La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (Ocde) lo ha señalado de manera reiterada a través de diferentes estudios: las habilidades que impulsan el bienestar y el progreso social son las habilidades cognitivas, sociales y emocionales. Las primeras tienden a enfatizarse en la escuela, mientras que las segundas y terceras no son objeto de políticas públicas para garantizar su desarrollo.
“Los padres, docentes y empleadores saben que los niños talentosos, motivados, movidos por objetivos y de espíritu de grupo tienen más probabilidades de capear las tormentas de la vida y desempeñarse bien en el mercado laboral y, por consiguiente, alcanzar el éxito en la vida”, señala la organización en el resumen ejecutivo del estudio ‘Habilidades para el progreso social: el poder de las habilidades sociales y emocionales’, de 2015.
Sin embargo, de “espíritu de grupo” y “creatividad” carecen muchos de nuestros niños, adolescentes e incluso adultos. Según el reciente estudio de un grupo de investigadores de la Universidad de los Andes, ‘La visión del sector empresarial de la educación media’, los empresarios consideran que la formación académica de los estudiantes es apropiada, pero presentan altos déficits en el desarrollo de habilidades socioemocionales, con lo cual tienen serias dificultades para responder a los retos de la vida laboral. Los empresarios consultados dicen que los bachilleres no son autónomos, no tienen pensamiento crítico ni capacidad para analizar una situación y sugerir soluciones a problemáticas, tampoco tienen capacidad para interactuar con otros.
La buena noticia es que existe una práctica poderosa que contribuye a cambiar esa realidad al ayudar a formar “niños completos”, como describe la OCDE a los niños que tienen los tres tipos de habilidades (cognitivas, emocionales y sociales). Se trata del juego. ‘El Estudio Longitudinal sobre el Impacto del Programa Ludotecas Naves’, que realiza la Universidad Nacional desde 2015 y se extiende hasta 2018, evidencia que los niños que asisten a las ludotecas disponen de mayores competencias ciudadanas, emocionales y de creatividad que aquellos que no acuden a estos espacios.
Las ludotecas son lugares donde se llevan a cabo procesos educativos a través de juegos espontáneos y dirigidos. En el país existen más de 300, de las cuales 41 son acompañadas por la Corporación Juego y Niñez, y están ubicadas en zonas carentes de recursos (veredas, corregimientos y resguardos indígenas).
Los investigadores de la Universidad Nacional seleccionaron a 360 niños de seis municipios que asisten regularmente a ellas para constatar de manera científica las habilidades que han desarrollado. Para tener un grupo de contraste, buscaron en los colegios aleñados a 180 niños que no acuden a estos espacios.
En los dos años que lleva el estudio, se ha constatado que los niños que acuden a las ludotecas tienen capacidad de ponerse en los zapatos de los otros (tienen empatía), manejar reglas, ser flexibles, expresar emociones, presentar propuestas e idear posibilidades y alternativas frente a determinadas situaciones (pensamiento divergente). Sin duda, resultados interesantes para el país.
Además de esto, los investigadores han observado que las competencias se favorecen en la medida en que los niños están más tiempo en estos espacios, razón por la cual recomendaron que asistan a temprana edad a las ludotecas. Hoy lo hacen, en su mayoría, desde los 6 años. Este llamado de la universidad empieza a ser atendido por el Gobierno Nacional, el cual, desde la Comisión Intersectorial de Primera Infancia, analiza la forma como las ludotecas deben aportarles a los servicios de calidad de la primera infancia a partir de los lineamientos de la Ley 1804 de agosto de 2016.
Esperamos que el llamado también sea atendido por los empresarios para que desde sus programas de Responsabilidad Social Empresarial apoyen las ludotecas que hoy benefician a los niños, pero mañana lo harán a los empresarios y a los colombianos en general.
*Directora Ejecutiva Corporación Juego y Niñez