Trump reforzará su estrategia en Siria | El Nuevo Siglo
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Domingo, 15 de Abril de 2018
Pablo Uribe Ruan @UribeRuan
El viernes, por la noche, Estados Unidos, Reino Unido y Francia bombardearon parte de Damasco y otros enclaves del régimen. El ataque fue parecido a lo que se vio hace un año: por aire, sin infantería. Es la segunda vez que Washington bombardea Siria. Sin embargo, no representaría ningún cambio en su estrategia

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LA GUERRA en Siria, siete años después, parece estar destinada al inconmensurable paso del tiempo. Sigue igual, inmodificable, lenta y sonsa. Nada cambia, siete años después de que comenzó. Salvo los avances de las fuerzas leales a Basher al Assad, que, con tal de que su líder siga mandando desde Damasco, ultrajan las convenciones del derecho de la Guerra. Sí, lanzan químicos.

Algunos la han llamado la “peor guerra desde la Segunda Guerra Mundial”. Están involucrados países, grupos terroristas, organizaciones separatistas y, en el medio, una población indefensa que, como siempre, es la más afectada. No es que haya un país, no es que sólo el Estado Islámico desafíe a Washington y se maten sólo sirios. No. Hay un poco de todos.

El mundo en un país

En Siria está el mundo. O aquellos que lo manejan: Estados Unidos, Rusia, Francia, Alemania. A ellos se suman otros países, como Irán, Israel, Arabia Saudita y Turquía. Están, también, diversos grupos terroristas, como las disidencias de al Qaeda (el frente Al Nusra), Hezbolah y el Estado Islámico. Y, como si fuera poco, los grupos separatistas kurdos dominan gran parte del territorio.

Están todos, pero no queda nadie. Es, como toda guerra, una paradoja. Llegan muchos (militares), pero salen muchos civiles. En la medida en que avanza, las partes se esfuerzan e ilegitiman sus, quizá en un principio, válidas intenciones. Para mantener el status quo o romper este juego de élites, masacran a su población.

Una de las peores masacres o genocidios (al Assad será, en unos años, más repudiado de lo que llegó ser Slobodan Milošević) fue ejecutada hace ocho días, en Duma, al lado de Damasco. A las 4 de la tarde de Siria, el régimen bombardeó la calle Omar bin Al Jatab, donde se escondían centenares de rebeldes que no negociaron la salida de la ciudad.

En el ataque, murieron 70 personas y otras 500 resultaron heridas con “síntomas de exposición a un agente químico”, según los Cascos Blancos. Horas después, algunos de los afectados quedaron con “quemaduras en la córnea” y expulsaron “espuma de la boca”, una muestra de que se trataba, una vez más, de un ataque químico.

Uno más. Uno de tantos. Desde 2014, según Gregory Klobentz en Foreign Policy, “los rebeldes de Idlib, Hama, Aleppo y otros lugares han sido objeto de al menos 120 ataques químicos”. Estos ataques, perpetrados con bombas de barril llenas de cloro, se lanzaron contra énclaves rebeldes, lo que no deja de ir en contra de la norma del derecho de la Guerra, que prohíbe el uso de armas químicas en cualquier circunstancia. El fin de semana, como respuesta al ataque, Donald Trump envío una serie de tuits culpando a Rusia de las acciones en Siria. “Enfermos”, les dijo a Moscú y Teherán y sentenció que los responsables “pagarán”. Una semana después, sus aviones no han atacado (hasta el cierre de esta edición) a las fuerzas de al Assad, como se rumoró.

No es otra estrategia

“Los misiles llegarán”, tuiteó el miércoles. Y llegaron, dos días después. A las 8:30 de Colombia, el viernes, múltiples aviones norteamericanos, en coalición con Reino Unido y Francia, atacaron diferentes enclaves del gobierno sirio en Damasco y las zonas aledañas.

El secretario estadounidense de Defensa, el general Jim Mattis, afirmó  "hemos enviado un mensaje claro", en referencia a los ataques."Es momento de que las naciones civilizadas se unan con urgencia para poner punto final a la guerra civil, apoyando el proceso de paz apoyado por las Naciones Unidas".

siria

A su vez el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos (OSDH) dijo que “registraron bombardeos occidentales contra centros de investigación científica, varias bases militares y locales de la guardia republicana en Damasco y sus alrededores".

En diálogo con EL NUEVO SIGLO, Nicholas Heras, miembro del Centro para una Nueva Seguridad Estadounidense (CNAS, siglas en inglés), anunció que la administración de Donald Trump (esto fue ante del ataque) “quería enviar un mensaje en Siria de quien es el jefe”, ampliando su pie de fuerza. Sin embargo,  “como dijo el secretario de Defensa, Jim Mattis, Estados Unidos no se quiere involucrar en una guerra civil” y seguiría la misma estrategia de la administración Obama “que es similar” a la de Trump.

El ataque no fue muy diferente al que hace un año lanzó Trump, como respuesta a otro ataque químico. La estrategia parece ser la misma. Como dijo Mattis, Estados Unidos no quiere pasarse de la “línea roja”, que no es más que seguir lo que ha venido haciendo: bombardear, bombardear, de vez en cuando.

