Napoleón Bonaparte | El Nuevo Siglo
Lunes, 1 de Marzo de 2021

El  próximo 5 de mayo se conmemorará  el bicentenario de la muerte en la Isla de Santa Elena de Napoleón Bonaparte emperador de los franceses. El Gobierno de ese país e innumerables instituciones interesadas en su legado realizan desde ya  múltiples eventos y publicaciones para analizar esta figura emblemática, no solamente de la historia europea sino universal, por la influencia que tuvieron sus acciones en el resto del mundo.

Para el caso de Colombia y del conjunto de países hispanoamericanos resulta evidente, y así se ha destacado muchas veces, la incidencia determinante  que la invasión de España y la cesión forzada del trono por parte de Carlos IV y de  Fernando VII en 1808, tuvo en el proceso de independencia al generar el vacío de poder y la crisis de legitimidad que abriría paso a las juntas de gobierno.

En el ámbito jurídico especializado ha sido particularmente estudiado el Consejo de Estado napoleónico, el código civil redactado con su intervención directa, o la organización administrativa concebida bajo su impulso, para analizar la incidencia que estos tuvieron en el proceso de construcción de nuestras instituciones  en los comienzos de la historia republicana. Los biógrafos y estudiosos de Bolívar se han trenzado en interesantes debates sobre una supuesta ambivalencia  del Libertador en  su aproximación a la figura del emperador y su obra durante  diferentes etapas de su vida, sin que pueda dejarse de reconocer  en todo caso el impacto que ella tuvo en sus reflexiones sobre  el entendimiento de su época y de las posibilidades y retos para la libertad de América.

Menos estudiada, es la incidencia específica que diferentes textos producidos bajo la égida napoleónica, como la Carta de Bayona del 8 de julio de 1808, tuvieron entre nosotros en la misma época. Basta recordar que aquella contenía una promesa de códigos bendecida por el emperador en persona: “Las Españas y las Indias se gobernarán por un solo código de leyes civiles y criminales” y en ella se establecía un Consejo de Estado compuesto “de treinta individuos a lo menos, y de sesenta cuando más”, que tendría “seis diputados de Indias adjuntos a la Sección de Indias, con voz consultiva en todos los negocios tocantes a los reinos y provincias españolas de América y Asia”.

Más escasos aún son los trabajos sobre el supuesto papel que jugaron directamente en América algunos de los agentes de Napoleón promoviendo  sus intereses estratégicos, a la par de lo que en los informes españoles de la época se denominaba la punible “adicción a la libertad de los franceses”, así como las vivencias de algunos militares que combatieron a su lado y terminaron en estas tierras, sobre lo que solo algunas pistas se encuentran en  muy interesantes estudios recientes sobre ese periodo de la historia.

Independientemente de la relevancia o de la extensión de esta influencia directa entre nosotros, y más allá de las insalvables polémicas que una figura tan compleja, controvertida y llena de matices puede generar, es claro que existen sobradas razones para que también aquí nos interesemos en esta efeméride y la convirtamos en un escenario de diálogo con los historiadores, juristas y politólogos  que en Francia y en el mundo la celebrarán. Oportunidad propicia para una reflexión sobre las múltiples dimensiones y perspectivas  posibles en la aproximación de personajes que, como en el caso de Napoleón Bonaparte, marcaron toda una época y dejaron una huella indeleble en el entendimiento del ejercicio del poder.

@wzcsg