El día en que la guerrilla secuestró “Mi pedazo de acordeón” | El Nuevo Siglo
Foto cortesía Caribe Press News
Sábado, 29 de Abril de 2017
Manuel Novoa y Chacón*

 

En 1991 el escultor Gabriel Beltrán recorrió los más reconocidos bares de La Candelaria, un sector músico-cultural por excelencia de Bogotá, en busca de un músico que le enseñara y explicara todos los pormenores y elementos de los que está compuesto un acordeón. Y lo logró.

Una noche, luego de escuchar durante varias horas un inédito grupo vallenato de los que semanalmente se presentaban en el tradicional barrio bogotano, ya en la madrugada, abordó al acordeonista y le pidió que le mostrara cada una de las partes que conforman un acordeón. El músico, cuyo nombre no recuerda, con mucha paciencia le indicó cuáles eran los bajos, los pitos, el fuelle, los botones y cada uno de los elementos que hacen parte del mágico instrumento alemán, concretamente un Honner.

Luego de asimilar minuciosamente las explicaciones del artista se marchó para su taller e inició la construcción de una maqueta con destino al concurso de escultura que como homenaje a Alejandro Durán Díaz se celebraba en Valledupar. Pese a que se inscribieron nueve escultores más, todos oriundos del Caribe colombiano, Beltrán jamás perdió la fe en su trabajo y se le midió a competir “hombro a hombro” con los que eran considerados favoritos para quedarse con el primer puesto.

Jurado y logro

El maestro Beltrán concursó por invitación expresa de María Lourdes Araújo, quien conocía las virtudes del artista capitalino. Parte de su trabajo fue aprenderse la letra de la puya “Mi Pedazo de Acordeón” con la que Alejo Durán había ganado el Primer Festival de la Leyenda Vallenata en 1968. Esto le permitió meterse muy dentro del corazón del tema musical y por ende expresar todo ese sentimiento en su escultura.

El jurado estaba integrado, nada más ni nada menos que por Alfonso López Michelsen (ex gobernador del Cesar y expresidente de la República); Aníbal Martínez Zuleta (alcalde de Valledupar) y María Lourdes Araújo (miembro de una familia y dinastía de conocedores y expertos en temas de acordeón, caja y guacharaca), quienes a la postre se inclinaron por la propuesta de Beltrán.

Una vez recibida la noticia, el artista capitalino inició la programación y cronograma de trabajo para entregar la majestuosa obra en hierro templado en diciembre de 2011, tenía escasos noventa días para cumplirles a los valduparenses, que esperaban ansiosos y algo escépticos el trabajo del artista “cachaco”.

La obra y el secuestro

Para cumplir con lo prometido el maestro Beltrán conformó un equipo de 22 personas que durante tres meses, día y noche, trabajaron incansablemente para dar por terminada la imponente obra de 10 metros de largo, 6 metros de ancho y 7 metros de alto, con un peso de ocho toneladas. Algo verdaderamente descomunal.

El hierro surafricano templado fue la base de la escultura, pero se complementó con otros metales como cobre y bronce, especialmente el círculo que va dentro de la obra y que para el artista es el alma de Alejo Durán. Fueron largas e interminables jornadas para darle forma a una obra abstraccionista, totalmente diferente a las propuestas de los otros concursantes que se quedaron en la tradicional escultura figurativa, lo que le permitió ser el ganador, por lo que no podía fallar.

La obra se construyó en Bogotá, en tres secciones independientes, para luego ser ensamblada en Valledupar, concretamente en la Plazoleta Indígena, Rotonda que hoy es conocida como La Plazoleta “Mi Pedazo de Acordeón”, a donde llegan masiva e indistintamente propios y extraños, residentes y visitantes, y … moradores y turistas.

Una vez terminada la obra, esta fue subida cuidadosamente a una tractomula, con la ayuda de varios montacargas, y se inició el periplo para llevarla hasta la capital del Cesar. Un conductor y dos empleados del maestro Beltrán fueron los encargados de acompañar la escultura, mientras que el artista vía aérea se desplazó a Valledupar en espera de la llegada de su obra para hacer el correspondiente montaje.

Luego de pasar sin contratiempos por Tunja, Bucaramanga e intermedias, la obra viajaba tranquila rumbo a la capital mundial del vallenato. Pero, algo inesperado sucedió entre Aguachica y Bosconia… apareció la guerrilla, concretamente las Farc, interceptó la tractomula, pensando que se trataba de una escultura para un político, por lo que decidieron quemar el vehículo con todo y cargamento.

Gracias a las súplicas y explicaciones del conductor y sus ayudantes, quienes informaron que se trataba de una obra cultural en homenaje al Rey Vallenato Alejo Durán, los subversivos abortaron sus nefastas intenciones y luego de dos días de secuestro dieron vía libre para que llegara a su destino final. Simultáneamente, en ese momento, el artista, acompañado por el alcalde de Valledupar, Aníbal Martínez Zuleta y una multitudinaria caravana de vehículos, motos, músicos, ambulancia y carro de bomberos se hizo presente en el lugar y reiniciaron exitosamente la marcha.

Fiesta inolvidable

La llegada a Valledupar fue toda una fiesta. Durante cuatro días el maestro Beltrán y su equipo trabajaron incansablemente hasta dejar instalada la obra. Aquella noche decembrina de 1991, luego de las seis de la tarde, fueron llegando uno a uno, 16 famosas agrupaciones musicales y reconocidos artistas de la región como Náfer Durán, Leandro Díaz, Gustavo Gutiérrez, Nicolás Colacho Mendoza, Tomás Darío Gutiérrez, Cecilia La Polla Monsalvo, Rafael Oñate, Jimmy Pérez Parodi, Lolita Acosta Maestre, Félix Carrillo Hinojosa, los hermanos Zuleta Díaz, gran cantidad de invitados especiales, muchos periodistas y 10.000 personas más.

Valledupar no sabía de la magnitud de la obra que en aquel momento se instaló en la Plazoleta Indígena. Solo con el paso de los años la ciudad y sus alrededores, por no decir toda la costa norte colombiana y el país entero, comprendieron que “Mi Pedazo de Acordeón” es, sin lugar a dudas, la obra abstraccionista por excelencia del Valle de Upar considerada Bien Cultural de la ciudad y posiblemente, muy pronto, Patrimonio Cultural del Cesar.

Pasaron muchos años y poco a poco la rotonda “Mi Pedazo de Acordeón” se convirtió en uno de los sitios turísticos por excelencia, especialmente en abril de cada año, cuando miles de ilustres visitantes se hacen presentes en las celebraciones del Festival de la Leyenda Vallenata,  que en este 2017 llega a su medio siglo de historia.

En 2015 el gobernador del Departamento del Cesar, Luis Alberto Monsalvo,  determinó que varias de las grandes esculturas de Valledupar debían ser restauradas, entre ellas la del Maestro Beltrán, por lo que el artista regresó a la ciudad de los acordeones para cambiar secciones y piezas metálicas del monumento, hacer el lustre del cobre y bronce, colocar las luces,  realizar el trabajo de embellecimiento de la jardinería y dejar plasmada una placa con la letra de la canción que inmortalizó al gran Alejo.

*Director Caribe Press News