Las duras lecciones de Mocoa | El Nuevo Siglo
Miércoles, 5 de Abril de 2017

La catastrófica situación vivida en Mocoa, que todavía llora el país, permite también revelar que las autoridades ambientales actuaron en su momento, como era su deber. Pese a ello, hoy Colombia se encuentra ante unas de las peores tragedias de la historia nacional. En múltiples oportunidades, incluso recientes, Corpoamazonía entregó estudios advirtiendo sobre eventuales ocurrencias de fenómenos atípicos y los mecanismos para enfrentarlos. De hecho, en la zona se dice que la corporación autónoma, durante los últimos 15 años, recomendó a las autoridades regionales y municipales alternativas para mitigar el riesgo. 

Por su parte, el Ideam había advertido desde hace semanas el cambio intempestivo en el régimen de lluvias, anticipándose a los episodios invernales corrientes de mayo y junio. Inclusive, los factores climatológicos aún señalan que para dichos meses la pluviosidad marcará fuertes índices. Como se sabe, la función del Ideam está asociada única y exclusivamente con el carácter científico y técnico que permite prever el riesgo ambiental en una zona de antemano vulnerable, que puede ser amenazada por factores meteorológicos. En tal sentido, la institución emitió varias alertas, una de ellas señalando que el 28% del territorio nacional podría ser potencialmente inundable en las épocas de fuertes lluvias que se avizoraban desde comienzos de año. 

Igualmente, en la zona impactada por la avalancha se habla que en el año 2000 Corpoamazonía negó la licencia ambiental para que se construyera el barrio San Miguel y colindantes. La decisión fue motivo de tutela ante un juez quien, a su vez, ratificó el dictamen de la entidad. Este habría sido apelado, pero en la segunda instancia se insistió en la denegación de la licencia para las construcciones en ese sitio. Aun así, se habría procedido a las obras que fueron constituyéndose en los barrios, sin contar con el riesgo ambiental en que se incurría al edificar en un sitio de reconocida vulnerabilidad y sujeto a amenazas de índole meteorológico.

Del mismo modo, luego de la catástrofe invernal de los años 2010 y 2011 se ordenó por ley incluir en todos los Planes de Ordenamiento Territorial (POT), del orden regional, distrital y municipal, las variables ambientales y los factores de riesgo y desastre como un capítulo esencial de cada uno de ellos. A hoy, muchas partes del país siguen sin adecuar sus POT, una tarea de los concejos y las asambleas, y en algunos casos en donde sí se ha cumplido este requisito, los alcaldes y gobernadores no han aplicado sus postulados. En Mocoa está por dilucidarse si esta variable se incorporó y si se llevaron a cabo las contingencias respectivas. Tanto la Fiscalía como la Procuraduría, en sus más altos niveles, han puesto desde ayer la lupa en la materia. 

En todo caso, el departamento del Putumayo es uno de los más afectados por la deforestación, que se calcula en 9.000 hectáreas, y que es una de las circunstancias que más afecta el combate contra el cambio climático. De suyo, uno de los barrios que estaba protegido por el bosque nativo no sufrió la devastación de sus vecinos. Por igual, está claro que las intervenciones antropogénicas, en el lugar, incidieron en las cuencas de los ríos y en ciertas partes no se siguió la norma de salvaguardar las construcciones mínimo a treinta metros del cauce. 

En muchas ocasiones los riesgos ambientales señalan que lo aconsejable es la reubicación de quienes habitan en las áreas ribereñas, aun con el costo que ello supone. Sin embargo, ningún alcalde o gobernador adelanta una campaña política en tal sentido, cuando por el contrario los residentes de estas zonas lo que quieren es mejoras en los servicios públicos, pavimentaciones u obras urbanísticas. En ningún caso se piensa en una relocalización, salvo cuando las tragedias se producen. No obstante, como dijo ayer el Contralor General de la República, del cataclismo de Mocoa deben derivarse lecciones para que se adopten de inmediato políticas de carácter preventivo. Y se lamentó, incluso, de no tener el control previo o la facultad de advertencia para vigilar el tema. 

Por desgracia ayer se confirmaron 286 muertos e infinidad de damnificados en la avalancha de Mocoa. Es muy difícil de sortear, por supuesto, una tormenta de la dimensión atípica que azotó la zona ya que en un lapso de pocas horas cayó el 30% del agua que suele llover durante un mes. Sin embargo, algo parecido había ocurrido en 1982, cuando la apropiación del territorio, el volumen de bosque y el uso del suelo eran diferentes. Lo único claro es que un país con la vulnerabilidad ante el cambio climático que tiene Colombia debe ponerse a tono con sus realidades territoriales y sus agudas modificaciones meteorológicas.