Apuntes sobre el consumismo humano desbordado | El Nuevo Siglo
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Sábado, 27 de Mayo de 2017
Alvaro Sánchez

Cuando el ser humano apareció sobre la faz de la tierra no solo mantenía una magnífica relación con la naturaleza, sino que formaba parte de ella misma. Su respeto por la tierra y sus ecosistemas partía de dos fenómenos: la religión y la cosmogonía.

Ese ser humano primitivo dedicaba su tiempo a recoger semillas y frutos para sobrevivir. Posteriormente comenzó a cazar pero únicamente para alimentar a los suyos. Con estas actividades limitadas y con la baja población sobre el planeta, nuestro antecesor no causaba ningún tipo de impacto negativo sobre los ecosistemas. Si bien en esos inicios el ser humano, como todos los animales, cumplía una función reguladora en el planeta, con su capacidad de pensar y aprender entendió que podía influir en el camino de la evolución natural y que podía sacar provecho de ella. Aquí se separó de sus creencias y costumbres y comenzó la depredación sin tener en la mira las consecuencias que de ello se derivaban.

En los primeros tiempos se trató del nacimiento de industrias rudimentarias que, aun cuando quemaban leña o carbón, no alcanzaban a tener impactos significativos en el contexto global. De esta manera se continúa hasta finales del siglo XIX, cuando aparece el punto de no retorno: la Revolución Industrial. Por esta época se comienzan a crear grandes industrias que no intentan producir lo indispensable sino generar capital. La preocupación por el ambiente se convierte en algo retórico y lejano pues los recursos del planeta parecían inagotables.

Las consecuencias

A hoy el hombre ha generado una importante modificación del entorno ambiental. Ha secado pantanos y humedales; repoblado territorios con especies  invasoras; talado bosques y selvas sin control; cambiado los regímenes hídricos construyendo grandes embalses; domesticado y sometido animales libres; extinguido especies por hedonismo puro, al tiempo que tiene especies en serio riesgo de desaparecer por su uso en moda o por un supuesto control de las poblaciones que nadie le otorgó al ser humano, pero del que este se apropió.

Desde el punto de vista práctico los seres humanos utilizamos a diario, y cada vez más, recursos extraídos de la naturaleza para nuestra supervivencia, lo cual es lógico, pero también para nuestro placer. Este último ha llegado a extremos que ponen en riesgo las posibilidades de supervivencia de nuestra especie.

Pero si el problema fuera solamente el placer quizá podríamos intentar algo. Lo grave es que no es solo este aspecto: desde la explosión de las bombas de Hiroshima y Nagasaki, en 1945, la carrera armamentista no ha parado y el desarrollo paralelo tampoco. Las armas son cada vez más letales pero también cada vez amenazan con fuerza la posibilidad de un cataclismo en caso de ser utilizadas. El  desarrollo ha generado fenómenos industriales como la “obsolescencia programada” que son poco menos que atentados contra la humanidad.

Algunas cifras impactantes

A manera de información básica quisiera mostrar algunas cifras que quizá indiquen mejor el daño que estamos haciendo a nuestro planeta:

  • El petróleo que consumimos en un año, le costó a la naturaleza algo más de un millón de años en su producción. De él no solo nos servimos para producir energía sino el plástico, que es quizá el más contaminante de los productos fabricados por el hombre debido a su resistencia, lo que hace que se biodegrade en un plazo entre 150 y 500 años. En la mayoría de los casos y, de manera absurda, solemos preferir alimentos empacados en plástico o icopor.
  • Según datos del BID, las industrias del planeta generan alrededor de 800 kilos de desperdicio por cada tonelada procesada en sus plantas. Esto significa que el 80% de los recursos que le robamos a la naturaleza no son realmente aprovechados en la forma en que debieran.
  • Durante los últimos 50 años, se han destruido más de 75 millones de hectáreas de bosques en el planeta, con las consecuentes pérdidas de la biodiversidad asociada a ellos.
  • No podemos pasar por alto el grave fenómeno del cambio climático, aun cuando algunas personas, entre ellas el presidente Trump, aseguran que no es producido por el hombre. La realidad, que se hace innegable, es que la producción industrial ha incrementado significativamente las emisiones a la atmósfera de gases de efecto invernadero, llegando a aumentar la temperatura promedio de la tierra en cerca de 2 grados en los últimos 80 años.

Anotaciones finales

Sin pretender hilar muy delgado, podemos asegurar que el gran motor de este desequilibrio ecológico es, sin duda alguna, el consumismo desbordado por parte de nuestra especie. Y este tiene parte de su origen en la ignorancia que manejamos en conceptos básicos del ambiente, cuyo conocimiento deberíamos mejorar a partir de una adecuada educación. Sin embargo, debemos tener en cuenta que en la mayoría de los casos el problema de fondo no es el conocimiento, sino el cambio de actitud.

Dado que el asunto no es dejar de consumir sino más bien consumir en forma responsable, la pregunta es ¿Cómo ser consumidores responsables? Y al respecto podemos dejar algunos tips prácticos que quizá ayuden en algo. Tengamos en cuenta que el problema es comenzar a caminar:

  • En ciudades con acueductos adecuados, como Bogotá, deberíamos consumir agua de la llave y así evitar el uso de empaques plásticos.
  • Deberíamos lavar la ropa en ciclos equivalentes a la capacidad máxima de la máquina, evitando el desperdicio de agua y energía asociado a su uso repetitivo; tengamos en cuenta que una lavadora promedio consume alrededor de 200 litros de agua por cada ciclo de lavado.
  • ¿Por qué no cerrar la llave mientras enjabonamos o cepillamos?
  • Los jabones y champús que utilizamos deberían ser biodegradables o de glicerina para evitar la contaminación.
  • La sola conexión de los aparatos eléctricos produce consumo aun cuando estos se encuentren apagados, Debemos desconectarlos, en especial los aparatos recargables cuando la carga está completa.
  • El apagar las luces cuando salimos de un sitio, así sea por pocos minutos, colabora en gran forma con la preservación del ambiente.
  • Si bien el transporte público produce contaminación, es evidente que esta es menor que la suma de los desplazamientos de la misma gente en vehículos particulares.
  • Utilizar elementos y empaques reciclables es una cultura que ayuda indudablemente a mejorar las condiciones ambientales del planeta.

La lista podría ser interminable y tendremos otras oportunidades de seguir con ella. Sin embargo vale la pena anotar que lo más importante en nuestra decisión de consumo es apoyar a aquellas empresas que están realmente comprometidas con el medio ambiente. Tengamos en cuenta que están protegiendo nuestra vida y la de nuestros hijos.

* alsanchez2006@yahoo.es @alvaro080255