Perspectivas. ¿Cómo es vivir en las aguas de la Ciénaga Grande? | El Nuevo Siglo
LOS HABITANTES de los pueblos palafitos se sienten seguros en sus casas levantadas sobre las aguas de la Ciénaga Grande de Santa Marta.
Foto cortesía Corpamag
Domingo, 26 de Junio de 2022
Redacción Nacional

Sus pintorescas casas, desprovistas de servicios básicos, erguidas sobre estacas enclavadas en las aguas de la Ciénaga Grande de Santa Marta, han estado allí por años pero solo ahora las están convirtiendo en atractivo turístico.

Sus pobladores, además, se han vuelto guardianes del medio ambiente y atienden las recomendaciones que les hacen los funcionarios de Corpamag e Invemar, “porque ello redunda en la que, desde sus inicios, ha sido su única fuente segura de ingresos”.

Cuenta Landys, una santandereana que trabaja con las comunidades de estos singulares ‘pueblos’ y quien a diario interactúa con ellos, que muchos se establecieron dentro de la Ciénaga Grande huyendo de la violencia que los acechaba en tierra firme.

El Morro, también llamado Nueva Venecia, data de 1847, cuando fue fundado por desplazados de un pueblo de pescadores que habitaba las Trojas de Gálvez, asentamiento cercano a Sitionuevo, junto al río Magdalena.

Buenavista, situada a ocho kilómetros de El Morro, procede de pueblos ribereños del río Magdalena. Ambos carecen de comunicación directa con tierra firme. Por su parte, Trojas de Cataca se ubica en el extremo sureste de la Ciénaga Grande de Santa Marta.

Su anhelo de vivir en paz, sin embargo, recuerda una publicación del Centro de Memoria Histórica en 2014, fue destruido en febrero de 2000 en Bocas de Aracataca, y en noviembre en Nueva Venecia y Buena Vista, cuando los paramilitares masacraron a algunos de sus pobladores.

De ese entonces a hoy la situación ha cambiado. Comenta Landys que “a pesar de sus limitaciones en cuanto a servicios básicos y a que les toca salir a comprar los víveres, verduras y demás alimentos, viven felices porque dicen que se sienten seguros, que respiran paz y que no sienten miedo por ningún motivo”.

Su único medio de transporte, hasta el kilómetro 13 de la vía a Barranquilla, es la canoa. Cuando llegan a Clarín Nuevo, que es el principal caño que da entrada de agua dulce a la Ciénaga, pueden tomar un bus hacia Barranquilla, que es en donde se abastecen.

“Por ahí es la primera entrada de agua del río Magdalena y es el caño más transitado para poder llegar a la Ciénaga. Fluvialmente es muy transitado y para los pueblos palafitos es la salida hacia donde consiguen el transporte”, dice Landys.

Explica que “la gente de los palafitos vive de la pesca y hay quienes tienen sus negocios de tienda”.

“Las necesidades son muchas porque no hay una fuente de empleo. Cuenta con un colegio, una iglesia y en El Morro, el jugador Carlos Bacca les donó los recursos para que hicieran una cancha en una isla”, manifiesta.

Van a Barranquilla porque les queda más cerca que Santa Marta. El transporte vale $5 mil a la capital del Atlántico y a la del Magdalena cuesta $20 mil. Además, ahorran tiempo. Para ir a una ciudad se demoran 15 minutos y a la otra dos horas.

En el sector de Caño Clarín “la gente se dedica a sembrar plátano, yuca, cebollín, cilandro, rábano, col y ellos salen a comprar”.



Recuperación

Landys, quien dice que no podría vivir con la tranquilidad con que lo hacen las comunidades de los palafitos, trabaja con Corpamag en la sensibilización “para que se comprometan en el cuidado del medio ambiente”.

Corpamag tiene muchos proyectos, negocios verdes alrededor de palafitos, se les dan charlas de sensibilización, medio ambiente, manejo de residuos, no contaminar. Como viven dentro del agua, sacan lo del consumo de la Ciénaga, todo es cuidado del medio ambiente, y eso incluye el no usar plástico o lanzarlo a las aguas”, indica Landys.

Agrega que “la Corporación vigila los trabajos para que pueda entrar más agua dulce a la Ciénaga porque necesita la dulce y de la salada para que el mangle pueda sobrevivir”.

Pero, ¿cómo es vivir en un pueblo palafito?

“Yo les he preguntado. Yo no podría porque me da miedo que el agua se lleve la casa. Pero los pobladores, que son más de 400, dicen que se siente mucho la humedad. La mayoría de la gente está acostumbrada, solo que cuando uno no es nativo siente el frío, los nervios porque aparte de estar en el agua alrededor o aun debajo de la vivienda hay flora, hay caimanes. Los nativos no sienten nada, el agua no les genera nada, están adaptados y para ellos es normal”, cuenta Landys, quien es una reconocida líder social.

“Como la mayoría son desplazados de muchos años, dicen que sienten es tranquilidad, la que perdieron muchos años. Aquí no se sienten amenazados, sino libres y casi nunca se enferman”, relata.

Añade que “uno que no es de ahí, tiene muchas preguntas. Responden que ‘nos sentimos muy bien, no hay ruidos, no hay muchas cosas que tiene la ciudad’. Se sienten muy bien. Desde la comunidad de Caño Clarín, que no tiene luz, agua potable, dicen que ‘somos felices porque nadie nos molesta’”.

Sobre si han recibido ayuda del gobierno, “indican que ahora que ya se formalizaron, que tienen Junta de Acción Comunal, sí han recibido ayudas. Ya las autoridades han puesto sus ojos en los palafitos y los han vuelto turísticos. Es una entrada para esa gente, no es lo súper, súper, pero han mejorado”.

 

Los trabajos

Entre tanto, Karen Forero, subdirectora técnica de Corpamag, explica que “hemos venido trabajando en proyectos de reconexión hídrica, para mejorar la dinámica de los espejos de agua de la Ciénaga (conectar los caños con el río Magdalena y el mar Caribe)”.

Recuerda que “el desastre ambiental se dio por la construcción de la carretera a Barranquilla. Buscamos retrotraer esos procesos, reconectarla con el Magdalena, la Sierra y el mar Caribe”.

El trabajo en los caños consiste en hacer ese proceso de reconexión hidráulica, que ingrese más agua dulce al ecosistema, propiciar la restauración de los mangles. “Los caños están sedimentados, hay que entender que recibimos esas aguas dulces del río Magdalena, pero con todos los problemas que trae como sedimentos. Nosotros retiramos esos sedimentos que mejoren las condiciones ambientales”.

Destaca que más de siete mil hectáreas de bosque de mangle se han recuperado en los últimos cinco años, llegando a un reporte actual de 39.899 has de cobertura en buen estado, según el último reporte de monitoreo de Invemar, trabajo que beneficia a los habitantes de los palafitos porque “mejora la pesca y el tamaño de los peces”.

“Recordemos que Corpamag logró reportar menos de 20 mil hectáreas de mangle en su momento más crítico. Hoy la cobertura de bosque de manglar se encuentra estable y evidenció una respuesta positiva al mantenimiento y dragado de los caños en los sectores noroccidental y centroccidental. Se han invertido más de 230 mil millones de pesos en este proceso de recuperación”, precisó Forero.