Robots en progreso | El Nuevo Siglo
Foto tomada página oficial de Sony
Domingo, 12 de Febrero de 2017
Ramón Tamames

La inteligencia artificial (IA) es un tema fundamental que forma parte del desarrollo científico y la investigación, ensanchándola hasta límites inalcanzables hoy por hoy, lo que es la economía digital, y la aplicación científica a los problemas de cada día.

Nos referiremos hoy a los robots en progreso ubicuo y universal y en la próxima entrega lo haremos sobre  las máquinas humanas, también conocidas a veces como androides, que han dejado de ser un tema de ciencia ficción.

Robots y futuro de la IA

Moviéndonos en el área de la IA, inevitablemente hemos de referirnos a los robots, los trabajadores no humanos a los que Karel Čapek dio nombre a partir de su lengua checa. Y desde esa primera notoriedad, de los años 30 del siglo XX, la robótica ha avanzado mucho, hasta el punto de que Hiroaki Kitano, uno de los directores del Sony Computer Science Lab, en Tokio, a principios de los años noventa del siglo XX, ya soñaba con crear robots humanoides, capaces de competir con hombres y mujeres. ¿Ambicioso? ¿Utópico?

Nada de eso, porque en robótica, los sueños son un motor potente. Y en esa senda, el propio Kitano creó el perro Aibo, uno de los grandes éxitos comerciales de la robótica de Sony; y posteriormente diseñó a QRIO, el primer bípedo artificial capaz de correr. Pero, ¿cuán lejano se está todavía del robot humanoide de las películas de hacer de todo? ¿Del compañero androide capaz de compartir su vida con las propias personas?

“Se ha avanzado mucho y, ocasionalmente se han alcanzado los objetivos que los fundadores de la inteligencia artificial plantearon"; o por lo menos eso es lo que piensa Ramón López de Mántaras, director del Instituto de Investigación de Inteligencia Artificial (IIIA-CSIC), en Barcelona; y primer científico no estadounidense en haber recibido  -en 2011- el premio Robert S. Engelmore, de la Asociación Americana para el Avance de la IA.

Pero si ha habido tantos progresos... ¿Dónde están, para verlos? Lo que ocurre es que la IA se ha vuelto ubicua "está por todas partes, ¡pero no siempre es visible! -dice López de Mántaras-, para acto seguido poner ejemplos: "En sistemas de inyección de los automóviles se usan algoritmos de aprendizaje automático; en los videojuegos se emplean redes neuronales; en los sistemas de detección de fraudes financieros se recurre a técnicas de aprendizaje automático relacional. Por su parte, la gestión del tráfico de llamadas en telefónica móvil, la detección de hábitos de consumidores, los buscadores en la web... en todos esos procesos se usan técnicas de inteligencia artificial. Incluso se han demostrado complejos teoremas matemáticos con herramientas de IA (1)". No hay, pues, lugar para desazones, y con toda seguridad, con tantas cosas, como casi siempre, lo mejor está por llegar...

Entre esas posibilidades, lo que nos cuenta Mark Zuckerberg, de cuando se reunió en su página de Facebook (dónde, si no) con famosos de la talla de Shakira, Stephen Hawking, Arnold Schwarzenegger o Richard Branson, y también con usuarios habituales de la web, para responder preguntas sobre el futuro. Y una de las que más revuelo provocó llegó de parte de un joven que se interesó por cómo sería Facebook en una década. “Algún día –respondió Zuckerberg-, estoy seguro, seremos capaces de enviar pensamientos complejos mediante las nuevas tecnologías. Pensarás en algo y tus amigos podrán percibirte; si quieren compartirlo, claro”(2) 

Lo que proponen John Gabrieli y sus colegas del MIT es utilizar el acervo tecnológico capaz de medir la neurodiversidad humana, a fin de predecir el comportamiento futuro de las máquinas pensantes y su relación con las personas. “Esa predicción -dice Gabrieli- puede constituir una contribución humanitaria y pragmática para la sociedad y, desde luego, requerirá una nueva rama de la ciencia no exenta de consideraciones éticas  (3)”. Lo que genera una serie de inquietudes en multitud de casos.

En ese sentido, el libro de Eric Horvitz Cien años de estudio de la inteligencia artificial (4) , incluye ésta como área muy especial. Y expresamente, su autor, no oculta sus preocupaciones por la posibilidad de que (5): un día podríamos perder el control de los sistemas de IA, vía el aumento de las superinteligencias, que dejarían de comportarse conforme a los estrictos deseos humanos, para amenazar a la propia humanidad. ¿Tales efectos distópicos son posibles? Y si es así, ¿cómo surgirían tales situaciones?... Y una pregunta más a ese respecto: ¿debe aceptarse la inversión en investigaciones que persigan lograr una explosión de inteligencia no humana?

En la dirección indicada, los más atrevidos plantean que tales pesquisas sí que deberían estar dentro de las prioridades de investigación a largo plazo, pero como prognosis de la explosión de la IA y la superinteligencia. Así lo propone el Machine Intelligence Research Institute  (MIRI), no sin algunas cautelas. En la misma línea que las anteriores muestras de inquietud, Nick Bostrom, Director del Instituto para el Futuro de la Humanidad, de la Universidad de Oxford , opina que debe impulsarse y financiarse debidamente la investigación sobre el control de los riesgos futuros provenientes de la superinteligencia, con tiempo suficiente a fin de estar preparados para afrontar desafíos de gran calibre.

*Ramón Tamames es columnista de www.larepublicca.com. Miembro del Club de Roma. Catedrático de la escuela Jean Monnet. 

Referencias

  1. El sueño de los androides, más cerca", Estratos, otoño 2012.
  2. Juan Scaliter, “El futuro de Facebook”, La Razón, 6.VII.2015.
  3. Javier Sampedro, “La neurociencia ya puede predecir el futuro, pero ¿debe?”, El País, 19.I.2015.
  4. Eric Horvitz, One-Hundred Year Study of Artificial Intelligence: Reflections and Framing. White paper, Stanford University, 2014.