Orquesta rusa con Pletnev, un concierto memorable | El Nuevo Siglo
Foto cortesía Teatro Mayor
Sábado, 15 de Abril de 2017
Emilio Sanmiguel

Luego de la salida en falso del concierto inaugural del “III Festival de música clásica de Bogotá” dedicado al repertorio ruso del romanticismo, 24 horas más tarde, también en el escenario del Teatro Mayor, las cosas, afortunadamente, se fueron al otro extremo, con la presentación de la Orquesta Nacional rusa, dirigida por Mikhail Pletnev y el pianista Alexei Volodin como solista.

No se trata de seguir insistiendo sobre el hecho de que, ni el director francés Patrick Fourniller, ni el pianista Alexander Gavrylyuk, ni la Filarmónica de Bogotá, hayan dado la talla, sino de llamar la atención de que el evento ameritaba ser inaugurado con un concierto de la categoría del de Mikhail Pletnev, Volodin y la orquesta rusa, que sobrepasó las expectativas.

Tengo que confesar que cuando apareció la programación del Festival sentí una desilusión por la presentación de Pletnev como director y no como pianista, pues cuando la Phillips hizo su histórica antología de los grandes pianistas del siglo XX, él fue uno de los 100. Lo que habla sin rodeos de su categoría. Sin embargo, la noche del jueves, al final de su presentación como director, quedó la certeza de que también es un grandísimo director.

Pletnev  no dirige su orquesta, toca con ella, los músicos son una especie de extensión de su manera de entender la música y, por qué no decirlo, su orquesta tiene una ductilidad y un refinamiento absolutamente excepcionales. Y mire usted que tocaron en un escenario por el que ya han desfilado agrupaciones del prestigio de la Simón Bolívar de Venezuela con Dudamel, la del Diván con Barenboim, Filarmónica de Israel con Metha y Filarmónica de Viena con Gergiev: la Nacional Rusa con Pletnev está exactamente al mismo nivel.

Es el problema, y también el encanto de Festivales como este de la «Rusia romántica», los músicos miden sus fuerzas con sus colegas y, a la final, unos salen mejor librados que otros.

La primera sorpresa de la noche fue ver en el escenario una gran orquesta, con músicos de todas las edades. La segunda, cuando Pletnev alzó su batuta y la orquesta empezó a recorrer la “Fantasía sobre la Jora aragonesa” de Mikhail Glinka, el “Padre de la música rusa”, la paleta de matices, la fogosidad de los ritmos y el refinamiento del fraseo no parecía cosa de este mundo, los movimientos de Pletnev en el podio son austeros, pero el control sobre el instrumento absoluto.

Foto Teatro Mayor

Enseguida la que, seguramente para muchos, por su novedad, era la obra central del programa, el «Concierto nº 2 para piano y orquesta en Sol mayor, op.44» de Tchaikovsky, en la versión original, no en la editada de Alexander Siloti tras la muerte del compositor. Nuevamente un milagro. El primer lugar porque el solista, Alexei Volodin llevó a alturas inimaginables las bondades de la partitura, y porque en el podio Pletnev, en su doble condición de gran director y pianista, estableció una comunión entre el piano y la orquesta que difícilmente volverá a repetirse. De paso, gran actuación del violinista Sergei Starcheus y del chelista Alexander Gottgelf en el lírico “Trío” del segundo movimiento.

La segunda parte del programa fue para la «Sinfonía Nº 2 en Si menor, Op., 27» de Sergei Rachmaninov, claro, momento de lucimiento para el virtuosismo de los músicos y para Pletnev que supo manejar con inteligencia la compleja retórica de la obra. Desde luego, como ya a esas alturas era de esperarse, el inspirado “Adagio” fue recorrido con legítimo lirismo.

Generoso con la acogida del público, dos encores, ambos de Kachaturiam, el Vals de Mascarade y luego una Danza.

Sin  la menor duda un concierto memorable.