Conociendo la realidad del país | El Nuevo Siglo
Miércoles, 8 de Marzo de 2017

El país se despierta todos los días con un nuevo escándalo de corrupción y más nombres vinculados a estos procesos. Yo por mi parte, amanezco cada día más angustiado por el futuro de mi país, de mis compatriotas y de mis hijos. Y es que la corrupción ya empieza a ser una práctica que, si bien es perseguida, hemos escuchado tanto que no nos detenemos a analizarla y a reprocharla intensivamente como deberíamos, porque la corrupción es una plaga que puede llevar a nuestro país a la perdición. Hemos oído tanto la palabra en los medios de comunicación, que ya ni tenemos en cuenta los efectos negativos que tiene en términos económicos y el empobrecimiento que genera. Hoy me parece relevante y necesario concientizar a nuestro país de lo terrible y peligrosa que es. 

Muchos nos preguntamos indignados por qué los trabajadores y empleados, que con sudor trabajamos para lograr producir lo suficiente y atender las responsabilidades familiares, tenemos que continuar pagando los platos rotos a través de mayores impuestos mientras los corruptos llenan sus cuentas bancarias en paraísos fiscales. La realidad es que la creciente corrupción en el país tiene mucho que ver con el incremento en la carga fiscal de los contribuyentes. Al incrementar tanto la cantidad de dinero desviada a los bolsillos de los corruptos, aumentando la economía sumergida, la corrupción reduce los ingresos públicos y se aumenta la carga fiscal de los colombianos. Mientras Colombia se hunde y a la vez se arruinan sus contribuyentes, los paraísos fiscales se ven nutridos por los corruptos de nuestro país.

¿Qué confianza puede darle a la inversión extranjera tanta noticia de corrupción, que aún no llega hasta sus últimas consecuencias? La corrupción reduce la efectividad de cualquier política económica y mientras continúe sin consecuencia alguna, seguirá impidiendo la libre competencia y generando un sistema ineficiente con altos costos económicos y muy poca confianza. Si hubiera justicia y se descubriera y castigara  lo negociado en los contratos, podríamos intentar rescatar los valores que han sido quebrantados y perdidos, buscando recobrar la confianza en nuestro país. De no ser así, estamos perdidos.   

Es realmente muy triste que si no surge una investigación por parte de las Autoridades Estadounidenses, en miras a identificar posibles violaciones a la Ley de Prácticas Corruptas en el Extranjero (FCPA), muy seguramente las autoridades colombianas no habrían empezado a investigar casos como el de Odebrecht. Me parece increíble que las cosas en Colombia no cambien, que no haya iniciativa y que se permita que los corruptos hagan con el país lo que quieren. Mientras ellos llenan sus bolsillos, la nación  paga costes muy altos a causa de su egoísmo e insaciable ambición. Y, lo peor de todo, es que las consecuencias más graves de la corrupción son aquellas que no se pueden ver, porque se materializan a largo plazo.

La decreciente confianza económica en nuestro país tiene detrás razones éticas y pragmáticas, que cada vez incrementarán aún más los problemas legales, la ausencia de acción judicial, la arbitrariedad en los temas políticos y la disminución de inversión extranjera. Pero aún más grave es la impunidad, sobretodo la creciente sensación de la misma, que también disminuye y acaba con la confianza de los ciudadanos en los políticos, los líderes y representantes del país. Si no hay justicia pronta, además de los grandes titulares que se van ocultando por nuevos casos y no hay sanción a responsables de todos los ya casi innumerables hechos de corrupción que el país conoce ¿Dónde vamos a acabar?