Estas son las 'Crónicas' de Mauricio Gómez Escobar | El Nuevo Siglo
Mauricio Gómez, periodista y escritor
Foto cortesía Fundación Gabo
Sábado, 14 de Mayo de 2022
Redacción Cultura

EN noviembre de 2015, Mauricio Gómez Escobar publicó “Crónicas” bajo el sello editorial de Penguin Random House, un compendio de algunos de los trabajos que realizó al reencontrarse con el periodismo por invitación de Yamid Amat en CM&. Fueron ocho años de viajes explorando e indagando por Colombia en compañía del camarógrafo, Nelson Abril para dejar testimonio inigualable de la realidad nacional. Ésta es una pequeña muestra de ello.

Río Bogotá, solo ocho kilómetros de vida

21 de noviembre del 2011

¿Saben los bogotanos por dónde pasa el río Bogotá? Esto preguntamos a algunos de ellos.

-Pasa por varios lados

-¿Cómo  cuáles?

-Hum, se me olvidó. No sé, el río Bogotá… No, no señor.

-No recuerdo por qué parte pasa el río Bogotá. No.  Me ponchó.

Muy poco o nada sabemos del río Bogotá.  Comparado con otros ríos del país, no es un río caudaloso.  Recorre solo 380 kilómetros. Al pasar por la capital recoge todos sus desechos domésticos e industriales.  Esto lo convierte en uno de los ríos más contaminados del mundo. El río nace y muere en Cundinamarca. Tiene tres tramos: la cuenca alta, desde su nacimiento, cerca de Villapinzón, hasta la población de Cota; la cuenca media, en su recorrido a través de la capital, hasta el embalse del Muña, al sur de la sabana; y la cuenca baja, desde el embalse del Muña hasta su desembocadura en el río Magdalena, en Girardot.

El río nace en el páramo de Guacheneque, en el municipio de Villapinzón, a 3300 metros de altura sobre el nivel del mar. Es un páramo frágil, amenazado por mineros, paperos, ganade- ros y pirómanos.  Las fuentes de agua surgen de espesos musgos que crean corrientes que forman un primer lago.  Para proteger el nacimiento del río, en estos bosques de niebla que son los que preservan el agua, la Gobernación, el Municipio y la CAR han adquirido desde 1995 unas 1500 hectáreas.  El estado cristalino de sus aguas dura poco. Después de un descenso de 8 kilómetros llega a la población de Villapinzón, que lo bautiza, no solo con sus aguas residuales, sino también, desde hace más de 100 años, con los desechos químicos de quienes curten pieles en un proceso industrial. En este procedimiento se utilizan elementos altamente contaminantes, como plomo, cromo y tanino, que van a dar directamente al río. Para verter fácilmente los desechos al río, las curtiembres se han construido, ilegalmente, en sus márgenes. De las 150 que hay en Villapinzón y Chocontá, solo dos tienen plantas de tratamiento.

Más al sur, la presión sobre el pequeño río crece con la aparición de industrias, canteras, cultivos intensivos y ganadería. Allí el contenido de oxígeno disminuye seriamente y por ello sorprende ver que en esta zona subsiste aún el pez capitán, que se ha adaptado a la polución a lo largo de los siglos.

Otra situación crítica de la cuenca alta se presenta más al sur, en los municipios de Chía y Cota, en donde con frecuencia se presentan serias inundaciones. Para evitarlas los propietarios de estas tierras construyen jarillones, aunque se inunde al vecino. Solo la CAR está autorizada para hacer los jarillones y deben construirse únicamente con tierra. Sin embargo, excepcionalmente y en situaciones de emergencia, los particulares pueden hacer los jarillones de manera temporal para salvar sus vidas y sus bienes. Pero las obras se vuelven permanentes, quitándole al río su capacidad natural de inundación, como ha ocurrido en la Universidad de la Sabana, en el Puente del Común en Chía.  La universidad no solo está construida por debajo del nivel del río, sino dentro de la zona de ronda, o de protección del río, que es de 30 metros. La Universidad de la Sabana está condenada a luchar contra el río.

