Análisis. El terremoto uribista | El Nuevo Siglo
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Sábado, 11 de Marzo de 2017
Unidad de análisis

 

Si desde hace algunas semanas se venía insistiendo en que en el uribismo había fuertes remezones producto del arranque tempranero de la precampaña presidencial, esta semana se produjo una especie de terremoto.

Óscar Iván Zuluaga, el candidato que ganó la primera vuelta presidencial de 2014; el mismo que en la segunda perdió con el presidente-candidato Juan Manuel Santos, pero alcanzó a sumar alrededor de siete millones de votos; el aspirante que desde ese mismo año se proyectaba como la carta más fuerte para volver a enarbolar las banderas del partido de oposición en la contienda por la Casa de Nariño en 2018; el exministro caldense al que la propia Fiscalía hace pocas semanas le archivó la investigación sobre el caso del hacker Sepúlveda y le despejó la carrera política; y el dirigente político que en las más recientes encuestas sobre preferencias electorales marca el porcentaje más alto de los uribistas, muy por encima de los otros dos precandidatos en lisa (Carlos Holmes Trujillo e Iván Duque)… Ese mismo Zuluaga es quien esta semana se vio forzado a aplazar el lanzamiento de su precandidatura hasta no esclarecer si su asesor político en 2014, el brasileño Eduardo ‘Duda’ Mendonca, no sólo recibió un millón de dólares de la campaña uribista, sino también un pago adicional de 1,6 millones de dólares de parte de la multinacional Odebrecht, el consorcio multinacional que protagoniza el escándalo de corrupción más grave de los últimos años en toda Latinoamérica.

Un escándalo que tiene un impacto muy alto en Colombia, no sólo por la cadena de sobornos que habría patrocinado para hacerse a contratos de obras públicas tanto en el gobierno Uribe como en el de Santos, sino que ya tiene a la Fiscalía, la Procuraduría y al Consejo Nacional Electoral investigando los nexos que tendría la cuestionada multinacional brasileña con las campañas presidenciales de Zuluaga en 2014 y de Santos, tanto en 2010 como en 2014.

Si bien ya semanas atrás se había publicado en una prestigiosa revista de ese país que Odebrecht habría pagado una parte del sueldo de ‘Duda’, Zuluaga en su momento aclaró que un alto funcionario de esa empresa sí habría servido de intermediario para una reunión de suya con el asesor en Brasil, pero que la negociación con este sólo fue por un millón de dólares y que ese dinero lo pagó la campaña, tal como estaba registrado en las cuentas que se presentaron ante el Consejo Nacional Electoral. Agregó que no sabía nada de otros pagos a ‘Duda’ y menos por parte de esa cuestionada empresa.

Cuando ello ocurrió el propio expresidente y senador Álvaro Uribe salió en defensa de Zuluaga, afirmando que las cuentas de campaña eran claras y que los señalamientos en su contra constituían, en realidad, una estrategia del santismo para esconder que su campaña reeleccionista sí estuvo salpicada por los dineros de Odebrecht.

Sin embargo ya para entonces era evidente que había una lucha interna muy fuerte en el uribismo, con visos incluso de ‘guerra sucia’, y que este escándalo de corrupción se estaba utilizando como ‘munición’ entre los partidarios de los tres precandidatos. No eran pocos los rumores que indicaban que se le estaba pidiendo a Uribe que convenciera al ‘salpicado’ Zuluaga de dar un paso al costado y que dejara que Duque, Trujillo y otros eventuales precandidatos pudieran emular entre ellos por la candidatura única sin que el Centro Democrático tuviera que cargar con el lastre que significaba un competidor presuntamente involucrado en un caso de corrupción tan grave.

Las tensiones al interior del partido llegaron a tal punto que le tocó al propio Uribe salir al paso y llamarle la atención a todos sus precandidatos, congresistas y dirigentes, indicándoles que no se equivocaran, que la pelea era con el Gobierno y no entre ellos.

En un comunicado del 28 de febrero, el expresidente recalcó que “la Nación está en serias dificultades, nos debemos dedicar a enfrentarlos, a construir la plataforma programática, la integración popular y la coalición ciudadana para ganar el proceso de 2018. El problema es con Santos y su gobierno, no entre nosotros. Me dedicaré con devoción a esa tarea con respeto y apoyo igual a todos nuestros candidatos”.

