El puñal | El Nuevo Siglo
Miércoles, 7 de Junio de 2017

En el mundo y aquí mucha gente anda armada. Los medios registran a diario crímenes que no se hubiesen cometido  si sus autores no portaran armas. Dentro del proceso de paz  el desarme de los guerrilleros, por distintas causas se pospone y grupos al margen de la ley  atentan contra miembros de la fuerza pública, policías jóvenes quedan lisiados, Impresiona la información sobre un muchacho  que completa  cuarenta y seis  días en coma víctima de un disparo en la cabeza que le propinaron atracadores en Suba y hace pocas horas el asesinato en Usme de una mujer de veinticinco años a manos de un agresor desconocido que le asestó cinco tiros. Algunos llevan armas para defenderse, temerosos de asaltantes, terroristas y bandidos, en algo la razón les asiste pero se exponen a lo impensable, exageran miles  de guardaespaldas al mostrar las suyas en concurridas calles.

El problema merece atención, al Estado compete analizarlo y revisar lo del  porte de armas cuando, en muchos casos, los delincuentes las disparan con salvoconducto. Una discusión amplia resulta indispensable, la situación tiende a empeorar, las redadas y decomisos son analgésicos, hasta quienes participan en manifestaciones pacíficas, generalmente de protesta, se exponen a recibir una bala perdida y carece de lógica que estudiantes de colegio posean armas.

Como en el cuento “El Puñal” de Jorge Luis Borges “en un cajón hay un puñal. Quienes lo ven tienen que jugar un rato con él, se advierte que hace mucho que lo buscaban; la mano se apresura a apretar la empuñadura que la espera. Otra cosa quiere el puñal. Es más que una estructura de metales; los hombres lo pensaron y lo formaron hacia un fin preciso; son, de algún modo, eternos el puñal que mató a un hombre en Tacuarembó y los puñales que mataron a Cesar. En el cajón del escritorio, entre borradores y cartas, sueña el puñal su sueño de tigre.”

Se habla de pacificar los espíritus, de concordia, palabras que dispersa el viento porque en las ciudades y los campos, transitamos en medio de puñales. Hay que legislar al respecto, difícil hacerlo bien, en Estados Unidos no lo han logrado, los compradores adquieren con facilidad armas hasta por correo, con entrega inmediata e instrucciones de uso, no cesa el demencial accionar  en el planeta de los suicidas del Estado Islámico, el sábado pasado con puñales en Londres, que por fortuna no nos ha tocado.  Debemos tomar medidas efectivas para controlar la utilización  de las armas. En Colombia, corresponde unir el desarme de los cerebros mal intencionados al del empleo de estos elementos peligrosos y destructivos.