No lejos de allí, literalmente se está acabando con el río Bogotá.  Aprovechando la falta de controles y ante la ausencia de sanciones, cientos de hectáreas alrededor de la cuenca del río en Chía y Cajicá están siendo sometidas diariamente a nivelaciones ilegales por parte de las urbanizadoras, a la vista de todos.  En Cota grandes hileras de camiones hacen largas filas para descargar escombros llevados de Bogotá, lo que también es ilegal.  Aquí se rellenan los terrenos vecinos al río para futuras urbanizaciones. El negocio marcha bien para los asesinos del río. Se paga el viaje de tierra y escombros entre 120 y 240 000 pesos, dependiendo del tamaño de la volqueta. El dueño del terreno gana 60 000 pesos por viaje y se cree que los alcaldes, que han dado ilegalmente las autorizaciones, también perciben su tajada. Estos rellenos hechos contra todas las normas y sin reflexión alguna tapan los canales y vallados existentes, lo que ya ha ocasionado serias inundaciones en estas urbanizaciones de estrato 5 y 6, que siguen floreciendo sin que nada, ni nadie, las detenga.

Para sacar las industrias de la ciudad, el plan de ordena- miento territorial de la CAR permite que se instalen en esta zona industrias agropecuarias y forestales. Pero como se colaron los constructores, en poco tiempo terminarán con las vegas y zonas de descanso del río, que siguen desapareciendo día a día sin que ninguna autoridad competente, empezando por la Car, haga algo para impedirlo.


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Guainía: el contrabando de tungsteno y coltán sigue creciendo sin ningún control

19 de junio del 2013

El departamento de Guainía, con sus 72000 kilómetros cuadrados, es el quinto más extenso del país. Todo su territorio es reserva forestal. De los 45 000 habitantes guainianos, 19200 viven en la capital, Inírida, que toma el nombre de una flor endémica de la región. El 65% de la población pertenece a varios grupos indígenas y el resto es población mestiza. Guainía no cuenta con carreteras y el transporte de personas, ganado o mercancías se hace por río. Hasta el final de los años noventa poco se sabía de este territorio. Dos intentos fallidos de tomas armadas de Inírida por parte de las farc, en 1999 y en el 2003, recordaron que Guainía es territorio colombiano. Desde entonces la presencia de las Fuerzas Armadas se ha reforzado. Hoy Inírida cuenta con un batallón de Infantería de 1500 hombres y una base de la Armada con varias embarcaciones rápidas y una nueva patrullera fluvial.

Desde el 2008 no se han presentado combates armados con la guerrilla. La presencia de la Armada, el Ejército y la Policía hace hoy más difícil el contrabando de gasolina y víveres provenientes de Venezuela. Su magnitud es completamente desconocida, pues no existe ninguna relación, menos colaboración, con la Guardia Nacional venezolana.

Las plantaciones de coca disminuyeron en Guainía tanto por las erradicaciones manuales entre el 2002 y el 2008 como por la eliminación del “Negro Acacio” de las farc, en septiembre del 2007. Este jefe guerrillero era quien controlaba el narcotráfico en esta región.

Entre 1985 y 1995, el río Inírida llegó a tener más de 100 dragas que acabaron con el oro superficial. Pero a partir del 2012 surgió en Vichada, Vaupés y Guainía un nuevo contrabando: el de las llamadas arenas negras: tungsteno y coltán. El coltán es un material maleable de gran dureza que soporta temperaturas hasta de 3000 grados centígrados. Es útil en la construcción de teléfonos móviles, televisores de plasma, satélites, misiles y marcapasos, entre otros dispositivos.

Todo el territorio de Guainía es reserva forestal y por ello no debería haber minería. Pero el coltán se está explotando en la cuenca media y alta del río Inírida, en el Parque Nacional Puinawai, adonde los funcionarios de Parques Nacionales no pueden ir desde el 2010 por amenazas de muerte.

