Bicentenario de un egregio colombiano | El Nuevo Siglo
Sábado, 11 de Marzo de 2017

José Eusebio Caro es uno de los humanistas, poetas, periodistas, ideólogos y hombres de Estado más completos y profundos de la Hispanoamérica en el siglo XIX. Su precocidad intelectual sorprendió, pues  apenas a los 24 años escribió una oda a Sucre. Pese a su juventud, trató temas de filosofía, moral y de política social. En su hogar tuvo la oportunidad de tratar al vicepresidente Santander y conocer de primera mano las intrigas de la política bogotana, que en ciertos aspectos le repugnaba. Temprano se ocupó con su pluma de refutar el utilitarismo en boga y de defender en la prensa tesis nacionalistas. Como escritor publicó apenas un puñado de elevadas inteligencias muy bien valoradas a nivel continental.

El encuentro de Caro con Mariano Ospina Rodríguez resultó providencial para elaborar un programa del Partido Conservador sencillo y atractivo, que tenía la finalidad de convocar a los colombianos que ostentaban la facultad de votar, que eran inicialmente una minoría.

Ambos dirigentes se apartan de los extremos de la política liberal y el programa elaborado por Ezequiel Rojas.

Se declaran demócratas, partidarios de la igualdad, defensores de la propiedad privada, del orden y contrarios a la dictadura. Son insobornables republicanos y partidarios de la democracia directa ejercida por el pueblo. Por ello no es casual que el primer gobernante elegido por el voto popular sea Mariano Ospina Rodríguez, en reñidas elecciones limpias. Él había formado parte del círculo santanderista que atentó la noche septembrina contra Simón Bolívar. Para salvar la vida huye a Antioquia donde se torna en devoto de la Virgen y la religión católica. Con nuevas ideas regresa a Bogotá y se compromete con Caro, su amigo, en cuanto ambos son bartolinos, en la defensa de las ideas conservadoras y la religión católica. Ambos fueron centristas-conservadores. Lo mismo que frente al programa liberal de Ezequiel Rojas, como de los excesos de los gólgotas y los ilusos socialistas utópicos tropicales, fueron centristas.

Caro refuta con notable capacidad dialéctica el utilitarismo. En sus escritos hizo una radiografía de Colombia y se dolió del atraso económico, la pobreza colectiva y cultural. Gozaba de la amistad de Julio Arboleda, el más talentoso y con alma de caudillo de los jóvenes conservadores, y el primero que usa el término conservador en sus discursos de campaña. Ello aunque Bolívar lo usaba con Sucre, en su correspondencia, para señalar que los politiqueros no los querían por su condición social y por ser conservadores, en cuanto ambos lucharon por liberar estos pueblos y establecer un nuevo orden.

Caro, pese a su admiración por Arboleda, lo enfrentó en el Congreso por discrepar del trato que en el Cauca se les daba a los esclavos conducidos al Perú, para eludir la libertad de vientres y la ruina. Más la entrañable amistad se restableció después de ese episodio político.

Caro, con su pluma y capacidad de agitador enfrentó la presión de los excesos demoliberales en el país, como de los socialistas que pretendían abolir la propiedad privada cuando ni siquiera pasábamos por la primera etapa del desarrollo industrial. Fue secretario de Hacienda, dando muestras de un conocimiento del país y de la economía que sorprendió a los expertos.

Su desempeño fue tan memorable que desde entonces se le tuvo entre los presidenciales del conservatismo. Al descollar tan joven entre los políticos colombianos y expresarse con fina ironía contra sus adversarios, en las filas radicales se conjuraron para cerrarle el paso, manía colectiva que se repite contra Arboleda y en el siglo XX contra Álvaro Gómez.

Caro decía que a su estirpe lo perseguía una especie de estigma que les negaba la felicidad en el amor, pese a que se conocieron varias mujeres que suspiraban por ser correspondidas, por lo que se tiene esa actitud como una licencia para ser uno de los grandes poetas románticos de Colombia.

Caro entendía el ejercicio de la política como un ministerio casi sacerdotal, en el cual todo se debía sacrificar por la patria, incluso la vida de ser preciso. Precisamente salió del país al exilio y cuando regresó por Santa Marta muere en 1853, prematuramente, dejando a sus partidarios y a la mayoría de los colombianos frustrados por perderse de sus luces e iniciativas de transformar el país desde el poder.