De marchas y peligrosos regaños | El Nuevo Siglo
Lunes, 10 de Abril de 2017

La pregunta conque finalicé mi última columna suscitó interés entre algunos de mis lectores. La mayoría se mostraron escépticos frente a la posibilidad de que el actual Presidente renuncie.

Dado que había enviado esa columna el viernes pasado, la pregunta rondó mi cabeza en la mañana del sábado. Al despertar ese día, me respondí que la respuesta dependería del tamaño de las marchas de protesta convocadas en varias ciudades para ese primer día de Abril; luego, al unirme a la manifestación en el Parque Nacional en Bogotá aprecié la multitud que había y que dificultaba mi paso, a esa temprana hora eran cientos de miles los manifestantes, una hora más tarde, presencié también cómo la Plaza de Bolívar se repletó de ciudadanos, incluso las calles adyacentes estaban igualmente congestionadas. 

Concluí, en principio, que la protesta haría tambalear a Presidente, poniéndolo en serios aprietos ante la opinión nacional. Así lo manifesté en las redes sociales.

Durante el recorrido supimos que un deslizamiento de tierra había ocurrido en Mocoa y que se registraban muertos y desaparecidos, ninguno, nunca, dimensionamos el horroroso desastre ocurrido.

Más tarde, concluida la protesta, varios manifestantes llegamos a uno de esos estupendos restaurantes de almuerzos populares que hay en el centro, esperando ver también en las noticias las dimensiones mayúsculas de las manifestaciones contra Santos en los distintos rincones de nuestra geografía, en las redes sociales se propagaban las noticias. 

Sin embargo, quedamos aterrados ante el desastre de Putumayo. Las escenas eran dantescas: personas deambulando como zombis entre el barro y los escombros; la cifra de muertos se calculaba por encima de doscientos.

Ante el asombro, comprendimos que las prioridades habían cambiado. Se empezó a hablar de ayudar a los damnificados. La televisión pasó algunas imágenes de las protestas, minimizando Caracol su magnitud. Vimos como el Presidente Uribe, desde Medellín, en medio de otra tumultuosa marcha, lo primero que hizo al dirigirse a los presentes fue pedir ayuda para Mocoa y un minuto de silencio. La misma solicitud hicieron Andrés Pastrana y Marta Lucia Ramírez entre otros dirigentes.

Entendí entonces que las prioridades eran otras y que debíamos enfocarnos en colaborar con los necesitados. El Presidente había sido salvado por la campana, como se dice en boxeo.

El resto de la semana transcurrió en medio de las preocupaciones del desastre, aunque, como es ya costumbre entre nosotros, un sobresalto diario reemplazaba al anterior. 

La metida de pata del secretario de la JEP, merece análisis aparte. Pero el del equivocado jalón de orejas del Presidente Santos a los medios, culpándolos por el pesimismo reinante, si merece desde ya algunos comentarios: No, señor Presidente, los medios solo se justifican cuando registran con libertad el diario acontecer. No intente amordazarlos, metería las patas otra vez.

Además, recuerde que muchos medios, por la mermelada repartida, no han hecho otra cosa que estar de su parte en medio de sus errores en la negociación con las Farc. 

La mayoría de la gente sigue indignada. Las protestas continuarán…