Europa: 60 años son mucho | El Nuevo Siglo
Domingo, 26 de Marzo de 2017

Eso que hoy es la Unión Europea nació, hace 60 años y un día, con la firma de los tratados de Roma por cuya virtud fueron establecidas la Comunidad Económica Europea y la Comunidad Europea de la Energía Atómica.

La “idea de Europa”, sin embargo, es mucho más antigua.  El escritor suizo Denis de Rougemont hizo una cuidadosa arqueología de ella, fruto de la cual publicó en 1961 “Tres Milenios de Europa”.  En la larga duración, 60 años no son nada.  Pero a la luz de la devastadora experiencia europea de las dos guerras mundiales y de los angustiosos años de la Guerra Fría, así como de los logros reales, materiales y simbólicos, del proceso de integración -con todas sus insuficiencias y ocasionales extravíos- 60 años son mucho.

Es cierto que la Unión atraviesa la peor crisis de su historia.  Esa crisis atañe a la arquitectura de sus instituciones, y a su (in)capacidad para representar a los ciudadanos europeos, y encarnar para ellos un proyecto compartido.  Tiene que ver con la voluntad política de los Estados miembros; y también puede ser consecuencia de su desbordamiento (su “omnipresencia regulatoria, por ejemplo), así como de un imaginario distorsionado, arraigado en amplios sectores de la población, y hábilmente explotado por los populistas de ocasión a uno y otro lado del espectro político.

La UE le cuesta a cada europeo 0,85 € al día.  La mayor parte del presupuesto comunitario se destina a la agricultura, los recursos naturales, y las políticas regionales (esas que financiaron en Cornualles -paradójico bastión del Brexit- nuevas infraestructuras, más centros educativos y la instalación Internet de banda ancha).  Los costos de la desprestigiada “euroburocracia” corresponden tan solo al 6 %.

¿Dónde están los problemas?  Tiene razón Juncker, presidente de la Comisión Europea, al insistir en racionalizar la regulación comunitaria (hay normas incluso sobre el espacio mínimo que deben tener las aves de corral para evitar que se “estresen”).  Pero el problema está también en el órgano que preside (el menos transparente de la Unión -y el más intergubernamental de todos)-, y por supuesto, en los Estados y las administraciones regionales y locales, que invocan o eluden la integración a conveniencia, y no pocas veces descargan en ella sus responsabilidades.

¿Y las soluciones?  60 años son mucho, pero no suficientes.  Mejor Europa es más Europa.  Más rendición de cuentas.  Más apropiación ciudadana.  Más gobernanza inclusiva, multisectorial y multinivel.  Más compromiso y coherencia con los valores fundacionales.  Más sincronización y menos arritmias. ¡Y apostar por otros 60 años!

*Analista y profesor de Relaciones Internacionales