Santos, entre Odebrecht y la coca | El Nuevo Siglo
Viernes, 17 de Marzo de 2017

El gobierno del presidente Santos queda muy debilitado con los escándalos de Odebrecht. Tanto que criticaron a Óscar Iván Zuluaga porque se dice que conocía que esta empresa complementó un pago a un asesor brasilero de su campaña (no vio el elefante, parodiando a Samper) y ahora que Roberto Prieto, gerente de las campañas presidenciales de 2010 y 2014 del presidente Santos, admite que fue irregular que Odebrecht pagara US$ 400 mil por gastos de publicidad para la campaña (afiches) en el 2010 y que el ex congresista Otto Bula afirma que Odebrecht entregó un millón de dólares a Prieto a través de Andrés Giraldo, para la campaña santista (Giraldo niega haber recibido este dinero y Prieto afirma, lo que es correcto), que Bula no le entregó a él dinero alguno (se lo habría dado Giraldo), lo que la Fiscalía investiga, nadie, fuera de Prieto, quiere admitir ilegalidad alguna.

¡Odebrecht no quería, por modestia, que el principal beneficiado se enterara de su desinteresada colaboración! ¡Un candidato que no quiere conocer el financiamiento de su campaña!  Parecería que ahora no podemos hablar de no ver al elefante sino de no ver al mamut. Y, por si acaso, ya se habla en las esferas oficiales que cualquier irregularidad en la campaña de 2010 no puede ser sancionada por haber trascurrido el período de prescripción, tres años. No se menciona que la prescripción se puede renunciar, lo que hacen normalmente las personas correctas respecto de sus obligaciones.

Como si para el Gobierno la situación no se le hubiera puesto suficientemente difícil con lo de Odebrecht, ahora los Estados Unidos afirma que las plantaciones de coca en el país han llegado a su máximo histórico, había 78.000 hectáreas de coca en 2012 y ahora se calcula la extensión sembrada en 188.000 hectáreas. Las razones son fáciles de identificar, Washington menciona la decisión de Bogotá de no erradicar en las zonas controladas por las Farc para no afectar las conversaciones de paz, la reducción del presupuesto para erradicación manual y la suspensión de la fumigación aérea de los cultivos.

Esta situación no solo es preocupante para los Estados Unidos, como algunos parecen creer, sino para Colombia. Nuestro consumo de drogas se ha incrementado enormemente, con gravísimos inconvenientes, principalmente, para nuestra juventud. Basta leer la prensa diaria para constatar, no sólo los problemas de salud, sino los de criminalidad a todo nivel, desde el narcotráfico de las guerrillas y las bacrim, hasta el menudeo en las “ollas” y las entradas de los colegios. Si al Gobierno no parece preocuparle la reacción interna, más le vale preocuparse por la presión internacional que ya comienza a esbozarse.

Probablemente los noruegos no querrán ahora que se les mencione a Santos.