La Vicepresidencia | El Nuevo Siglo
Viernes, 3 de Marzo de 2017

EL  señor Ministro del interior está proponiendo un proyecto de reforma política dentro del cual se incluía la eliminación de la Vicepresidencia, entre otros puntos.

Al revisar nuestra evolución constitucional se encuentra que en torno de la Vicepresidencia no ha existido sino un mito. Así, por ejemplo, solo un Vicepresidente  -José Manuel Marroquín- propició un golpe de Estado contra el presidente Sanclemente. Por contraste, un segundo Designado, el General Santos Acosta, participó en un golpe militar contra el presidente titular, que era el general Mosquera. Y fueron dos vicepresidentes los que restablecieron la legalidad contra militares que usurparon el poder: el general Domingo Caycedo en 1831, contra el general Urdaneta, durante la ausencia del presidente titular Joaquín Mosquera; y el vicepresidente Obaldía contra la dictadura del general Melo en 1854.

Si indagamos por las causas que a lo largo de nuestra historia han producido el rechazo que algunos círculos y sectores de la vida nacional han mantenido por la vicepresidencia, se encuentra que muchos han recurrido, casi como en un fenómeno de automatismo sicológico, a las sombras venerables de Marroquín y Sanclemente. Hoy creemos que ese episodio ha perdido fuerza y validez para los historiadores y especialistas que se han ocupado del tema, porque ese golpe de Estado lo propiciaron múltiples circunstancias que tenían que ver, entre otras, con la ancianidad y la ausencia permanente del presidente titular.

Fui partidario de que la Constitución de 1991 devolviera a los ciudadanos la facultad de intervenir en la escogencia de las cabezas rectoras de la rama ejecutiva del poder público. Creo sano para el país que todos tengamos la oportunidad de examinar la trayectoria y las calidades morales e intelectuales del eventual sucesor del jefe del Estado, porque no hay razón suficiente para que el pueblo, que es el que elije con su voto al Presidente de la República, no tenga simultáneamente la facultad de elegir a quien pueda sucederlo.

Hoy no creo que la solidez de nuestro sistema republicano dependa de la escogencia popular del Vicepresidente de la República, a quien en el pasado se le veía como un conspirador en potencia. Su restablecimiento en la Constitución de 1991 no ha significado ninguna amenaza real para la estabilidad política de la Nación.

La inquietud que ha surgido ahora es que la Vicepresidencia se volvió un cargo, que no lo era en el diseño original del texto de la Constitución, a la que se le han ido confiando tareas o delegado funciones que antes no cumplía. Y es ahí donde comienzan las incomodidades que genera a algunos esta institución, porque no estamos acostumbrados a la posibilidad de que haya un ejecutivo bicéfalo. O que se den casos en los que el Vicepresidente asuma una postura que no armonice con la línea oficial que imparte el Presidente; lo propio puede ocurrir en la relación con funcionarios subalternos. En ello se apoyan algunos para proponer el regreso a la figura del Designado, que es equivalente a un Vicepresidente sin funciones. Es preferible mantener su origen popular.