Los estudios de impacto ambiental en Colombia | El Nuevo Siglo
Foto archivo El Nuevo Siglo
Sábado, 17 de Febrero de 2018
Alvaro Sánchez

En un planeta ambientalmente en caos, del cual Colombia no es ni mucho menos la excepción, la gente ha comenzado a hablar del tema y a obtener lo que supuestamente es un fondo de conciencia que podría ilusionar la posibilidad de supervivencia de las futuras generaciones en esta tierra. En este marco aparecen términos nuevos que el común de la gente comienza a utilizar sin tener ninguna claridad sobre el contexto de los mismos, ni mucho menos sobre su significado y sus implicaciones; de esta manera, hoy por hoy, es común oír hablar de la “sostenibilidad de los proyectos” o de “proyectos sostenibles”.

Desde el inicio del uso del término sostenibilidad, éste ha sido definido como “la capacidad de continuar generando utilidades a través del tiempo”; para que esto sea cierto se deben tener en cuenta algunos factores como la relación en el tiempo de costos/beneficios, la disponibilidad en el tiempo de las materias primas requeridas y la necesidad o deseo de compra de lo producido en el corto tiempo. En este orden de ideas, y así lo confirma la legislación vigente, cualquier proyecto debería contar con estudios serios de sostenibilidad para garantizar su futuro.

No es un secreto que la inversión en el mundo no es propiamente altruista y que por lo tanto es prácticamente imposible lograr proyectos sostenibles si estos no son rentables, es decir deberán generar más ingresos o beneficios que costos asociados; sin perder de vista, claro está, que la rentabilidad en si misma no garantiza la sostenibilidad. Entonces podemos convenir en que medio ambiente y rentabilidad deben ir de la mano para garantizar la sostenibilidad de los proyectos.

Bien dice el saber popular que “plata es lo que plata vale”. Por este motivo se deben tener en cuenta los beneficios obtenidos por las comunidades en algunos tipos de proyectos que, evidentemente no generan rendimientos económicos, entre estos se pueden contar; escuelas, carreteras, hospitales y otros varios.

La falta de conciencia y conocimiento ambiental de muchos empresarios hace que consideren la elaboración de estudios de impacto ambiental significa un aumento innecesario de trabajo que, además, genera sobrecostos y no produce réditos económicos; por ello suele ser demeritado y se busca la manera de minimizar sus costos y sus mitigaciones. No suele tenerse en cuenta el hecho manifiesto de que, si por alguna razón la inversión realizada llegara a tener como consecuencia el deterioro o la extinción de nuestros recursos, estos terminarán por agotarse más temprano que tarde. Ello se puede comprobar en proyectos tan sencillos como los cultivos indiscriminados en laderas, que podrían producir en forma abundante, pero en poco tiempo generarán desertización o erosión, acabando con la productividad de las mismas; estos daños tienen el agravante de que pueden pasar muchos años para que efectivamente puedan ser determinados, para entonces ya son imposibles de corregir.

El problema de fondo es que los estudios de impacto y/o de evaluación ambiental son hechos por profesionales sin control de calidad eficiente y sin capacidad de los entes ambientales de controlar la calidad de los estudios, aunado a esto está el hecho de que el país no cuenta con una línea base ambiental de buena calidad que le permita determinar la utilidad de la información aportada. Se debería también diseñar un sistema de evaluación de los profesionales que firman los estudios y generar responsabilidades sobre los mismos.

La caída del puente en la vía a Villavicencio, en días pasados, generó pocos muertos en comparación con el daño que podrían llegar a producir los estudios mal hechos que andan avalando algunos procesos productivos en el país. En virtud de esto es necesario que las autoridades ambientales solidifiquen el control sobre la elaboración de los mismos y sobre el cumplimiento estricto de lo que en ellos se determine.

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@alvaro080255