El centenario de un Quijote: Álvaro Castaño Castillo | El Nuevo Siglo
Foto de Hernán Díaz, cortesía de Rafael Moure
Domingo, 7 de Junio de 2020
Emilio Sanmiguel

El martes se cumplen cien años de su nacimiento. Quienes aprecian el mundo cultural y quienes lo conocimos seguimos engolosinados con su recuerdo

_________________________

Llegado el momento, cuando vino la hora de la vendimia, tras una vida de batallar contra quimeras, Álvaro Castaño Castillo recibió todos los reconocimientos que se reservan en este país para los ciudadanos ejemplares.

Sólo quedó pendiente su centenario. Casi lo consigue porque murió de 96.

Un año antes, en la calidez de su casa de la calle 85, para el lanzamiento de la primera edición de Mis amigos, una recopilación de semblanzas de 40 personalidades que gozaron de sus afectos, estuvo rodeado de un grupo de amigos que quería y lo querían. La tarde trascurrió bajo la mirada de Gloria Valencia que observaba la reunión desde los retratos que colgaban de las paredes.

Amigos y subalternos

Hay muchas maneras de acercarse a la verdad de los seres humanos que han escalado posiciones relevantes a lo largo de su vida. Entre ellas es infalible mirar cuidadosamente el círculo de los amigos y el de sus subalternos. Habrá quien diga que también el familiar y no le falta razón.

Efectivamente esa tarde, discretos como de costumbre, estaba lo más granado de los funcionarios de la HJCK. Los que tenían contacto con él, no durante el horario laboral sino durante las 24 horas del día. Que le profesaban profundo respeto y afecto sincero. Porque a lo largo de décadas vieron al doctor Castaño, como le decían, vivir en función de la emisora -que dicho sea de paso fue su Proyecto de vida- lo vieron salir ardiendo de fiebre a los periplos de la vida social de Bogotá con la esperanza de conseguir un patrocinio. Para un hombre culto, inteligente y amante de las buena conversación, aquello debió significar un sacrificio inenarrable, un purgatorio en vida soportar tamaños episodios de frivolidad. Por suerte era un caballero a carta cabal.

También esa tarde estaban sus amigos. Los que él mismo escogió para acompañarlo a pasar la tarde. Qué honor, si se me permite. Creo no equivocarme si digo que de los del libro, sólo estaban presentes Gloria Nieto de Arias, Juan Gustavo Cobo y Daniel Samper Pizano. Otros no podían hacerse presentes: Borges, Alberti, Carranza, Maurois, Durán Dussán, Otto y León, Gaitán Durán, Aleyda, Obregón, Neruda. Qué amistades, si sólo basta con el nombre o el apellido.

Tampoco María Mercedes Carranza por quien profesaba un afecto tan hondo que lindaba en el romance -a sabiendas de Gloria- y tuvo por marco la casa del poeta Silva en La Candelaria.

Imposible que estuviera presente García Márquez, tan amigo que hasta lo acompañó a Estocolmo la noche del Nobel; en la habitación del hotel se retrataron, el Nobel en calzoncillos largos de invierno, Álvaro impecable entre su frac. Bueno, faltaban más, porque en materia de amistades, leales y sinceras Álvaro Castaño practicaba lo de la inmensa minoría.

En todo caso, en esa amalgama de amigos y subalternos que también lo eran estaba él en su más pura esencia. Sus subalternos, Esperanza, Miguel, Guillermo, Alejandro, José atentos, alertas, con micrófonos y grabadores por si acaso, porque como dije, con Álvaro se trabajaban 24 horas.

Pilar, Gloria y compañía

Decía que esa tarde, desde las paredes del salón, Gloria Valencia observaba atenta la escena desde los retratos de Osvaldo Guayasamín, Enrique Grau, David Manzur. Fue su gran amor, su puntal en todas las empresas que emprendieron entre 1944, cuando se casaron en la Iglesia de San Diego, hasta 2011 cuando dejó de ser, como dijo él mismo, una compañera, una socia, una colega; fue ni más ni menos la pareja. Obviamente estaban los nietos, todos.