Sin embargo, ya para entonces las escaramuzas en ese partido eran más visibles. No sólo se hablaba de bloques y pulsos entre liderazgos emergentes, sino de rumores en torno a una presunta inclinación de Uribe por el precandidato Duque. También se decía que Zuluaga se estaba convirtiendo en un peligro para el Centro Democrático, pues las últimas encuestas lo mostraban perdiendo terreno y, de paso, su señalamiento en el caso Odebrecht le estaba quitando al Centro Democrático margen de acción para su papel de líder de la oposición así como credibilidad y legitimidad para denunciar a los altos funcionarios y exfuncionarios santistas involucrados en los presuntos sobornos y la infiltración de dineros en la campaña reeleccionista. Pero la cosa no paró ahí: se señaló a Duque de también haber asistido a la reunión de Zuluaga con ‘Duda’ Mendonca en Brasil y hasta empezaron a circular en redes sociales internas panfletos desprestigiando a los propios precandidatos uribistas…

Ya para entonces era vox populi que Uribe había reabierto la baraja de precandidatos y que contemplaba los nombres del exministro Juan Lozano, el ex gobernador antioqueño Luis Alfredo Ramos (que estuvo tres años preso y espera que la Corte Suprema de Justicia le archive este mes un proceso por parapolítica) y las senadoras Paloma Valencia y María del Rosario Guerra.

Y también era claro que paralelo a ese pulso entre los precandidatos ya conocidos y los que pudieran entrar en la baraja, se estaba gestando un pulso respecto a cómo se integrarán las listas al Senado y la Cámara en los próximos meses, con más de un parlamentario o aspirante a serlo asomando los codos para quedar lo mejor posicionado posible.

 

Se complicó el panorama

 

Sin embargo, en el último mes la situación se complicó para Zuluaga. Esto porque la Fiscalía, en el marco de los 11 procesos que tiene abiertos por el caso Odebrecht, remitió al Consejo Electoral la información que tiene sobre el caso ‘Duda’, lo que implicó que el rumor periodístico de semanas atrás se convirtiera ya en una indagación formal.

Al mismo tiempo, el ente acusador reveló que el exsenador Otto Bula, capturado por haber gestionado sobornos de Odebrecht por 4,6 millones de dólares para viabilizar un otrosí al contrato de la Ruta del Sol II para la construcción de la vía Ocaña-Gamarra, dijo haber enviado al gerente de la campaña reeleccionista Roberto Prieto un millón de dólares.

Así las cosas, las dos campañas quedaron salpicadas, con el agravante de que esta semana la Fiscalía volvió a dar un nuevo parte sobre las pesquisas en el escándalo de sobornos y sobre la presunta infiltración de las campañas.

De acuerdo con lo revelado el martes pasado, el ente acusador ya cuenta con “nuevas evidencias que acreditan diversas modalidades de asunción de gastos por parte de Odebrecht, en beneficio de las campañas presidenciales del 2014, las que fueron concretadas mediante pagos llevados a cabo desde Brasil, a través del Departamento de Operaciones Estructuradas de la empresa brasilera”.

Sobre el caso Zuluaga, la Fiscalía indicó que “según las pruebas recaudadas, a comienzos del año 2014 Odebrecht sirvió de puente para llevar a cabo una reunión entre directivos de la campaña presidencial y el publicista Jose Eduardo Cavalcanti de Mendonca, más conocido como ‘Duda’ Mendonca. Esta reunión fue celebrada a mediados de febrero del año 2014 en Sao Paulo y coordinada por Marcio Polidoro, director de Comunicaciones de Odebrecht para América Latina”.

Según la Fiscalía, “Odebrecht asumió un pago a favor del publicista ‘Duda’ Mendonca, del orden de 1,6 millones de dólares, correspondiente a un cobro adicional a la suma que inicialmente habría sido convenida por servicios prestados a la campaña ‘Mano Firme, Corazón Grande’ del candidato Zuluaga. Dicho pago se llevó a cabo por la firma brasilera, según la acreditaciones obrantes, en dos instalamentos, a favor de la empresa off shore Topsail  Holding”.

Obviamente con este reporte de la Fiscalía la situación de Zuluaga se complicó y prueba de ello es que el propio Uribe dijo que no sentaría posición al respecto hasta tanto no hablara con el precandidato. Dicho encuentro se produjo el miércoles en Rionegro  (en donde el exmandatario está convaleciente de una intervención en la próstata) y al término de la misma vino la sorpresa: Zuluaga anunció que aplazaba su precandidatura “hasta tanto no se esclarezcan por completo los interrogantes sobre la participación de la empresa Odebrecth en el pago de los servicios de ‘Duda’ Mendonça”.

Tras indicar que su campaña fue honorable y que daría las explicaciones a la justicia, precisó que “hoy mi prioridad es la tranquilidad y el buen nombre de mi familia, por encima de toda consideración política. Seguiré trabajando por la unidad de mi partido, porque Colombia necesita un Centro Democrático fuerte y actuante”.

