Los estertores del castrismo | El Nuevo Siglo
Martes, 17 de Abril de 2018
  • ‘La revolución del hambre’
  • Díaz-Canel, heredero del régimen

El nepotismo ha sido una de las características del castrismo en Cuba. Desde la llegada al poder del comandante Fidel Castro, en 1959, su hermano Raúl le seguía sus pasos y actuaba como su sombra. Uno y otro fueron responsables de pasar al paredón a contrarrevolucionarios, señalados oligarcas y a todos los enemigos del régimen. Y también se les señala de haber sacado del camino, uno a uno, a los comandantes y líderes que por su popularidad, talento o influjo en el pueblo o las milicias, podrían llegar a disputarles en un momento dado el poder. Así los líderes cubanos más capaces fueron eliminados, otros condenados a prisión o sometidos a trabajos forzados. En tanto otros comandantes, más mediocres o más sumisos, pudieron ascender y pasaron a ocupar en las milicias o en el gobierno los más altos cargos, en los cuales la única condición era la lealtad cien por ciento a los Castro.

En la cadena de jefes asesinados se destacó Camilo Cienfuegos, al que las milicias admiraban y seguían. Su popularidad y ascendiente sobre las bases populares al final determinaron su muerte. Incluso el “Che” Guevara estuvo a punto de ser eliminado varias veces por efectivos del régimen. Se dice que los Castro lo mandaron a pelear en la guerra de liberación en Angola, con la idea que cayera en la lucha. Pero no ocurrió y regresó a Cuba a cumplir diversas misiones. Pasaría luego a manejar la banca oficial y promover la industria, campos ambos en los que fracasó estruendosamente. La mayoría de las empresas que habían expropiado el régimen fracasó después en manos de los milicianos. Hasta la famosa zafra azucarera decayó y Cuba salió del top de exportadores mundiales de azúcar. Al final la muerte alcanzó al “Che” en Bolivia…

El gobierno isleño se ufana de acabar con el analfabetismo y tener un sistema de salud ejemplar para el mundo. Sin embargo, en torno a ese último logro se fomentó un mito, ya que si bien se simplificaron los estudios de medicina y mejoró la atención al público, no así se revolucionó la ciencia médica. Igual ocurre con otras políticas que no tuvieron el éxito ni cobertura que se pregona en la propaganda oficial.

En realidad Fidel Castro fue un maestro de la negociación y del engaño. Logró que los rusos financiaran a Cuba y por largos años recibió de Moscú cuantiosos beneficios y petróleo, recursos con los que pagaba los magros salarios de sus milicianos y burócratas. Cuando se acabó la “Guerra fría”, llegó un momento en el cual los grupos guerrilleros latinoamericanos le enviaban dinero y se valía de todas las argucias y trampas para obtener divisas. Años después el salvavidas de la “revolución cubana” fue el presidente venezolano Hugo Chávez, que sufragó económicamente y  sin medida al régimen isleño.

Al final de cuentas lo que logró la revolución cubana fue  igualar a la población, pero por lo bajo. Consiguió poner a pasar hambre a todas las clases sociales. Lo mismo que forjó un sistema de opresión en el cual los cubanos de los barrios y los pueblos, y hasta sus propios familiares, se convirtieron en potenciales delatores, dispuestos a vender cualquier cosa o acusar a quien les pidieran, con tal de sacar obtener mejores alimentos, un puesto oficial, un ascenso… La vida en La Habana y en el resto de la isla se convirtió en un infierno para los que no eran del partido ni comulgan con el comunismo. Por medio siglo la desesperada diáspora cubana causó la muerte de centenares o miles que se lanzaron al mar en busca de un mejor futuro, al ser más que evidente el estruendoso fracaso económico, político, económico y social de la “revolución”. Pero nada de esa cadena de tragedias conmovió a Fidel, como tampoco a Raúl Castro, quien le sucedió en 2008 en la presidencia del régimen. Una sucesión en la que siguió la mano dura contra los opositores y una apertura económica gradual para evitar una explosión del inconformismo popular. En pleno siglo XXI Cuba continúa siendo una utopía del autoritarismo, el igualitarismo y el atraso, controlado por un gobierno caudillista y cuya “revolución por las armas” ya no cala en la geopolítica moderna ni en el sentir de los pueblos.

Mañana termina la era del castrismo en Cuba, tras 59 años de dominio de Fidel y Raúl. La Asamblea Nacional se reúne para elegir el “Consejo de Estado”, y quien sea escogido como su titular se convertirá, ipso facto, en el presidente del gobierno y jefe de Estado. Raúl, de 86 años, dará un paso al costado y todo hace indicar que le sucederá el actual vicepresidente del régimen, Miguel Díaz-Canel, de 57 años. ¿Qué cambiará? Según los analistas, nada. El régimen seguiría intacto hasta que por su inoperancia y anacronismo terminen cayendo y los cubanos recuperen la libertad.