Doce buques de guerra

Estados Unidos, de la misma forma que hizo cuando Kim Jong-un lanzó el último misil a finales de febrero, envió un contingente de buques de guerra a territorio sirio. Este, sin embargo, es mucho más grande que el transportado a aguas del mar de Japón y recuerda, de alguna forma, la movilización del contingente militar a Iraq, en 2003.

Según The New York Post, Estados Unidos movilizó “la mayor fuerza de ataque estadounidense desde la guerra de Irak que avanzó hacia Medio Oriente”. El portaviones USS Harry S Truman zarpó el miércoles “con cinco buques de guerra de escolta” y “se esperaba que se unieran cuatros destructores y dos submarinos de propulsión nuclear”, dijo el Times de Londres.

Los bombardeos intentan mandarle un mensaje a Rusia, más que al Assad. Porque la administración de Trump cree que es Rusia el principal actor para resolver la guerra: Heras

Esta movilización, que alertó a la familia de al Assad y a los altos mandos del régimen que están escondidos desde el jueves, parece un movimiento de disuasión. Es claro que la intención de Trump no fue, de momento, realizar la mayor maniobra del ejército norteamericano en Siria.

Francia, el mayor aliado de Estados Unidos en terreno después de Israel, un jugador determinante en todo lo que está pasando, acompañó el ataque, situación que no sorprende, ya que París ha perpetrado numerosos ataques contra el Estado Islámico luego de la escalada terrorista en su territorio. La diferencia, en esta oportunidad, es que lo ejecutaría contra las fuerzas de al Assad.

 “Los bombardeos intentan mandarle un mensaje a Rusia, más que al Assad. Porque la administración de Trump cree que Rusia es el principal actor para resolver la guerra”, dijo Heras a este Diario y destacó que “el desafío sigue siendo controlar al Estado Islámico y no dejarlo retornar a la parte este de Siria. Esto es muy distinto a la guerra entre los rebeldes y al Assad, en oeste”.

Es claro que Washington, después de repetidos fracasos en Afganistán e Iraq, no quiere repetir la misma historia. Por eso, su estrategia sigue siendo atacar por el aire, capacitar a grupos rebeldes y actuar en conjunto con Israel, un aliado fundamental en Medio Oriente.

Israel, al pie de la letra

No pasaron más de 24 horas. Tras el ataque químico en Douma, Israel atacó a una base iraní en Palmira, reportó Al Jazeera. Esta acción, sin embargo, no fue una represalia contra las acciones de al Assad, sino la continuación de operativos por parte de las fuerzas israelís que intentan frenar la consolidación de Irán en territorio sirio.

Irán ha sido, desde que el régimen de los ayatolás empezó a gobernar en Irán en el 1979, la mayor amenaza para Israel, hoy gobernado por los conservadores del partido “Likut”. Su aliado, Estados Unidos, tiene la misma idea de que Teherán es un actor muy peligroso y su avance en Siria genera una mayor amenaza.

Desde la salida del Estado Islámico, Irán ha aprovechado para copar los terrenos dejados por el grupo terrorista y ha ampliado la financiación de grupos al servicio de al Assad, como Hezbollah.

Israel tiene claro que Irán es el mayor beneficiado del momento actual en Siria. Tiene, por un lado, la posibilidad de ampliar sus zonas de influencias bajo la disculpa de apoyar al Assad (siempre ha sido cercano a esta familia) y blinda, por el otro, sus fronteras; además, consolida su alianza con una potencia como Rusia.

La pregunta es, como lo plantea Joe Macaron en Al Jazeera, ¿hasta qué punto Washington, que también es una potencial víctima del avance de Teherán, es capaz de involucrarse en una guerra directa con Irán, impulsado por Israel?

La tiene difícil Rusia

A Trump no le importa al Assad; a Trump le importa Rusia. A diferencia de Washington, Moscú no dudó en intervenir en Siria. La tenía más fácil, claro. Históricamente, ha sido aliado del régimen sirio, pese a que la hegemonía de al Assad fue impuesta por fuerzas occidentales.

Tras siete años de guerra y sin un ganador, aunque sean claro los avances de las fuerzas leales a al Assad y la eliminación parcial del Estado Islámico, Moscú ha sido uno de los responsables de golpear a los rebeldes, que son financiados por Qatar y Arabia Saudita. (Sí, el mundo está en Siria)

Pero el ataque químico perpetrado por al Assad en Douma demuestra que su nivel de dominio sobre la coalición del régimen no es tan grande, como se creía. Desde la ONU, Rusia ha rechazado las acciones y ha dicho que espera la certificación del equipo de la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ), cuya misión estudia lo ocurrido.

Aparentemente, “Rusia no tiene control sobre el régimen sirio, lo que también significa que probablemente no puede controlar a Irán. Por lo tanto, Rusia está atrapada en un posible fuego cruzado”, escribe George Friedman, experto en asuntos de Medio Oriente, en el portal Geopolitical.

Pase lo que pase, todo indica que Estados Unidos, cuyo contingente aéreo navega frente a Siria, no va cambiar de estrategia. El ataque aéreo fue un golpe certero contra el régimen de al Assad, pero eso no cambia que Trump seguirá haciendo lo mismo que hizo Obama. Atacar por el aire, esperar, mientras Israel frena a  Irán.