Para indagar sobre las características de este negocio y sobre los responsables, preguntamos a César Meléndez, director de la Corporación para el Desarrollo Sostenible del Norte y Oriente Amazónico, Guainía, Guaviare y Vaupés, CDA.

—Allí está un sector que es llamado Cerro Tigre. En este momento tiene cerca de 400 personas. Hay explotaciones por el orden de 60 toneladas mensuales. Hay indígenas y no indígenas trabajando. Todos están bajo el control de fuerzas armadas al margen de la ley, legalizados con licencias que hay en otras partes del país. Están manejando este tráfico por diferentes rutas, llevando la carga hacia el centro del país.

-¿Quiénes están detrás de este negocio?

-Inicialmente había personas locales que aparecieron con algunos recursos. Empezaron a comprarles a los indígenas que exploraban a nivel superficial con una pala. Luego empezaron a aparecer otros acopiadores, ya con unos recursos más grandecitos, [y] movían volúmenes más grandes. Y ahora lo que se habla es que hay multinacionales con muchos recursos, con muchos manejos, que están moviendo volúmenes mucho más grandes.

Cada kilo de coltán se paga a 9000 pesos en la mina y a unos 180000 en el mercado internacional. La explotación es controlada por las farc, que cobran en la mina una vacuna de 5 millones de pesos por tonelada. Durante el transporte hasta San José del Guaviare, los frentes 44, 16 y 7 de las farc cobran cada uno 3 millones de pesos más de vacuna por tonelada. Se cree que de allí se envía por tierra a Bogotá.

A pesar de las vacunas guerrilleras y de los costos de transporte, el coltán es mucho más rentable que las drogas. Por falta de instrucciones, la CAR regional en Inírida no sabe qué hacer con un decomiso de 30 toneladas de arenas negras. Por ahora no hay retroexcavadoras en las minas, pero a punta de sierras, palas y pequeñas máquinas los efectos empiezan a ser visibles desde el aire. Guainía fue declarado zona minera estratégica. Gracias a esta medida, una treintena de títulos mineros quedaron suspendidos, así como cualquier otra solicitud. El Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible se tomará uno o dos años para estudiar la zona y decidir el futuro de uno de los territorios vírgenes que queda en el país.

Un gran descubrimiento

25 de noviembre del 2013

En el año 2008, las Empresas Públicas de Medellín (EPM) obtuvieron en licitación pública la construcción de la subestación eléctrica Nueva Esperanza para la región central del país. Beneficiará a 10 millones de personas. El sitio para su construcción está situado al sur del municipio de Soacha, en Cundinamarca, cerca del Salto de Tequendama. Para la realización del proyecto se hicieron estudios de impacto ambiental en un lugar que estaba sembrado con lechuga, maíz y zanahoria. El subcontratista, Ingetec, hizo los estudios para EPM y en el primer muestreo aparecieron numerosos fragmentos de cerámica en superficie. Se formuló entonces un plan de manejo arqueológico, que desde entonces se desarrolla alrededor de ocho carpas. De 559 sondeos que se hicieron cada 20 metros, solo en tres no apareció nada. Así se lograron identificar las zonas de mayor concentración. Al aparecer la primera tumba y la primera vasija en este lugar, se aumentaron los pequeños cortes iniciales. Un georradar dio cuenta de numerosas anomalías y alteraciones en el subsuelo. El lugar que ocuparía la subestación, de casi 5 hectáreas, es el que se está rescatando. Con palas se extrae la tierra para ser removida y de esta manera se obtienen pedazos de cerámica que son minuciosamente clasificados. Los llamados “rasgos” son círculos que se van a excavar.

John Alexander González, arqueólogo de Ingetec, da cuenta del hallazgo: Aquí estamos en lo que es el poste central. Debería estar erigido en este sector. Los postes laterales, los que dan la forma a la vivienda, son los que están alrededor. Finalmente vamos a completar la estructura dando una especie de circunferencia en este punto.

