Gobierno Petro: un arranque lento y muy calculado | El Nuevo Siglo
Foto Presidencia
Domingo, 26 de Junio de 2022
Redacción Política

Las diferencias entre el gobierno entrante del presidente electo Gustavo Petro y del saliente Iván Duque se empezaron a marcar en estos siete días tras la definición de la contienda por la Casa de Nariño.

Si bien el líder del Pacto Histórico guardó silencio entre lunes y martes, luego empezó un rápido proceso de posicionamiento y construcción de lo que serán las bases de su mandato.

En esta tarea es claro que ya se están marcando las distancias con la administración Duque. Prueba de ello, por ejemplo, son varios de los choques de criterios que se evidenciaron en estos pocos días, sobre todo porque el presidente electo empezó a anunciar decisiones gubernativas, pese a que solo empezará a mandar el próximo 7 de agosto.

Por ejemplo, recalcó que no está de acuerdo con la compra de aeronaves para la Fuerza Pública y dejó entrever que, si ese proceso sigue adelante en lo que resta de este gobierno, cuando él asuma lo reversaría.

Asimismo, en contravía de lo que ha sido la política de Duque, Petro habló directamente con el jefe del régimen venezolano, Nicolás Maduro, y anunció que va a reabrir la frontera, sin precisar bajo qué condiciones ni tampoco qué pasará con el respaldo que Colombia ha venido dando a la oposición y a la presidencia interina de Juan Guaidó. De hecho, tanto el jefe de Estado saliente como la vicepresidenta y canciller Marta Lucía Ramírez se apresuraron a advertir que la frontera está abierta desde hace tiempo del lado colombiano y que lo más importante es lo relativo a la defensa de la democracia y el combate a los grupos terroristas que, como el Eln y los grupos residuales de las Farc, se esconden y delinquen desde el vecino país.

Pero no fueron los únicos puntos de desencuentro entre ambos gobiernos. Duque en distintos escenarios y entrevistas dejó claro que el ejercicio de la presidencia tiene límites y que a nadie “lo eligen para hacer lo que se le dé la gana”. También enfatizó sobre la necesidad de que se respete la iniciativa privada, la riqueza petrolera y la rentabilidad social y económica derivada. 

Tanto el mandatario entrante como su equipo programático y algunos de los principales voceros del Pacto Histórico recalcaron otras diferencias frente a la administración Duque, sobre todo al explicar las reformas que piensan implementar de manera urgente para tratar de cumplir su promesa de “cambio” y de “trasformación” del país.

Incluso la instancia de empalme no estuvo exenta de desencuentros. Por ejemplo, mientras que desde las orillas del Pacto Histórico se insistió en que se va a crear una comisión internacional anticorrupción, en asocio con la ONU y la Fiscalía colombiana, desde el gobierno saliente algunos voceros recalcaron que esta transición debe ser abierta, pública y transparente, con el fin de que el país sepa a ciencia cierta los avances logrados en estos cuatro años, una herencia que consideran muy positiva.

Incluso en el caso económico fueron palpables durante estos primeros días de coexistencia entre el presidente saliente y el electo las grandes diferencias que hay en materia de manejo y políticas. Le tocó incluso al propio Duque, varios ministros y la vicepresidenta salir a calmar las aguas por los altibajos del dólar, las caídas de la acción de Ecopetrol y la incertidumbre en el clima de negocios esta semana, causadas claramente por las propuestas de Petro en materia de transición energética, marchitamiento de la industria de los hidrocarburos y los primeros anuncios sobre la reforma tributaria que se aplicarían en el segundo semestre.

Todo lo anterior explica por qué la primera reunión entre Petro y Duque, el jueves pasado en la Casa de Nariño, tuvo un matiz demasiado frío, en donde era evidente la poca empatía entre ambos dirigentes y que se trataba de una diligencia más de tipo formal entre dos gobiernos claramente contradictorios.

El “acuerdo nacional”

De otro lado, si bien el presidente electo ha insistido desde su discurso de victoria el pasado domingo en llamar a un “acuerdo nacional”, esta convocatoria no ha dado todavía mayores resultados. En primer lugar, porque Petro no ha aterrizado cuales serían las bases del pacto multipartidista que plantea.

En segundo término, queda claro que la mayoría de la interacción partidista esta semana se enfocó en la filigrana para construir una coalición mayoritaria por parte del gobierno entrante, lo que finalmente se consiguió al sumar las bancadas del Pacto Histórico, la Alianza Verde y el liberalismo.

Sin embargo, dicho proceso fue más un ejercicio de mecánica política en el que no hubo acuerdos programáticos ni de agenda legislativa. Es más, según el comunicado del expresidente César Gaviria, jefe único liberal, aún no se ha pactado ni siquiera lo relativo a una posible participación en el gabinete.

También resulta claro que el gobierno entrante todavía no tiene delineados los proyectos de ley ni de acto legislativo que presentará al Congreso el próximo 20 de julio. Varios senadores del Pacto Histórico, incluyendo al virtual nuevo presidente de la corporación, Roy Barreras, anunciaron iniciativas en temas electorales, reforma al Parlamento, prohibición legal del fracking y otras relacionadas con el régimen de tierras o sacar a la Policía de la órbita del Ministerio de la Defensa… En fin, un alud de anuncios que todavía no tienen un orden ni norte claro.



Cocción lenta

Visto todo lo anterior se podría concluir que el gobierno entrante ha preferido arrancar de manera muy lenta, y prueba de ello es que evitó, pese a las peticiones de distintos sectores, confirmar los primeros nombres del gabinete (sobre todo los del equipo económico). Tampoco decidió avanzar en la formulación de las bases del “acuerdo nacional”, lo que le habría dado la posibilidad de poder concretar algunos consensos iniciales con partidos y dirigentes, más allá de su nueva y ajustada coalición parlamentaria.

Esa indefinición también explica la razón de que varias colectividades no hayan definido si se pasan a la oposición o se quedan en la franja de los independientes, como es el caso de los conservadores, La U y Cambio Radical.

Si bien es cierto que el expresidente Álvaro Uribe decidió aceptar una reunión con el presidente electo que podría darse el próximo miércoles, no se puede derivar que hay algún tipo de distensión permanente entre estos dos bloques políticos.

Incluso, la decisión del excandidato presidencial Rodolfo Hernández de no lanzarse a la oposición, pese a ocupar el escaño en el Senado que le corresponde por haber quedado segundo en las urnas, no puede considerarse un primer resultado del “acuerdo nacional”. En realidad, todavía no se sabe exactamente cuál será el rol que terminará jugando el ingeniero santandereano ni tampoco si las colectividades que no estén en la nueva coalición oficialista le reconocerán algún tipo de liderazgo.

Finalmente, se puede señalar que el hecho más destacado para Petro esta semana fue, sin duda, su rápida interacción con el gobierno de Estados Unidos, al punto que ya el martes logró hablar con el Secretario de Estado y luego con el propio titular de la Casa Blanca, Joe Biden. Este es un hecho geopolítico de significancia, que evidencia la urgencia de la potencia norteamericana por saber qué terreno está pisando con el nuevo mandatario de los colombianos, que claramente es de izquierda y muy crítico en el pasado de la alianza entre Bogotá y Washington.

Como se ve, la primera semana de Colombia con Gustavo Petro como presidente electo sigue generando más expectativas que certezas, porque anuncios concretos, sobre políticas concretas y con encargados concretos, no hubo.