La Gran Colombia | El Nuevo Siglo
Miércoles, 15 de Marzo de 2017

Hace algunos años, al doctor Álvaro Gómez y al suscrito la Policía nos hizo un homenaje; al llegar a la ceremonia me presenté y recordé al doctor Gómez que mi padre había sido compañero suyo de colegio, en la primaria y más tarde en el diario El Siglo.  Este comentario dio lugar a un intercambio de anécdotas y en ese diálogo le informé que yo era el Personero de Bogotá, actor de la Escuela Nacional  y abogado de la Universidad La Gran Colombia y, entonces, no  olvido, me dijo con mucho énfasis: “Todas las personas deberían estudiar Derecho y después si una profesión”. Su frase me recordó que mi padre había abandonado el derecho y  dedicado al periodismo;  que esa misma opción la había tomado Víctor Mallarino, entregado  al mundo del teatro y la poesía,  al igual que Jaime Ibáñez, novelista;  Álvaro Castaño Castillo y Mauricio Gómez Escobar, periodistas; y  Gabriel García Márquez, entre otros intelectuales de valía. Kafka, por ejemplo, o Tolstoi.

Esta reminiscencia viene a cuento a raíz de un artículo publicado por “Semana, com.”  en el cual un estudiantico con problemas en la universidad provoca esta versión: “La Gran Colombia, además de ofrecer el tradicional programa de Derecho de 10 semestres, creó una modalidad denominada Transferencia Externa de Profesionales, en la que los profesionales de otras carreras obtienen el título de abogado en tan sólo cinco semestres. Éste lleva 17 años y ha graduado a más de 700 abogados mediante esta modalidad”.

Por supuesto la nota de la revista generó una polémica alrededor de la “autorización” gubernamental para esa noble tarea. Educar en el derecho a profesionales que sienten la necesidad de adquirir cultura. La licencia existe y no es hora de discutir esa crítica malintencionada.

Lo que hay que resaltar, acerca de la tarea que La Gran Colombia se ha propuesto, es que desde su fundación su objetivo altruista ha sido proporcionar educación a quienes la necesitan y carecen de oportunidades para alcanzar esa meta. Así lo pensó su fundador, el memorable doctor Julio César García, y por eso fue la primera universidad en Colombia que organizó el estudio nocturno para brindar esa colaboración a los trabajadores que querían crecer profesional e intelectualmente.

El sinuoso comentario de la revista se edifica sobre el tema del “titulo” profesional, argumento trivial, pues el Derecho es una profesión liberal que exige un supremo grado de cultura y no precisamente académica, sino personal. Muchos hay que se valen de los comentarios de prensa para adquirir clientela y “prestigio” y otros que son conscientes que la primera calidad que deben ostentar es el sentido de justicia, sentido que se adquiere con la formación personal y no con los discursos retóricos de  “leguleyos”. Razón tenía el doctor Gómez Hurtado. Si las gentes, todas, tuvieran ciertamente la formación ética que el Derecho propende, independientemente del “título oficial”, éste sería un país decente, justo y en paz.