Farsa de la democracia colombiana | El Nuevo Siglo
Lunes, 25 de Junio de 2018

“Oscuros alcances para impedir candidaturas”

A mediados del año pasado vi por televisión un debate sobre la adopción por parte de parejas gay, de la senadora Viviane Morales. Vi que se trata de alguien preparada, valiente y ponderada, que argumenta con razones antropológicas, jurídicas, morales, sociológicas, en defensa de los derechos de los de los niños (sin fanatismo o populismo).

Por esto, aunque no la conocía quise solidarizarme con ella y le pedí una cita. La reunión, supuestamente de minutos, duró unas dos horas, con ella y su marido. Quedé impresionado: se trata de personas transparentes, agradables, maduras, con sed de servir a Dios y a Colombia. Encontramos que coincidimos, entre otras cosas, en lo fundamental: la fe, la moral, principios y valores.  

Pude, así, conocer los estupendos logros de Viviane como senadora, como codirectora del partido Liberal y como Fiscal General de la Nación… A todas estas, a fines del año (2017), me invitó a ser su fórmula vicepresidencial, sabiendo que mi mundo ha sido la educación -más de cincuenta años- y que no soy político, que soy conservador y católico practicante. La idea era que ella, con su hoja de vida, su propuesta de país, sus logros políticos y su fe, podría atraer a las iglesias evangélicas y a liberales, y yo podría atraer católicos y conservadores. Así, la lógica nos decía que podríamos llegar a unos diez millones de votantes.

Pero, también, pude vivir los alcances, oscuros, de los políticos, con sed de poder, que, no están dispuestos a dejarla llegar más lejos, a toda costa: las trampas para que no pudiera triunfar en política no tienen nombre. ¿Qué tal que para ser candidata de su partido, el Liberal, tenía que renunciar a su fe o el poder judicial persiguiéndola? In Claro, estos sabían que si los colombianos conocieran su proyecto de país Viviane sería, hoy, la presidenta-electa. Su fórmula Social Cristiana generaría los recursos necesarios para convertir a Colombia en una nación grande, soberana y libre; y la tranquilidad, la seguridad y la prosperidad serían para todos.

Lo que no fue previsto fue el poder de los medios y sus juegos conductistas, las ideologías, y el relativismo; tampoco eran predecibles las zancadillas legales (no justas), especialmente el contubernio del Consejo Nacional Electoral. Por otro lado, en mi caso los medios se dieron su agosto: me hicieron la guerra sin ningún pudor, con mentiras o verdades a medias, cambiándole el sentido de a mis intervenciones, opiniones, sugerencias, con un cinismo inexplicable.

Este episodio me recordó a Ratzinger cuando advierte que: En la sociedad relativista rige el principio de las organizaciones criminales, de forma descarnada o atenuada: los contenidos no cuentan y la pura fraseología asume el mando, y el poder se convierte en criterio supremo. Y que Agustín de Hipona sostiene que un gobierno que excluye a Dios y establece el derecho solo a partir de la mayoría no es más justo que una banda de ladrones…