La comedia de las ingenuidades | El Nuevo Siglo
Domingo, 21 de Mayo de 2017

Cae el telón y los actores se quitan los disfraces y el maquillaje que cubría sus intenciones. El Gobierno no disimula sus compromisos con las Farc ni su angustia por la imagen internacional de la paz, que le preocupa más que la paz misma, y con el Nobel a dos manos se lanza a una implementación a trompicones. 

Los espectadores despiertan de la ilusión escenificada de la paz después de la firma del Acuerdo; de campesinos que retornan felices a un campo con escuelas, hospitales, carreteras y clientes para sus productos, diferentes a la coca que los avergüenza y victimiza; de citadinos sonrientes por una paz que nunca entendieron como tampoco entienden la mal llamada guerra que persiste. En fin, de los personajes de la millonaria publicidad del Sí.

Se desdibuja el paraíso de crecimiento en que se convertiría Colombia por la paz y el menor gasto militar, que no disminuirá mientras la violencia siga alimentada por 200.000 hectáreas de coca, buena parte propiedad de las Farc ¿A quién cedieron tan lucrativo negocio, así no más, y se fueron para las zonas de concentración? El país tiene que vacunarse contra la ingenuidad.

Las Farc se visten de paisano para promover sus ideales comunistas y su admiración por el chavismo, sin entregar todos los niños ni todas las armas, con garantías políticas, electorales y con plata del presupuesto, sumada a sus millonarios recursos encaletados o en paraísos fiscales. Segunda dosis contra la ingenuidad.

Los partidos de la Unidad, que ya no es tan unidad ni tan nacional, se visten con sus intereses para la próxima contienda y pretenden desbaratar la reforma electoral surgida del Acuerdo, aunque ellos mismos en el Congreso, en contra de la voluntad popular, lo convirtieron en supraconstitucional y se castraron sus facultades legislativas para entregarlas, ni siquiera al Gobierno, sino a una omnipotente Comisión de Seguimiento que veta y decide, donde ellos no están, pero sí el Gobierno y las Farc. 

El sector privado, en parte por cautela -¿temor?- ante un gobierno implacable con sus contradictores, empieza a entender que no eran infundadas nuestras advertencias y hace observaciones fundamentales al proyecto de Ordenamiento Social de la Propiedad Rural, una amenaza al derecho constitucional a la propiedad de la tierra, resultado de los compromisos con los más grandes despojadores. ¿Acaso han devuelto una sola hectárea? -Tercera dosis-. 

Los gremios sienten pasos de animal grande contra la propiedad privada y la libre empresa, que sustentan la economía de mercado y la democracia.

Se corre el telón y, afortunadamente, la Corte Constitucional, generosa en exequibilidades y en legitimar el asalto al plebiscito, reencuentra su camino y hace pronunciamientos definitivos sobre el ‘fast track’: que se puede votar artículo por artículo y no en bloque; que se pueden hacer modificaciones; que no hay tal que la Constitución se puede amarrar por doce años, sino que se puede modificar por las instancias que ella misma prevé. Es de esperar, por tanto, el conflicto permanente con la Comisión de Seguimiento.

Entre tanto, quienes no participamos en la comedia seguimos siendo estigmatizados como enemigos de la paz. Fedegán perseguido y proscrito de todo escenario institucional, y el expresidente Uribe atacado para silenciarlo, con grotescas acusaciones de los socios del chavismo en el Congreso.  

El pueblo, por su parte, menos ingenuo que sus enmermelados dirigentes políticos, guarda sus palomas blancas y sale a las calles indignado por su precaria situación.

¡Ojo con la ingenuidad y el futuro de Colombia!

Nota bene. Mientras escribo, el chavismo arremete contra Fedenaga y los ganaderos venezolanos. Estamos con ellos.

@jflafaurie