Y María del Pilar, su hija. Al igual que sus padres, Pilar Castaño es una celebridad, que aparentemente siguió los pasos de su madre, pero me temo que es la verdadera heredera del talante del padre, Álvaro con faldas, como él carismática y seductora, también mano de hierro en guante de seda, era la verdadera artífice de todo lo que iba ocurriendo a lo largo de la tarde. Creería que Álvaro era consciente de que Pilar se le parecía y mucho.

Un universo de mujeres

 

Algún día será necesario que se le reconozca como uno de los feministas más avezados de la historia de Colombia. Practicó el feminismo desde la intimidad de su casa cuando hizo de Gloria su coequipera en todas las aventuras de la vida. No es un secreto que para lograrlo hizo de ella su compañera de lecturas, incentivó su sensibilidad, la comprometió en su lucha por la defensa de la naturaleza y la animó para volar por su propia cuenta. De hecho podría decirse que estuvo encantado de que fuera la estrella para sostener esa conversación que se extendió a lo largo de 67 años.

Feminista y galante, como los caballeros de la edad media. Siempre estuvo encantado de estar rodeado de mujeres… pero inteligentes. Si alguna vez en su vida hubo una mujer que no lo fuera, debió ser una excepción. Tal vez una belleza sobrenatural que le hubiera recordado a las mujeres que le gustaban, las que leían, las capaces de conmoverse con la poesía, las que llevaban algo por dentro.

Esa fascinación era ampliamente conocida. Y de dominio público que trascendía en el tiempo.

Por encima de todas se erguía, soberbia en todo el esplendor de su poderío Leonor de Aquitania, cuando hablaba de ella se emocionaba al punto de preferir llamarla Aliénor d’Aquitaine, lo seducía por esa mezcla de sensibilidad y determinación, porque era nieta de Guillermo el trovador, porque marchó a las cruzadas en contra de todo el mundo, porque fue reina de Francia hasta el día que le dio la gana y de Inglaterra cuando se fascinó con Enrique II, porque se sabía más poderosas que sus dos reyes juntos; le encantaba que fuera la madre de Ricardo Corazón de León y sobretodo que, ya al final de su vida se hubiera subido al caballo para negociar los matrimonios de sus nietas con las más poderosas testas coronadas: toda la historia de Europa, desde el siglo XII hasta nuestros días ha sido protagonizadas por los descendientes de Leonor de Aquitania, observada admirado.

Hablar de esas mujeres con él era un verdadero placer: Agnes Sorel no le interesaba tanto por ser la amante de Carlos VII, sino por esa mezcla de inteligencia política que se aunada a su belleza. Tema frecuente en las conversaciones en su oficina de la HJCK: las dos caras de la moneda de la Francia del siglo XVI, Catalina de Medicis, la mujer de Enrique II y Diana de Poitiers, su amante, como lector juicioso de la historia, al final de su vida era un poco más benévolo con la Medicis, a quien reconocía su inteligencia y su buen gusto.

También los Borgia…es que olvido decir que esas conversaciones estaban exentas de pedantería y sí de mucho encanto: Con Lucrecia no termino de hacer un juicio, no sé bien si en realidad fuera una víctima de esa gente, unos minutos más adelante, se le iluminaban lo ojos cuando se refería a Sancha de Aragón, la mujer de Jofré, hijo de Alejandro VI y hermano menor de Lucrecia: Ah, me encanta, morena, es que me gustan las mujeres morenas.

Así desfilaban sus mujeres y sobre cada una de ellas tenía algo qué decir. Sobre la rivalidad entre las dos grandes bailarinas del siglo XVIII, no le temblaba la voz para afirmar: Entre la Camargo y la Sallè, me quedo con la Sallè, es que era provocadora.

Cien años

Este martes, 9 de junio, es el centenario del nacimiento de Álvaro Castaño. Es, no sería. Porque dejó una huella muy honda en el medio cultural. Del resto de esta historia se ocuparán los medios, que nació en una casa de enormes patios de la calle 22, que fue víctima de acoso en el colegio y se burlaba de eso, que estudió Derecho en la Universidad Nacional, que con Gonzalo Rueda fundó la Emisora HJCK para la inmensa minoría, que adoraba a los y las poetas, pero que con un afiladísimo sentido del humor se burlaba de las poetisas: se las reconoce enseguida porque se ponen sombra morada en los ojos…

Cien años y cientos de quienes lo conocimos, engolosinados ahora con su recuerdo. Tal vez un Quijote y un Maestro.