José Eusebio Caro | El Nuevo Siglo
Viernes, 10 de Marzo de 2017

Tuve oportunidad de asistir el sábado 4 de marzo a los actos de celebración del bicentenario del natalicio de José Eusebio Caro en la muy hidalga ciudad de Ocaña, en donde nació un 5 de marzo de 1817, en el hogar que fundaran Antonio José Caro y Nicolasa Ibáñez.

En desarrollo del programa se presentó una exposición en la Casa de la Cultura Antón García de Bonilla que recoge documentos, fotografías y óleos alusivos a la familia Ibáñez; luego se realizó un evento en el colegio que lleva su nombre y, finalmente, el acto central en el templo de San Francisco donde se reunió  la malograda Convención Constituyente de 1828.

Con el traslado de la familia Ibáñez a Bogotá, el niño José Eusebio sólo alcanza a vivir dos años en su Ocaña natal para regresar por última vez en 1841, como alférez en el ejército legitimista al mando del general Pedro Alcántara Herrán. En la ilustre villa de Ocaña permanece cuatro meses y el tiempo le alcanza para dedicarle sentidos versos a su tierra, en los que se despide para siempre de ella; inclusive deja traslucir una “plácida ilusión” sobre la fugaz relación afectiva que sostuvo con su prima Guadalupe Trigos. Recordemos que para entonces Caro estaba comprometido en matrimonio con doña Blasina Tobar.

A su luminosa trayectoria de poeta excelso, de periodista combativo y de parlamentario fogoso ya nos hemos referido. Como pensador político, redacta con don Mariano Ospina el primer programa doctrinario del Partido Conservador. Al leer en forma desprevenida una fotocopia del periódico La Civilización, en el que se divulgó  la declaración de principios del 4 de octubre de 1849, se concluye que ese catálogo de principios, si se tiene en cuenta el ambiente convulsionado de la época, en la que primaban los caudillos militares que se levantaban contra el régimen constitucional para imponer una nueva Constitución, proclamaban los valores de “la civilización contra la barbarie, el orden constitucional contra la dictadura, la igualdad legal contra el privilegio aristocrático, la tolerancia real y efectiva contra el exclusivismo y la persecución, la seguridad contra la arbitrariedad de cualquier género.” También se afirma que no tiene por guía a ningún hombre.

Resultaría contrario a la civilización no estar de acuerdo con la defensa del orden constitucional, la legalidad, la libertad, la igualdad, la tolerancia, la seguridad. Lo incivilizado era hacer uso de las armas y la violencia para imponer una manera de pensar y una concepción del Estado, como lamentablemente ocurrió con nuestras sucesivas guerras civiles.

La versión difundida por algunos cronistas, que hace parte de la historia de la picaresca, en el sentido de que el origen de nuestros partidos históricos tiene mucho que ver con el rencor que Caro mantuvo por Santander, por el romance con Nicolasa, tiene mucho de leyenda. Desde luego que podía haber simpatías y antipatías por ese y otros episodios, pero, si se examinan con rigor los primeros programas doctrinarios de ambos partidos, se encuentran diferencias en los conceptos generales del Estado y en la visión del mundo.