EPM

La neblina está presente a diario en este lugar. Se han encontrado más de 100 estructuras funerarias. Algunos individuos aparecen con la cabeza hacia el sur y los pies hacia el norte, pero individuos completos no se han encontrado, pues la acidez del suelo ha destruido total o parcialmente los esqueletos. Entre el año 900 antes de Cristo y el 900 de nuestra era, en este lugar del altiplano cundiboyacense habitaron sociedades anteriores a los muiscas, que se han llamado “del período Herrera”. Estudios genéticos muestran que sí hubo continuidad entre el período Herrera y los muiscas. Allí trabajan 170 personas, entre arqueólogos y obreros, la mayoría de estos, habitantes de la región.

Las excavaciones que empezaron en el 2012 han sido exitosas gracias a la metodología y los acuerdos logrados entre los arqueólogos, las epm y el Instituto Colombiano de Antropología e Historia. La riqueza del sitio, al lado del Salto de Tequendama, lugar sagrado para los indígenas, consiste en los datos que contiene, principalmente sobre las estructuras públicas prehispánicas, de gran tamaño y únicas en el país.

El mismo arqueólogo de Ingetec, John Alexander González, explica:

plica:

—Lo que nos muestra la excavación finalmente es la existencia de una estructura rectangular con unos postes laterales que están a izquierda y a derecha, que van en un eje norte-sur, y en el centro unos postes más gruesos que aparentemente corresponden a los postes centrales de la estructura. Este tipo de estructuras no ha sido comentado a nivel arqueológico. Y para la Sabana de Bogotá, que normalmente se asocia a estructuras redondas, estas serían como las primeras estructuras rectangulares en un contexto prehispánico.

—¿Nunca se ha encontrado algo rectangular?

—No. Asociado a… o en la Sabana de Bogotá, no.

Se hallaron muestras de cerámicas prehispánicas, como vasijas subglobulares de cuello estrecho, tanto bajo como alto (múcuras), y vasijas con motivos antropomorfos. También se encontraron husos de piedra y algunas piezas de oro.

A pesar de su innegable importancia, no hay referencia a este sitio en ninguna crónica de los españoles. Y de los 20 000 fragmentos de cerámica recogidos hasta ahora, menos del 1% podría ser asociado al período español.

En otro lugar están los vestigios del que sería el edificio indígena más grande jamás hallado en Colombia.

Estamos hablando, más o menos en total, de 20 metros de largo por, más o menos, 10 metros de ancho. Tenemos entonces unos diámetros de huellas de poste en conjunto de casi […] 1,60 metros de diámetro. Adicionalmente hacia las afueras de la estructura tenemos dos hileras de huellas de poste que también tienen arcilla pero son un poco más delgadas.

Al final de los estudios se podrá hacer un estimativo sobre el número de personas que habitaron esta aldea. Las labores de rescate de casi 8 hectáreas terminarán el 1° de diciembre del 2014. Después se dará carta blanca para iniciar las obras de la subestación, pero habrá siempre arqueólogos al lado de buldóceres y retroexcavadoras. Este rescate arqueológico tiene un alto costo y las Empresas Públicas de Medellín, con él, dan ejemplo. No solo aplazaron la construcción de la subestación sino que además han asumido la totalidad de los 3000 millones de pesos que cuesta este importante rescate arqueológico.

Por su extensión y por el número de personas que trabajan en ella, esta es la mayor excavación de una cultura prehispánica realizada en el país a lo largo de nuestra historia. Sus hallazgos nos darán una nueva y valiosísima información sobre aspectos desconocidos de nuestros antepasados en el altiplano cundiboyacense.


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El mayor saqueo arqueológico

26 de noviembre del 2013

Algo imprevisto ocurrió en 1992 cerca de Palmira, en el Valle del Cauca. Durante los trabajos de nivelación de terrenos para el cultivo de caña de azúcar en la hacienda Malagana, fueron descubiertos accidentalmente los vestigios de una antigua cultura.

La noticia se divulgó en los periódicos locales y muy pronto se extendió como fuego.

