Venezuela: hacia mediación pacífica no hemisférica | El Nuevo Siglo
Foto Xinhua
Domingo, 28 de Mayo de 2017
Juan Carlos Eastman

Acusaciones mutuas de golpes de Estado, defensa de la Constitución Bolivariana, convocatorias a una Asamblea Constituyente o a un referendo, muertos, heridos, detenidos, juicios irregulares,  parálisis, en fin. Las noticias de las últimas semanas sobre Venezuela y su momento crucial en el contexto latinoamericano son lamentables.

Las imágenes contrastantes y la disparidad de enfoques y juicios políticos de una diversidad de medios de comunicación, crean más confusión en la apreciación de la confrontación política venezolana. Sus ecos internacionales son, de igual forma, diversos. Si bien, frente a la dimensión nacional del conflicto político, como en cualquier otro país, resulta comprensible aunque preocupante, su dimensión internacional, desde lo vecinal a lo interamericano y global, aumenta nuestras inquietudes y anuda peligrosamente el futuro venezolano.

Por ello, frente a una situación de espiral sin fin de las movilizaciones de una y otra expresión de la contradicción, como hasta el momento se puede evidenciar, se traslada el esfuerzo de la búsqueda de presiones y acuerdos al exterior, es decir, a los actores estatales no hemisféricos políticamente más vinculados con el establecimiento llamado bolivariano, no con la oposición.

Con ello no estoy descalificando ni desconociendo las reclamaciones políticas y los derechos ciudadanos constitucionales de la oposición venezolana. De hecho, cada medida política y administrativa del gobierno, cada expresión torpe y provocadora de las figuras más visibles de lo que insisten en denominar “revolución bolivariana”, cada determinación judicial y la acción callejera de las fuerzas de seguridad, termina beneficiando a la oposición, y sustrayendo apoyos y simpatías internacionales al gobierno, como hemos podido registrar en los medios de comunicación internacionales. La oposición fortalecerá su figuración en esta puja histórica por el futuro de Venezuela si conserva su talante y activismo pacíficos, si es resistente y creativa frente a las provocaciones, con un discurso político, una convicción íntima y verbalmente incluyente.

Y en este sentido, creo que la llave de la “puerta trancada” de la solución a esta acumulación de dificultades y desafíos, no está en Estados Unidos ni en la Unión Europea, y como ha quedado demostrado hasta la fecha, tampoco pasa por América Latina. Sus gobiernos, acosados por muchos males endógenos, poco solidarios entre sí, poco responsables con la siguiente generación, y con credibilidad política debilitada, han sido inferiores a los compromisos adquiridos en convenciones interamericanas adoptadas para protegerse mutuamente hacia el futuro.

La coyuntura regional y global no es propicia para la oposición. Y si bien tampoco está a favor del gobierno de Nicolás Maduro, termina creando una especie de “limbo” político internacional que lo protege. Las relaciones históricas con Estados Unidos y la Unión Europea no favorecen la solución política en Venezuela. Mucho menos cuando se trata de colocar a Colombia en la línea del frente político estadounidense y de algunos simpatizantes europeos contra la Venezuela de Maduro.

 

¿La salida con  Rusia y China?

Si fuéramos sensatos y realistas, quizás, vislumbraríamos que la clave está en la República Popular China y en la Federación de Rusia, socios económicos y simpatizantes políticos del gobierno venezolano, especialmente desde mediados de la década pasada. Pues bien: creo que llegó la hora de que la oposición busque un diálogo con representantes de aquellos gobiernos y demuestre la conveniencia –para todos los interesados- de que el presidente Maduro acepte elecciones generales, abandone la iniciativa de convocar una Asamblea Constituyente, libere a los diferentes componentes del  Estado de las ataduras ejecutivas autoritarias y se negocie el nuevo horizonte de la cooperación internacional a partir de un eventual triunfo electoral de la oposición, especialmente con Rusia y China.

En medio del drama social, familiar e individual que azota a millones de venezolanos, en especial frente a aquellos que han fallecido en el desarrollo de estas semanas de protestas civiles, se expresan voces, desde la juventud, escolar aún, que recogen el malestar general y plantean el desafío más grande que cualquier régimen puede enfrentar: perderle el miedo.

