El Camino de la Seda | El Nuevo Siglo
Lunes, 16 de Abril de 2018

“Obra que marca al mundo como lo hizo el Canal de Panamá”

En la ONU un diplomático dijo a sus colegas que deberían postular a Donald Trump al récord Guinness por ser el presidente más promiscuo del mundo. No tanto por las acusaciones de acoso a tantas mujeres sino porque, además, aseguraba que lo estaban violando los chinos y los mexicanos…

La grandeza imperial estadounidense, a la que quiere regresar el magnate, se manifestó a principios del siglo anterior con la construcción del canal de Panamá. Une el océano Atlántico con el Pacífico y expande el comercio consustancial al desarrollo. Fue un paso imprescindible, si bien a costa de Colombia. Esa necesidad hemisférica la notó nuestro indolente presidente Marroquín, pero el Senado le negó el permiso de firmar un acuerdo, y pasó lo que pasó.

En fin, el canal fue además un símbolo del camino tomado por USA al convertirse en potencia. El símbolo del siglo XXI, de otra grandeza imperial, en ascenso es el camino de la Seda, la obra de ingeniería más ambiciosa del mundo.  Ayer unió a China con Europa, África y el resto de Asia, ahora el gobierno de Xi Jingping la está ampliando en un proceso que concluirá a mediados de siglo. Impactará a cuatro mil millones de personas y a más de sesenta países, comprende puertos, túneles, aeropuertos, gas y oleoductos, ferrocarriles y una autopista real y de informática.

El mundo estará marcado con esa obra como lo estuvo por el canal de Panamá cuando USA ascendía en el panorama mundial. Y corresponde al auge chino en esta nueva era. En ambos casos se trata de buscar rutas al comercio entre las naciones. En contravía, lleno de miedo, esa figura Pop del anti símbolo intenta levantar un miserable muro contra México mientras habla de grandeza. Teodoro Roosevelt sin duda se reiría por el contraste y el despropósito de Trump.

Lo peligroso es que el ideal de libertad a la que aspira Occidente es antagónico con la tradición milenaria de autocracia China. Sociedad que bajo los emperadores consideraba los derechos humanos como una idea foránea, férula que se prolongó con la dictadura comunista. Mentalidad autocrática similar a la rusa. Con gobiernos que tienden a perpetuarse en una sola cabeza, como monarquía no hereditaria.

Hoy los Estados con tecnología electrónica pueden violentar nuestra intimidad como medida de control social, incluso Gran Bretaña y USA. Lo sabemos gracias a las revelaciones de Assange con WikiLeaks y por la rebelión del espía Snowden, ellos develaron esa coerción y en represalia esos gobiernos los tratan como terroristas, para que los repudiemos.

Pero bajo una hegemonía china o rusa, ni siquiera nos habríamos enterado de su existencia, los habrían aniquilado en silencio. La pluralidad, el respeto a la diversidad, protege al individuo del poder central y el comercio ha propiciado libertad a través de los siglos. Pero ahora los exponentes de la libertad occidental están liderados por un hacedor de murallas, frustrado. Y en la ONU lo notan y ríen.