Campaña presidencial… en sus marcas. Análisis | El Nuevo Siglo
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Sábado, 25 de Marzo de 2017
Unidad de análisis

La campaña presidencial arrancó de manera tempranera pero ya es imparable. Esa es una realidad a la que el país tendrá que acostumbrarse, quiera o no. Incluso, aunque faltan todavía 14 meses para la primera cita en las urnas, el panorama poco a poco empieza a aclararse.

Por ejemplo, meses atrás se hablaba de casi una veintena de candidatos y precandidatos, pero con el pasar del tiempo y el primer vencimiento electoral, relacionado con las renuncias de quienes van a aspirar al Congreso en marzo de 2018, esa lista se empieza a adelgazar gradualmente.

¿Cómo está hoy el escenario? Lo que se ve faltando 14 meses para la votación de primera vuelta es lo siguiente: tanto en el centro del espectro político, como en la centro derecha, la derecha, la izquierda y la centro izquierda hay por lo menos 12 nombres que empiezan a buscar su respectivo posicionamiento.

En donde hay más congestión de aspirantes es, precisamente, en la izquierda. Allí ya están compitiendo varios aspirantes e incluso de manera oficial. El primero de ellos es el senador Jorge Enrique Robledo, quien ya es candidato oficial del Polo. Sin embargo la hoy ministra de Trabajo, Clara López, también suena como posible aspirante, aunque no lo haría a nombre de esa colectividad sino que armaría toldo aparte o incluso podría ser fórmula vicepresidencial de una coalición gobiernista.

También aparece en esta franja el exalcalde de Bogotá, Gustavo Petro, quien sorpresivamente, pese a su accidentada gestión en la capital del país, no ha salido del lote puntero de las encuestas de preferencias presidenciales en el último año. Es más, marca más alto en los sondeos que cualquier otro nombre de izquierda y hasta anda promoviendo la posibilidad de coaliciones.

De igual manera se ha hablado de una posible aspiración de la exsenadora liberal Piedad Córdoba, al tiempo que los encuestadores insisten en incluir en la baraja de aspirantes de izquierda a Aida Abella, cabeza visible de la Unión Patriótica. Por último, hay quienes sostienen que habría un nombre adicional relacionado con un candidato apoyado directamente por el partido político en que deriven las Farc. Se habla, por ejemplo del senador Iván Cepeda o el propio exministro Álvaro Leyva.

En la franja de los independientes, por ahora, son dos los perfiles que están en la arena política. El primero prácticamente lleva más de un año en campaña de baja intensidad. Se trata del exgobernador de Antioquia, Sergio Fajardo, quien adelanta giras regionales bajo la sombrilla de su movimiento Compromiso Ciudadano por Colombia.

Aunque se creía que Fajardo estaría solo en esta franja, hace escasas cinco semanas la senadora Claudia López, la más votada de la Alianza Verde, decidió lanzarse al agua de la contienda presidencial.  Aunque muchos dudaron de sus posibilidades, lo cierto es que en el último mes ha entrado bien en las encuestas, paralelo ello al crecimiento exponencial del escándalo de corrupción de Odebrecht y sus nexos con las campañas presidenciales santista y uribista de 2010 y 2014.

 

El juego de los partidos 

 

En cuanto hace a los partidos ya establecidos o tradicionales, la situación se encuentra así: en las toldas liberales son tres los nombres que están sonando con alguna fuerza. En primer lugar el del ex jefe negociador gubernamental en La Habana, Humberto de la Calle, quien aspira a liderar una coalición político-electoral en defensa del proceso de paz con las Farc.

El senador Juan Manuel Galán es otro de los nombres en la puja liberal. Si bien no tiene la trayectoria del exvicepresidente, en la mayoría de las encuestas en donde lo ponen a competir con De la Calle le gana.

También suena el hoy ministro del Interior, Juan Fernando Cristo, a quien precisamente esta semana un grupo de senadores y representantes rojos le pidió que renunciara con miras a competir por el tiquete para la Casa de Nariño. Aunque también se ha hablado de perfiles como los de los senadores Luis Fernando Velasco y Viviane Morales, se cree que ninguno de ellos se terminará lanzando finalmente a una contienda que apunta a ser de pesos pesados.

En lo que hace al Partido Conservador, allí por ahora solo hay tres nombres sobre la palestra. Se sabe que Marta Lucía Ramírez, quien fuera candidata presidencial en 2014, buscará repetir y para ello tiene a su haber el haber sumado dos millones de votos en la primera vuelta pasada. El exprocurador Alejandro Ordóñez también anda en planes de precandidato, pero no se sabe si lo hará a nombre de las toldas azules o del uribismo, en donde se le ve muy cercano por sus tesis políticas antisantistas.

