Francisco y la Semana Santa | El Nuevo Siglo
Sábado, 8 de Abril de 2017

Para la Iglesia Católica y el papa Francisco, la Semana Santa se constituye en un ritual fundamental y de máxima reflexión sobre el ejemplo que nos legó Jesucristo con su sacrifico y enseñanzas. En la agenda del Pontífice en estos días priman las celebraciones pero, sobre todo, la oración. El Vaticano es consciente que desde todos los continentes y poblaciones del planeta los católicos miran a Roma y esperan ansiosos su mensaje. Pocas veces en la historia tiene tanta significación el credo católico en su doctrina de justicia social, amor y solidaridad. El propio Francisco ha denunciado que unos pocos se han adueñado de los bienes terrenales y cuentan en sus bolsillos con más recursos que varios países juntos.

El máximo jerarca católico predica que el egoísmo y la ambición se apoderan de los hombres y de las naciones, al tiempo que por doquier se dispara el terrorismo y el desafío de los violentos. La falta de cordura parece abatirse sobre los gobernantes, en tanto los gobernados se sienten perplejos e inermes, más aún frente a los desafíos que plantean los factores criminales. Hoy por hoy los tambores de guerra retumban entre las potencias y se avergüenza la humanidad al ver cómo se lanzan armas químicas sobre el sufrido pueblo sirio, un terrible episodio que suscitó la respuesta de los Estados Unidos mediante una lluvia de misiles sobre el aeródromo de donde, al parecer, salieron los aviones de las fuerzas gobiernistas que utilizaron el gas neurotóxico que mató a 86 personas esta semana, 30 de ellas menores de edad.

El Papa ha venido predicando, desde el primer día que asumió sus grandes responsabilidades como máximo pastor católico, la importancia del diálogo interreligioso. Para ello se ha reunido varias veces con representantes del pueblo judío y con jerarcas musulmanes y ortodoxos. Ante ellos Francisco ha predicado la salvación de los hombres mediante el amor al prójimo, el amor al otro, el amor que se funda en el desprendimiento y la generosidad, claves para el entendimiento entre las personas y las naciones. Es claro que el hombre es un ser portador de valores espirituales inconmensurables que deben ser respetados por los gobiernos y las sociedades. En la medida en que ese amor cristiano que predicó Jesucristo retorne a los corazones de todos sus creyentes, vendrá una regeneración de gobernantes y gobernados, es decir que estaríamos asistiendo a un nuevo amanecer.

Porque lo cierto es que mientras imperen la sordera de los mandatarios y la desesperación de los gobernados en los países azotados por la guerra, la violencia seguirá creciendo y derivará en algunos casos en terrorismo, flagelo que condena Francisco drásticamente y que advierte que podría multiplicarse si la humanidad no reacciona y retorna a la doctrina católica del amor al prójimo. En tal sentido es de destacar la inmensa labor que viene haciendo la Iglesia por restañar las heridas sociales, raciales, religiosas y políticas que subvierten los valores cristianos y apuntan al caos.

La solidaridad y el amor son dos de los principios que pregonará el Pontífice en esta Semana Santa, así como el respeto por el planeta. Para ello invocará a San Francisco de Asís: “Laudato si’, mi Signore (Alabado seas, mi Señor). En ese hermoso cántico nos recordaba que nuestra casa común es también como una hermana, con la cual compartimos la existencia, y como una madre bella que nos acoge entre sus brazos: “Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sustenta, y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba”. La violencia que hay en el corazón humano, herido por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes. Olvidamos que nosotros mismos somos tierra. Nuestro propio cuerpo está constituido por los elementos del planeta, su aire es el que nos da el aliento y su agua nos vivifica y restaura”.

Francisco enseña que todos los hombres, sin excepción, deben estar comprometidos en defender la vida, la dignidad humana, protección del débil y en conquistar con laboriosidad y perseverancia el bienestar social. El sumo jerarca de la Iglesia Católica, que vendrá al país en septiembre próximo, una y otra vez ha rogado por la paz de Colombia. Esta semana, con ocasión de la terrible avalancha que sufrió Mocoa, se mostró atribulado y solidario con sus sufridos habitantes y sobrevivientes. Todo ello genera gran expectativa frente a lo que será su visita como muestra de su fe en el futuro de Colombia y la capacidad del país para alcanzar la reconciliación de la sociedad.