El rey sin corona | El Nuevo Siglo
Viernes, 4 de Mayo de 2018

“Los homenajes del Festival Vallenato”

Está bien que los organizadores del Festival de la Leyenda Vallenata le hagan un homenaje a Carlos Vives por su importante contribución en al proceso de internacionalización de esa expresión musical. Pero deben continuar exaltando la vida y la obra de quienes han consagrado su existencia a esta manifestación del folclor difundiéndola, popularizándola y preservando sus elementos esenciales. Dentro de ello se destacan los de la generación de la década del 60 que conjugaban el acordeón, el canto y la composición, o sea, eran o son -los que sobreviven- músicos integrales.

Tal es el caso de Lisandro Meza, exponente destacado de lo que algunos llaman vallenato sabanero junto a Calixto Ochoa y Alfredo Gutiérrez, quienes integraron en diferentes momentos la agrupación musical conocida como “Los Corraleros de Majagual” que les abrió las puertas de la popularidad y del éxito.

Lisandro Meza se formó en la escuela del viejo Alejo Durán e inclusive le sirvió de guachar aquero en una gira en 1953 para tener más cercanía con el maestro y aprender de él las claves del manejo del acordeón en las que era un diestro. Recordemos que Alejo Durán se hizo grande cuando ganó el primer Festival, en 1968, al derrotar a la generación de oro de la música vallenata encabezada por Luis Enrique Martínez, Abel Antonio Villa, Ovidio Granados, Toño Salas y Emiliano Zuleta Baquero. El gran favorito era Emiliano Zuleta, autor de “La gota fría”, quien representaba la escuela vieja.

En el año de 1969 Lisandro compite con Alfredo Gutiérrez, Andrés Landero, Julio de la Ossa y Nicolás “Colacho” Mendoza, entre otros. El pueblo vallenato lo daba como ganador, pero el jurado inclinó la balanza por Nicolás “Colacho” Mendoza; por ello compuso la canción “El rey sin corona”. En 1975 se volvió a presentar, ocupando el segundo lugar. Y como no pudo obtener la corona que le fue esquiva, sus coterráneos lo galardonaron como rey sabanero del acordeón en un evento realizado para tal fin en Sincelejo. Varias de sus canciones contenían un doble sentido que aprovechaba para hacer burlas como “El hijo de tuta”, en la que critica a los patrones mandones que mal pagan a sus empleados o burlas a la clase política o sátira social como “La miseria humana”.

El hombre de Los Palmitos una vez recibió como obsequio el libro de García Márquez “Crónica de una muerte anunciada”, cuya lectura lo motivó a escribirle una canción. Por ello, en 1982, Lisandro fue invitado a una parranda en la casa de García Márquez en Cartagena. Cuando el Nobel lo saludó- cuenta el investigador Amaury Pérez en su libro sobre Lisandro Meza- le preguntó si era cierto que le había hecho una canción a su novela. Lisandro le respondió que si ¿Cuántos minutos demora la canción? Cinco minutos, le respondió. Cuidado se te va a ocurrir cantármela hoy porque me moriría de susto si descubro que tú hiciste en cinco minutos lo que a mí me costó 30 años.