La diáspora venezolana | El Nuevo Siglo
Viernes, 9 de Febrero de 2018

La llegada de venezolanos a Colombia, huyendo del hambre, la carencia de medicamentos y de la violencia en su país, no solo se ha incrementado, sino que continuará en aumento mientras la ineptitud el régimen de Maduro haga más difícil la situación del país vecino, a lo que no se ve fin próximo. Se pensaría que esto no puede darse en el país petrolero más rico del mundo, pero el afán de enriquecimiento, la consiguiente corrupción y la aplicación de políticas dictatoriales y torpes medidas económicas conducen, inexorablemente, a estas situaciones, así como llevaron a Cuba al lamentable estado al que la dictadura de los Castro los ha sometido durante más de medio siglo.

No hay entonces que hacerse ilusiones acerca de una mejoría para el pueblo venezolano y, así como los cubanos arriesgan sus vidas para atravesar el estrecho de la Florida, igualmente los venezolanos continuarán huyendo del caos del socialismo del siglo XXI y Colombia, y en menor grado (por la diferencia en el idioma) Brasil, seguirán siendo su escape más accesible. Nuestro gobierno tiene que aceptar esta realidad y no limitarse a tibias medidas, exigir pasaportes y visas a estos infortunados hermanos, para devolver al infierno del que escapan a quienes carecen de ellos y ni siquiera tienen, ni el dinero, ni la accesibilidad para obtenerlos. Según estadísticas cada mes 15.000 venezolanos no regresan a Venezuela, unos pocos con la intención y algunos pesos para buscar refugio más allá de Cúcuta, el resto para quedarse en esta ciudad esperando encontrar lo que no tienen en el paraíso socialista.

Nuestro gobierno sigue con su política de deportación y sin querer establecer campos de refugiados propiamente dichos, ni siquiera con ayuda internacional, temiendo que esto estimularía una mayor afluencia de inmigrantes. Difícil dilema que puede ser cierto pero la presión continuará en aumento conforme se agraven las cosas del lado venezolano y mientras no se le encuentre una adecuada solución continuarán los venezolanos llegando por nuestra extensa frontera, durmiendo al aire libre en parques, viviendo como puedan, buscando trabajo sin descartar acudir a la delincuencia.

Hasta ahora solo ha establecido en Cúcuta, con ayuda de la Iglesia Católica, la Cruz Roja y la Agencia de las Naciones unidas para las Migraciones, un albergue para 240 personas para que los refugiados permanezcan un máximo de 48 horas y luego los lanzan a la calle. En los años 80 Honduras estableció campos para refugiados de la violencia en Guatemala, Salvador y Nicaragua, esta experiencia podría servirnos, como puede sernos útil la forma en que Italia, Alemania o España, entre varios, han lidiado con la inmigración de Siria, Irak o Afganistán. ¿Qué espera nuestro gobierno para tomar medidas eficaces a este respecto?