Casi al mismo tiempo, la senadora y exministra Guerra anunciaba su precandidatura y confirmaba que fue el propio Uribe el que, el domingo pasado, le había pedido que contemplara lanzarse. También se sabe que a Lozano y Valencia se les hizo la misma propuesta y que frente a Ramos (cuyo hijo es senador del Centro Democrático) se está pendiente de lo que decida la Corte en próximos días, pero en el Centro Democrático dan por sentado que será absuelto no sólo porque ya se comprobó que hubo falsos testigos en su caso, sino porque la Procuraduría ya pidió su absolución.

 

¿Y ahora?

 

La renuncia de Zuluaga cayó como una bomba dentro del uribismo y generó múltiples interpretaciones en sus propias toldas. Para algunos el aplazamiento de su campaña es, en realidad, una salida forzada pero ‘amable’ a una situación que ya se le estaba complicando al Centro Democrático, pues le quitaba credibilidad a sus denuncias sobre la relación de Odebrecht con las campañas de Santos, que cada día suma más situaciones sospechosas.

Como se sabe, ya no sólo es el caso del millón de dólares que Bula dice que le envió al gerente de la campaña reeleccionista (pero que Prieto y su amigo Andrés Giraldo niegan haber solicitado o recibido), sino que también la Fiscalía reveló esta semana que Odebrecht habría pagado una encuesta electoral en 2014 como mecanismo para acercarse al gobierno Santos para que le destrabaran el pago de reclamaciones de la Ruta del Sol II por 100 millones de dólares (la campaña reiteró que no hubo tal encuesta y el Gobierno que se negaron esas reclamaciones). Y, como si fuera poco, el viernes se reveló que en la campaña de 2010 la misma compañía brasileña habría pagado 400.000 dólares por 2 millones de afiches de “Santos presidente”.

También hay quienes piensan que Uribe es consciente de que tras este escándalo –y así lo evidencian las encuestas– la anticorrupción será la bandera más importante de la próxima campaña presidencial y en ese escenario Zuluaga, sin duda su precandidato más fuerte, entraba herido en un ala.

Igual no faltan los que consideran que los señalamientos de la Fiscalía, cuyas pesquisas al igual que las del CNE van para largo, le dieron al expresidente la excusa que necesitaba para convencer a Zuluaga de dar un paso al costado y desatarle las manos para sentirse en libertad de hacer el guiño a otro precandidato que repunte en las encuestas en los próximos meses. Esto bajo la tesis de que el exmandatario, que viene de derrotar al Gobierno en el plebiscito de octubre pasado, mantiene la capacidad de endosar sus votos al aspirante que señale para tratar de recuperar el poder en 2018. Es más, hay quienes piensan que un candidato tan fuerte como Zuluaga no aceptaría ser fórmula vicepresidencial en una eventual alianza, por ejemplo con Cambio Radical o los conservadores, pero otro aspirante uribista que no tenga el recorrido del excandidato de 2014 sí lo haría.

Pero también hay hipótesis en contrario. Para varios dirigentes uribistas Uribe es consciente de que Zuluaga es su carta más fuerte, porque así lo evidencian las encuestas y, además, tiene la ventaja de que ningún otro precandidato o candidato a suceder a Santos ha sumado 7 millones de votos. No hay que olvidar que la de 2018 será una campaña entre pesos pesados, con nombres como los de Germán Vargas o Humberto de la Calle, que no necesitan presentación, y frente a ellos el uribismo no puede poner a un novato o un ‘peso pluma’. 

Por lo mismo, para algunos analistas, Uribe al sacar del escenario a Zuluaga lo que está haciendo es protegerlo y evitar que lo ‘muelan’. De allí que le habría recomendado aplazar el lanzamiento de su campaña por algunos meses mientras baja la espuma del escándalo Odebrecht. Igual faltan 14 meses para la primera vuelta y sólo a finales de 2017 la contienda electoral tomará vuelo definitivo.

Tampoco faltan los que consideran que Uribe podría estar haciendo una carambola a varias bandas: sacar a un candidato desgastado como Zuluaga, proyectar uno más fresco y emergente, sentar un principio de autoridad ante los pulsos internos por las precandidaturas y las listas al Senado y abonar el terreno para posibles alianzas con otros partidos o movimientos antes o después de la primera vuelta.

Sin embargo, como se dijo, el panorama político del principal partido de oposición aún es muy incierto y falta mucho tiempo para que arranque la campaña en firme. El factor Zuluaga sigue presente y sólo cuando se sepa si jugará o no, se verá cómo mover las fichas.