La posibilidad de que el ministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas, también renuncie antes de terminar mayo para ser precandidato ya prácticamente está descartada, pero hay quienes insisten en que podía ser fórmula vicepresidencial de una coalición gobiernista. 

Solo queda por sumar aquí el nombre del exgobernador Ubeimar Delgado, quien viene promocionando su candidatura a nombre de sectores del Valle y de otras regiones del país.

De otro lado, paradójicamente el partido al que pertenece el hoy Jefe de Estado, es decir La U, es la colectividad que menos nombres tiene en este ajedrez inicial de la campaña para 2018. Aunque se han mencionado nombres como los del senador Roy Barreras, el embajador de Colombia en Washington, Juan Carlos Pinzón, o incluso el del ministro de Agricultura, Aurelio Iragorri, lo cierto es que hasta el momento ninguno de ellos ha ido más allá de las meras especulaciones políticas.

Si bien Pinzón ha mantenido reuniones con senadores y representantes y dirigentes de La U para analizar las posibilidades de una eventual candidatura suya, la duda consiste en que no pega mucho en las encuestas y el perfil crítico que lo distinguió cuando era ministro de Defensa frente al proceso de paz con las Farc no lo posicionan muy bien para integrar una colación político-electoral de corte gobiernista en defensa del acuerdo con la guerrilla.

Entre tanto, el partido Cambio Radical ya tiene su candidato, el exvicepresidente Germán Vargas Lleras, quien renunció la semana pasada al cargo. Aunque dijo que aún no ha decidido si se lanzará, todo el país político lo da como un hecho. No en vano lleva un año liderando la mayoría de las encuestas (incluyendo la del viernes pasado). También se sabe que ya está confeccionando el staff de su campaña a partir de nombres de primer nivel, varios de los cuales lo acompañaron en su labor de coordinador de toda la política de infraestructura y vivienda en los últimos dos años y medio, cuyos resultados lo tiene hoy como uno de los dirigentes políticos con mayor favorabilidad.

Por último, pero no menos importante, está el uribismo, que a 14 meses de la primera vuelta presidencial tiene un panorama interno bastante movido. Su precandidato más fuerte Oscar Iván Zuluaga, quien fuera el principal rival de Santos en 2014 y alcanzara a sumar 7 millones de votos en la segunda vuelta, tuvo que aplazar su lanzamiento debido a que su campaña de entonces resultó salpicada por el escándalo de sobornos y corrupción de Odebrecht.

Cuando se pensaba que entonces la competencia uribista para 2018 se limitaría a los otros dos precandidatos que seguían en carrera, es decir el senador Iván Duque y el exministro Carlos Holmes Trujillo, el propio expresidente Uribe decidió reabrir el abanico de aspirantes al que ya se sumó la senadora sucreña María del Rosario Guerra y se le sigue insistiendo al exministro Juan Lozano. No se descarta que también entre el exgobernador Luis Alfredo Ramos.

 

Escenario muy movido

El Nuevo Siglo

Como se dijo al principio, la campaña presidencial tuvo un arranque tempranero. Esto en gran parte porque un cambio en materia de las inhabilidades para ser Presidente y Vicepresidente de la Republica obligó a Vargas Lleras a renunciar este mes. Si esa reforma no hubiera sido aprobada por el actual Congreso, el Vicepresidente habría podido quedarse más allá de mayo y solo tener que dar un paso al costado unos meses antes de la cita en las urnas.

Lo cierto es que la salida de Vargas del Gobierno, que venía siendo presionada tanto por La U como los liberales en aras de frenar su creciente popularidad producto de su labor en infraestructura y vivienda, marcó el banderazo de la carrera para la sucesión de Juan Manuel Santos.

¿Cómo arranca la carrera presidencial? Son cuatro los elementos preponderantes en el escenario.

En primer lugar el proceso de paz con las Farc sigue generando una amplia polarización entre los colombianos, tanto o más que cuando aún se negociaba en La Habana. La concentración territorial de las Farc y el arranque del desarme no han bajado los ánimos en defensores y contradictores. Todo lo contrario, los decretos, leyes y actos legislativos dictados por Presidencia o aprobados por el Congreso no hay día en que no generen polémica. Esa tendencia no cambiará en los próximos meses.

En segundo lugar, es evidente que tras los escándalos de corrupción recientes, como el de Odebrecht, cuyos tentáculos de sobornos y contratos amañados llegaron hasta las campañas presidenciales y los gobiernos de Uribe y Santos, la lucha contra la corrupción tendrá papel protagónico en la campaña. El candidato que demuestre mayor credibilidad y capacidad en este campo seguramente tendrá mucho apoyo ciudadano. Y quien no lo haga, se hundirá indefectiblemente.

