Perspectivas. Don Hugo, otro escudero de los Cerros en Bogotá | El Nuevo Siglo
Nacido y criado en el barrio Atanasio Girardot, los Cerros Orientales fueron su jardín de juego.
Foto EL NUEVO SIGLO/Alex Londoño
Sábado, 21 de Mayo de 2022
Redacción Nacional

“Yo soy nacido y criado en el barrio Atanasio Girardot, que queda pegado a los Cerros Orientales, y desde que era muy peladito, no tendría más de ocho años, visitaba estas montañas con los niños del barrio. Las quebradas de Las Lajas y La Moradita eran nuestras piscinas y después de ir a la escuela, por lo menos dos veces a la semana, subíamos a jugar y a echarnos un baño”.

Así comienza su relato Hugo Mendoza, un hombre que ha dedicado toda su vida a la protección de los Cerros capitalinos que tanto ama y que lleva una vida siendo testigo de su evolución. “Imagínese, hoy tengo 65 años y sigo viviendo por estas montañas”.

A los 14 años conformó varios grupos juveniles con los que subían por lo menos una vez al mes al Aguanoso, al río Fucha, al páramo Cruz Verde, al Chorro de Padilla, al Vicachá, al Pico del Águila, y después extendieron sus grupos con otros aficionados que hacían lo mismo por Usaquén, Chapinero, Usme y Yomasa, “y así fuimos reconociendo todos los rasgos de los Cerros”.



Por la protección de los Cerros

Transcurridos algunos años, la afición de don Hugo se transformó en activismo, cuando en 1977 Colombia se trazó una línea jurídica que estableció la protección de los Cerros Orientales y él estuvo ahí, en primera fila, atento a los vientos de cambio.

“Desde ese año el Distrito se tuvo que comprometer a la conservación de la fauna, la flora y, sobre todo, de los recursos hídricos de las montañas capitalinas que hacen parte del ecosistema de Chingazá, de Sumapaz, y ahí comencé a relacionarme con más amigos y ambientalistas para desarrollar un activismo ambiental formal en torno a la protección de esta pieza de lo que hoy conocemos como Estructura Ecológica Principal (EEP)”.

En el colegio hizo parte del Comité Ambiental, luego fue presidente de la Junta de Acción Comunal del barrio y vicepresidente de la Asociación de Juntas, y con el paso de los años don Hugo se constituyó como uno de los fundadores de la Mesa Ambiental de los Cerros Orientales, que hasta el día de hoy ha velado por el cuidado de la montaña.

Pero más allá de la protección de los Cerros, hubo un factor determinante en el trabajo como activista de don Hugo. Una de las consecuencias de la resolución de 1977 fue el desalojo de cientos de familias que, sin saberlo, vivían en zonas de reserva.

Recuerda que una de las zonas en donde más familias desalojaron fue la vereda Monserrate. En su memoria lo tiene claro: fueron unas 300 familias que fueron reubicadas, a otras les compraron… “pero había muchas anomalías en torno a las acciones del Distrito” y por eso don Hugo y otros colectivos acompañaron estos procesos, con un ojo bien puesto en el componente jurídico.

“Mantuvimos la movilización porque las alcaldías locales cerraban casas y ponían querellas cuando alguien ponía unas tejas o cambiaba una ventana. Había muchas de estas acciones en todas las alcaldías de las seis localidades que colindan con los Cerros. Nos movilizamos y denunciamos estos y otros hechos que se venían cometiendo, por ejemplo de gente que se apoderó de la laguna de Choachí”, precisó don Hugo, quien sonríe y asegura que con cada recorrido sigue conociendo cosas nuevas de los cerros. “Uno vuelve a subir y conoce otro pedacito. Creo que no los voy a terminar de conocer”.

Y es que, testigo de primera mano, Hugo estuvo presente en el recorrido (que recuerda, duró dos días) que hizo la magistrada del Consejo de Estado por los 300 barrios que estaban dentro de la franja de adecuación; estuvo presente cuando salió la resolución 443 de 2014 y cuando se consolidó el Comité de Interlocución y el Pacto de Bordes, ambos mecanismos que ayudaron a determinar qué entraba y qué no dentro de la franja de adecuación.

“Todo ese proceso determinó que, de aquí para arriba, no habría una vivienda más y eso fue una ganancia grandísima para todos, desde el estrato 0 hasta el estrato 10. Y desde que salió el decreto 485 de 2015, que les dice a la Nación y al Distrito cómo conservar, preservar, rehabilitar y recuperar algunas zonas de franja que están deterioradas, sobre eso trabaja la Mesa Ambiental. Es que yo, más que caminante de los Cerros, lo que hago es defender no solamente sus caminos, sino todo lo que hay y lo que son estas montañas”, precisó.



Caminante de los Cerros

Ahora, con la fundación de la Mesa de los Cerros Orientales, que nació con el nuevo milenio, don Hugo comenzó a recorrer aún más esta ficha de la Estructura Ecológica Principal en una serie de expediciones con ingenieros forestales y agrónomos para conocer más sobre la “cientificidad, que llaman ellos, de las estructuras de este lugar. Son muy ricos, en muchas actividades como la minera, para la elaboración de ladrillo, y es un peligro que los comiencen a destruir por sus bondades”.

Y es que la reflexión es lógica: recuerda que, aunque desde que Jorge Eliécer Gaitán fue alcalde de Bogotá se comenzó a negociar con los que vivían al lado de los Cerros para preservar las montañas, cuando se consolidó el barrio Cundinamarca, la conciencia alrededor de su protección es más bien reciente.

“Antes se hacían caminatas e iban destruyendo a su camino el páramo, arrancaban los frailejones para acostarse, hacían hogueras y los mismos guardabosques del Acueducto improvisaban cocinas para hacer caldos, tamales, cogían leña… Y eso hace no más de 10 años”, puntualizó don Hugo, quien trabajó agricultura urbana y uso eficiente del agua, y lucha para que la gente entienda que abrir un grifo que saque agua pura no es algo tan elemental como la gente piensa.

“Hoy hacemos pedagogía ambiental, caminatas por los derechos de los jóvenes a un ambiente sano y con ellos hacemos charlas antes de subir. La pedagogía es todo y hoy tenemos alrededor de 120 grupos de jóvenes en las seis localidades que todos los días visitan los Cerros contando historias. Cada localidad tiene sus respectivas cartillas e incluso jóvenes del barrio La Perseverancia se convirtieron en guías de las personas que quieren visitar el Pico del Águila. Falta mucho”, dijo don Hugo, quien inculcó a sus hijos el amor por la naturaleza y hoy una de sus hijas trabaja en esta pieza de la cordillera colombiana como guía de apoyo.