principio a uno como papá le da duro, pero cuando se empiezan a ver los resultados uno entiende el porqué de su insistencia y la apoya totalmente. Es una profesora maravillosa, de uno a diez, diez para ella”, afirma Isadora Forero, mamá de Dúmar Garzón que, junto a Nicole, van a la panadería en busca de su apetitoso ponqué.

Sin embargo, el tiempo no ha sido suficiente y deberán esperar un poco más para probar su creación.

“Doña Flor dice que se demora una hora más, o sea 60 minutos, nos toca esperar muchachos”, dice Nicole ante las caras tristes de sus compañeros que ya se alistan para ir a casa.

“No se preocupen que Doña Flor no lo guarda y mañana lo probamos”, dice la profe Teresa mientras sus pequeñines se despiden con cariño y esperan ansiosos volver a ponerse sus batas en un espacio donde la creatividad, el compromiso y el amor son los ingredientes de una receta capaz de educar niños felices, y hacer de Bogotá una ciudad educadora.