Unidad británica para romper con UE pide May | El Nuevo Siglo
Foto Agence France Press
Miércoles, 29 de Marzo de 2017
Redacción Web con AFP

La primera ministra británica Theresa May pidió unidad a su pueblo al iniciar una salida de la UE que tildó de irreversible, y que pondrá a prueba las costuras europeas y británicas.

"Ha llegado el momento de unirnos y trabajar juntos para lograr el mejor acuerdo posible", afirmó en un discurso en el Parlamento, minutos después de que el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, recibiese en Bruselas la carta británica que notifica formalmente la salida.

"Es un momento histórico sin vuelta atrás", sentenció May. 

Tusk le replicó casi de inmediato: "no hay razones para pretender que es un día feliz", y la jefa de gobierno alemán echó el primer jarro de agua fría al rechazar negociar un acuerdo de libre comercio al mismo tiempo que el divorcio, como May pidió en su carta.

"Antes habrá que clarificar en las negociaciones como desligar las estrechas imbricaciones" entre la UE y el Reino Unido, dijo Merkel.

Al término de dos años de negociaciones, en marzo de 2019, la UE habrá perdido a un miembro del Consejo de Seguridad de la ONU y potencia nuclear, y habrá ganado, a su pesar, un ejemplo que otros sentirán la tentación de seguir. 

A su vez, el Reino Unido podría perder a Escocia e Irlanda del Norte si el descontento de ambas con el Brexit acaba en independencia.

Así, la Casa Blanca expresó su deseo de que el Reino Unido "se mantenga como un líder fuerte en Europa", declaró su portavoz, Sean Spicer.

En su carta a Tusk, May aludió en once ocasiones a los intereses compartidos en "seguridad" y a la aportación británica en este campo, vislumbrándose como una de las cartas de Londres en las negociaciones.

Júbilo y pena

El referéndum del 23 de junio de 2016 (52% contra 48% a favor del Brexit) dejó heridas por cicatrizar en la sociedad británica, y este miércoles coincidieron muestras de alegría y de auténtico pesar.

Nigel Farage, el antiguo líder del partido antieuropeo UKIP, se fue a tomar cervezas a un pub de Londres, congratulándose por irse "primero" de una UE moribunda, mientras un hombre le gritaba que era "una desgracia" 

Ante el Parlamento británico, una pequeña manifestación protestaba contra el Brexit. "El 'Titanic' navega hacia aguas Brexit. Será un viaje tranquilo, sin obstáculos", bromeó uno de sus organizadores, Graham Fawcett.

Abdul Chudhury, un inmigrante bangladesí de 49 años, que trabaja en un puesto de sandwiches de Edimburgo, se congratuló porque hay que controlar la inmigración, "como en Australia o Nueva Zelanda, donde sólo se permite venir a vivir y a trabajar a gente capacitada".

En cambio, para el enfermero español Joan Pons, era un día lúgubre: "nunca podré volver llamar 'mi casa' a este país. Es una casa rota, y me parte el corazón", escribió en Twitter.

La misma división reinaba en los medios. Mientras el Daily Mail hablaba de "¡Libertad!", The Guardian advertía sobre un "salto a lo desconocido".

 

Una factura millonaria como despedida

Los mandatarios europeos tienen previsto establecer sus grandes líneas de negociación el próximo 29 de abril en una cumbre en Bruselas, sobre la base de la propuesta que Tusk les presentará antes del viernes.

Las negociaciones propiamente dichas empezarán a finales de mayo, principios de junio, y el primer cara a cara entre May y los líderes de los 27 será el 22 de junio.

La cuestión que protagonizará el inicio de las conversaciones será la factura a pagar por el Reino Unido. Aunque todavía no hay cifra oficial, se estima que los compromisos presupuestarios adquiridos por Londres ascienden a hasta 60.000 millones de euros (64.000 millones de dólares).

El ministro de Finanzas, Philip Hammond, admitió a la BBC que habrá que pagar -"no se puede tener todo"-, pero discrepó sobre el monto, atribuyéndolo a una estrategia: "después de todo, esto es una negociación".

 

Se muere el sueño de Churchill

El ingreso británico a la UE se produjo en 1973 tras dos negativas del presidente francés Charles de Gaulle, que estaba convencido de que los británicos eran unos europeos reticentes que iban a actuar como caballo de Troya de Washington.

El Reino Unido prosperó económicamente como miembro, moldeó el bloque y le arrancó concesiones: se le permitió quedarse al margen del euro y del espacio Schengen, obtuvo la creación del mercado único, la ampliación del bloque a los países del Este y que se le reembolsara dinero del presupuesto agrícola, al famoso grito de Margaret Thatcher "quiero que me devuelvan mi dinero".

Todo ello no bastó para acabar con la percepción, entre parte de la prensa y el público, de que Bruselas era un nido de burócratas empeñados en subyugar a las instituciones británicas con regulaciones caprichosas, como el tamaño de las bananas, un bulo difundido por el actual ministro de Relaciones Exteriores, Boris Johnson, cuando era corresponsal del Daily Telegraph en la capital belga.

Los jóvenes, las mujeres, Londres, Irlanda del Norte y Escocia votaron a favor de seguir en la UE, pero los ancianos, los hombres en general y el resto de Inglaterra y Gales, acabaron sacando al Reino Unido de la UE contra todo pronóstico, iniciando una ola que acabaría recorriendo el Atlántico y propiciando la elección de Donald Trump.

"Crees conocer el sentimiento que reina en el resto del país, pero luego (...) Es una pena", lamentó Lauren Papendorf, una londinense de 26 años que sólo ha conocido a su país dentro de la UE.

Como muchos sondeos y analistas, Papendorf no vio venir el Brexit y el fin del sueño de Churchill, el primero en formular, en 1946, el anhelo de "unos Estados Unidos de Europa". Si llegan algún día, lo harán sin su país.