Como tercer punto determinante del arranque de la campaña está el hecho mismo de que ya no hay posibilidades de relección presidencial inmediata y, por lo tanto, la decisión de postularse ahora o en el 2022 resulta ser una estrategia válida, muy diferente frente a lo que pasaba en los últimos doce años, cuando quedarse adentro o afuera de la contienda proselitista bien podría significar aplazar las aspiraciones por ocho años.

En cuarto lugar es obvio que el gobierno Santos arrastra un desgaste bastante alto y prueba de ello es que su imagen en las encuestas no va más allá de un 25 a 30 por ciento de favorabilidad, en tanto que la calificación de su gestión resulta deficiente en muchas políticas y programas. Su principal ejecutoria, sin duda el acuerdo de paz con las Farc, lejos de unir, divide día a día a los colombianos, no ya entre guerreristas y pacifistas, sino entre quienes consideran que lo pactado con la subversión fue equilibrado y aquellos que piensan que hubo excesos en gabelas políticas, jurídicas, económicas e institucionales que deben ser corregidas por el próximo gobierno.

A esos cuatro elementos descritos tienen que sumarse otras  coyunturas no menos importantes como el fracaso de la lucha contra los narcocultivos, una economía que está creciendo al 2 por ciento del PIB, un sistema carcelario en crisis, las alertas por el reciclaje de violencia en las zonas dejadas por las Farc, el complicado arranque del proceso de paz con el Eln y una crisis de confianza muy marcada de los colombianos en sus instituciones políticas, jurídicas y legislativas.

 

Coaliciones, plato principal

El Nuevo Siglo

Descritos ya los jugadores de la naciente contienda presidencial, y explicados los principales elementos y escenarios en que ésta arranca, bien se puede prever que con el correr de los meses la abultada nómina de aspirantes se seguirá adelgazando.

Por ejemplo, sería ingenuo negar que la presencia de candidatos con la trayectoria de Vargas y De la Calle, la beligerancia de Petro y  Robledo o la inclusión de candidatos outsider como Claudia López o Sergio Fajardo, llevará a que no pocos de los que hoy suenan como eventuales aspirantes prefieran dar una paso al costado. Como se dijo, la que arranca será una campaña de pesos pesados.

Vargas es, por el momento, el rival más fuerte y a vencer por parte de todos, lo que lo pone como blanco principal, con todo lo que ello implica. Petro continúa siendo una incógnita, pues no tiene partido ni estructura política que lo respalde. A Fajardo su imagen de independiente ya no le está alcanzando para seguir en el lote puntero. Claudia López debe pasar del efectismo de sus declaraciones a representar una opción real de poder. Robledo tiene el reto de superar la frontera de un Polo dividido y una opinión pública mayoritaria a los radicalismos. De la Calle aún no arranca pese a que lleva varios meses siendo ambientado como eventual candidato liberal y líder de la coalición de paz. En el conservatismo aún siguen pendientes más de los otros candidatos que de los propios, reflejo de una colectividad que lleva este segundo mandato con un pie adentro y otro afuera del Gobierno. La U ya parece que no tiene tiempo para poner sobre el escenario un candidato fuerte y tendría que resignarse a ser vagón de la coalición de De la Calle. Y el uribismo se debate entre el dilema de que su nombre más fuerte quedó congelado y los que quieren abanderar la oposición no tienen la fuerza ni mucho menos su capital electoral…

Así las cosas, bien podrían concluirse que la campaña se centrará, primero, en la definición rápida y lo menos traumática posible de los candidatos oficiales. Pero el verdadero pulso se centrará en la capacidad que tengan los principales aspirantes para ir conformando coaliciones y alianzas, aún antes de la primera vuelta. Alianzas que   superen primordialmente las difusas fronteras políticas, ideológicas, programáticas y electorales de los llamados bloques de izquierda, centro izquierda, centro radical, centro derecha y derecha. Llegar sólo a la primera vuelta podría ser suicida para la mayoría.

Aunque algunos analistas sostienen que lo que habrá será un pulso entre grandes coaliciones de izquierda, centro y centro derecha, esa premisa se estrella con la realidad de que los colombianos están muy polarizados y cualquier cosa podría pasar a la hora de las urnas. Hay liderazgos maduros e históricos, pero también otros emergentes y prometedores. Solo con el pasar de los meses se verá cuáles, con sus pros y contras, empiezan a tomar distancia en la carrera por la sucesión de Santos.  En sus marcas…