Nelson Triviño, huaquero, vive a 400 metros del lugar del hallazgo y se fue con familiares y amigos a huaquear. Cuando lo encontramos le preguntamos:

—¿Qué encontraron?

—Cosas en cerámica, en piedra y en oro.

—¿Salió mucho oro?

—Bastante.

—¿Cómo cuánto?

—¡Jaaa!

—Por ejemplo, ¿su grupo cuanto oro cogió?

—En el grupo de nosotros por ahí, por ahí unas tres arrobas.

Los restos hallados dan cuenta de una civilización que existió entre los años 500 antes de Cristo y 500 de nuestra era. Malagana se convirtió en el mayor saqueo arqueológico de nuestra historia, perpetrado delante de todos y a plena luz del día.

15000 improvisados huaqueros convirtieron a Malagana en el sitio arqueológico más grande que se haya destruido y saqueado en América Latina.

Al lugar llegaron ingleses, franceses, alemanes y norteamericanos con baúles de dólares, comprando todo lo que saliera.

La arqueóloga Sonia Blanco fue testigo de ello:

Venían unos carros, con placas oficiales incluso, esperando ver qué salía para comprar. Se vendía tierra en costales para después tamizarla. Inicialmente solo se compraba oro, pero cuando la cerámica tenía esa espectacularidad que tiene empezaron a comprar masivamente también objetos de cerámica.

Soldados y policías participaron activamente en el saqueo y fueron premiados con piezas de oro por su complicidad.

El lugar donde se encontraron más objetos es una tumba rodeada por otras cinco. Se le denominó Sanandresito, porque allí salió de todo.

Se formaron 15 grupos de huaqueros compuestos cada uno por unas 20 personas. Cuatro meses después del hallazgo un funcionario del Museo del Oro contactó a los huaqueros y les ofreció comprar todo lo que tenían, menos narigueras y dijes. Los huaqueros fueron llevados a Bogotá en un avión militar y alojados en un hotel. Días después el funcionario les dijo que todavía no se había reunido la Junta Directiva del Banco de la República, pero que él tenía compradores, claro que quedándose con un porcentaje del negocio, el 20%.

Las mejores piezas de este saqueo cayeron en manos de tres comerciantes internacionales de tesoros precolombinos, con lo que se aseguró su salida del país, que en ese momento era legal.

Por haber reaccionado tarde, el Museo del Oro logró quedarse con solo, tal vez, un 1% de lo encontrado.

La cerámica malagana se caracteriza por los colores rojo y crema.

El oro lo trabajaron los indígenas con la técnica de martillado, repujado y en filigrana. Utilizaron también el método de la cera perdida y usaron piedras como el cuarzo y la obsidiana.

Por ley, desde el 2002, el Museo del Oro no puede adquirir más objetos arqueológicos.

—¿Esto no es malo para el museo?

La directora del Museo del Oro de Bogotá, María Alicia Uribe, explica.

—Nosotros creemos que estos objetos deben salir del comercio, de cualquier tipo de transacción comercial. Tenemos que enseñarle a la gente, divulgar, que ese es un patrimonio nacional, que la gente sienta que estos objetos deben estar en los museos.

O deben registrarlos si la gente los tiene, o si los quiere tener y los ha tenido por mucho tiempo.

Entre tanto, el señor Nelson Triviño nos muestra orgulloso algunas de sus más preciadas piezas, con las que aspira abrir algún día un parque temático. Él cree que hay todavía mucho por explorar.

De una superficie de 20 kilómetros cuadrados que se cree contiene los restos de la cultura malagana, con el saqueo fueron destruidos . Para los 14 restantes, el Instituto de Antropología e Historia (Icanh) ha propuesto un plan de manejo a 20 años, pero se estima que solo será realizable con cooperación internacional.

Se cree que lo enterrado allí podría superar las cuatro toneladas de objetos precolombinos. Pero como buena parte de ellos ya salió para el exterior, este se constituye en el mayor saqueo. arqueológico de nuestra historia.