Este testimonio se presentó en un concurso intercolegial en Caracas, semanas atrás, una expresión de jóvenes de alrededor de 15 años que enfrentan la incertidumbre cruda del futuro con la determinación de superar el miedo y recuperar de  nuevo el derecho a vivir de forma sostenible e incluyente. Roberto, el nombre de este joven venezolano, quien también marcha, compartió con su familia colombiana, este testimonio y confianza en que la primera opción es perder el miedo.

 

¿Se perdió el miedo?

Por Roberto Aguilar

Los valientes jóvenes se tornan amarillo, azul y rojo

mientras los de verde son apátridas,

que arremeten contra los suyos,

la olvidada paz implora ser escuchada,

mientras el creciente caos resuena,

siendo cada vez más ensordecedor

y a su vez toca la puerta de todos nosotros,

que no sabemos cuánto más soportaremos.

 

Unos queremos libertad  a cambio de resistencia,

otros prefieren defender aquello que es indefendible

a cambio de la riqueza mal habida,

sin importar que lo defendido

está al borde de la montaña,

a punto de caer por su propio peso.

 

La verdad es implacable y reluce,

como aquella luz al final del túnel,

esperanzadora y tan brillante

que hasta los ciegos pueden ver.

 

Cada día son más los valientes y menos los temerosos,

ya no hay nada que perder después

de tanto sufrimiento

al ver como tu tierra se hunde en la desgracia.

 

Las deterioradas y sombrías calles no descansan,

aquellos que abogan por la libertad

están determinados a luchar por lo arrebatado,

así les cueste la vida misma,

y al parecer no hay nada ni nadie capaz

de detener tal vehemente audacia

que requiere luchar por la patria hasta morir,

para recuperar el lugar que fue de millones

y que ahora, lo desangran unos pocos.

 

“Será cuestión de tiempo” opinan algunos,

“nunca terminará” dicen otros,

pero no es cuestión de tiempo,

ni del destino, sino de actitud.

 

Pasan calurosos días, largas semanas y desgastadores meses,

pero aún no tenemos el anhelado final a la vista,

y duele, como cuando el corazón se hace de cristal

al perder a alguien amado, cayendo roto

en pequeños afilados pedazos,

dejando un vacío que parece irremediable.

 

Sigue cada día la lucha por la blanca y pura libertad,

alguna vez librada por aquellos ángeles caídos,

que ya no nos acompañan por haber sido víctimas

del vil egoísmo que en su momento, volvió a triunfar.

 

Por ellos y millones de venezolanos más,

la noble lid de recuperar lo perdido

continuará y nuestra será.

 

Por las nuevas generaciones, y privilegiando la promoción de la no violencia, la oposición debe hablar más con interlocutores oficiales de Rusia y China. Los latinoamericanos deberíamos apoyar una gestión en ese sentido, pues lo que debemos evitar es que la contradicción política venezolana termine en una guerra civil, y que frente a ésta se profundice nuestra división subregional a favor de la realidad global de las relaciones de poder como se manifiestan en Siria. Lo que debemos evitar es que la “solución” quede en manos de la recomposición de un equilibrio regional que empieza en el litoral del Pacífico asiático, pasa por Medio Oriente y Europa centro-oriental, y termina en nuestro Caribe, y que en esa pugna ruso-estadounidense, ruso-europea, chino-estadounidense, perdamos el frágil margen de autonomía y negociación que podríamos imponer a favor de Venezuela.

No podemos repetir la historia de los años 1960 a 1962, con sus cruentos efectos hemisféricos, ni la tragedia humana de la década de 1980 en Centroamérica y otros lugares de nuestra región. A las tensiones conocidas, asoman ahora las internas entre sectores del oficialismo, como la incomodidad creciente que provoca la Fiscal de Venezuela con civiles y militares. El espacio de oportunidades por una salida pacífica y aceptada por las partes, tiende a cerrarse, y si ello sucede, todos perderemos.

*Historiador y Especialista en Geopolítica. Docente e investigador del Departamento de Historia y Geografía, Facultad de Ciencias Sociales Universidad Javeriana. Miembro del Ceaami  (Centro de Estudios de Asia, África y Mundo Islámico), de esa facultad, de Aladaa (Asociación Latinoamericana de Estudios Afro-Asiáticos).y del Cesdai (Centro de Estudios sobre Seguridad, Defensa y Asuntos Internacionales).

 

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