La paz de los pacíficos | El Nuevo Siglo
Viernes, 29 de Julio de 2016

La reunión del Partido Conservador con los negociadores de paz del Gobierno para saber qué conducta seguir en torno del plebiscito es al menos un acto de independencia. Envía un mensaje en torno a la inconveniencia de poner jefes de algún partido sobre los otros. Lo que desde luego es un tema bastante menor dentro de lo que verdaderamente se habla. Que es, precisamente, votar por el Sí, el No o declarar la abstención frente a los pactos Santos-Farc en La Habana.

Ya se sabe que el núcleo del acuerdo habanero es intocable, omnipotente y omnímodo. De modo que no vale mucho entrar a discutir tal o cual capítulo porque lo acordado hasta el momento es inmodificable. En tanto, lo que falta por pactar está básicamente en manos presidenciales puesto que son decisiones netamente políticas como cabeza del orden público y Jefe de Estado, sea el número de curules automáticas para las Farc, si es que las va a haber, y luego las circunscripciones especiales para lograr senadores con 5.000 votos o el número precario que se considere conveniente por una sola vez. Ya se sabe que todo ello, al lado de los inciertos tribunales transicionales, tiene amplio rechazo en las encuestas. Pero también se sabe que son palabra sagrada dentro del convenio de La Habana y que las inquietudes puntuales del Acuerdo tratarán de camuflarse en la pregunta genérica del plebiscito. De modo, como asimismo está requete sabido, que el bosque no deje ver los árboles y la estrategia proselitista prime sobre la pedagogía de tan extenso documento incorporado a la Constitución como cuerpo nutricio de los años por venir, con las gigantescas sumas de destinación específica.

De otra parte, ya la Corte Constitucional fue perentoria en establecer que el plebiscito es exclusivo del presidente y por lo tanto solo vinculante para él. Como es una consulta netamente presidencial, por medio de la cual el Jefe de Estado quiere escuchar la voz del pueblo, dentro de sus atribuciones, ella debería estar exenta de las coyundas partidistas, del propagandismo y del show mediático, siguiendo los mismos postulados de la Corte. Es lamentable, de antemano, que no vaya a ser así y por el contrario cada día es más obvio que se tratará de disminuir el voto a consciencia frente al inducido.

En ese escenario es también lógico, aunque evidentemente frágil desde el punto de vista institucional, que el presidente hubiera sacado del cubilete una consulta lo más proclive posible a su política de paz, como ocurrió con el exiguo umbral aprobatorio, y claramente tendiente al desarrollo de lo que, por supuesto, considera bien negociado. No hay allí espacios diferentes a la adhesión porque los aportes o glosas no tienen cabida, ni antes ni menos en ésta instancia, por lo cual la reunión del conservatismo no pudo ser más que informativa.

Pero más allá de ello y de tantas incógnitas procedimentales como cuándo será la firma del Acuerdo Final, cuál será la pregunta del plebiscito, cuáles son los recursos con que cuentan los partidos, el conservatismo podría hacer más bien un aporte interesante a la paz del país y que no se refiere necesariamente a La Habana. Se trata, ciertamente, de convertirse en la voz de la grandísima mayoría de colombianos que, pese a las condiciones de tantos años de guerra, siempre se mantuvieron en la brega civil, siguieron trabajando por sus familias y precisamente se convirtieron en la gran masa anónima que impidió la debacle que pretendía el terrorismo. Una porción terminó en víctimas, que deben naturalmente ser resarcidas, pero en la misma dirección la paz debe significar algo directamente a todos los colombianos. Y en ello, por supuesto,  cuenta que no sean los colombianos los que próximamente terminen conjurando el déficit fiscal, sigan pagando los costos de la inflación y se mantengan las tarifas de los servicios públicos por las nubes.

Esa es la otra paz de la que también hay que hablar. Aquella que ayude a mejorar las condiciones de la gente en general y se pueda palpar el inicio de una nueva era de modo favorable. Ya el tema del conflicto armado ha tenido una baja sustancial. Sería inconsecuente que en vez de propiciar las condiciones favorables para aclimatar el Acuerdo se tomara la ruta de incidir negativamente en el bolsillo y el futuro de los colombianos, golpear la iniciativa privada gestora del empleo o afectar los salarios por anticipado impactados con la inflación desbocada. De esa paz es de la que tiene que hablar el Partido Conservador.