Puntos clave para salvar unión de Europa | El Nuevo Siglo
Foto Agence France Press
Domingo, 19 de Febrero de 2017
Giovanni Reyes

Ha sido el 14 de septiembre de 2016, fecha en la cual el actual Presidente de la Comisión Europea Jean-Claude Juncker (Luxemburgo, 1954 -) puntualizó muchos de los retos que debe enfrentar la Unión Europea para poder salvar los muebles a raíz de la inundación que amenaza con extenderse luego del triunfo del “brexit” en el Reino Unido, el 23 de junio pasado.

Juncker y los líderes europeos saben que la lista de tareas y las consideraciones de septiembre pasado se han quedado cortas.  Ahora la situación mundial se ha complicado, no sólo en términos de lo externo a Europa -llegada de Trump a Washington- sino también en el frente interno- –con los resultados adversos de Italia y la victoria con poco margen que tuvo el candidato ecologista frente a la opción de la ultra derecha en Austria, el 4 de diciembre pasado.

En la dinámica del escenario actual europeo, el presidente ruso Vladimir Putin puede jugar un papel por demás decisivo.  Existen pruebas directas y circunstanciales de que su desempeño habría ayudado a Trump a ganar la presidencia estadounidense.  Allí están las filtraciones selectivas de los correos electrónicos, el persistente dinamismo de “redes sociales” divulgando noticias faltas que sólo podían ser aceptadas a partir de posiciones fanáticas –por ejemplo, que Barack Obama y Hillary Clinton habían sido “los fundadores del movimiento yihadista ISIS-”.

En todo caso, la influencia de Putin podría presentarse en las elecciones europeas de este año.  La estrategia sería apoyar a grupos ultra-conservadores para que lleguen al poder.  El objetivo, y este es el punto central de los retos que tiene Europa, sería debilitar el proyecto europeo, haciendo que lo de “brexit” adquiriera momentum y que con ello se provocaran ya sea importantes fisuras en la unión o abiertamente un proceso de implosión política en el intento federativo que –con sus marchas y desencuentros- dio inicio oficialmente el 9 de mayo de 1950 con la declaración del Canciller francés Robert Schuman (1886 -1963).

Año electoral y riesgos

Es algo muy importante y significativo lo que está en juego actualmente en Europa.  El riesgo es que prevalezca el voto que favorece a grupos de ultra-derecha, en las estratégicas elecciones que este año se llevarán a cabo: Holanda tiene cita con las urnas en marzo, Francia acudirá a elecciones en abril y si es necesaria la segunda vuelta en mayo, en tanto que Alemania realizará sus comicios a fines de 2017.

Los países europeos que actualizarán sus mandatos políticos constituyen casi el 40 por ciento del total de producción europeo, tienen una clara incidencia en la formulación de las políticas desde Bruselas, y dentro de esto último, definen las medidas económicas y de relaciones exteriores del bloque.  Es evidente que Europa se constituye en un actor de clase mundial, esencialmente debido a la unión que prevalece entre sus naciones. 

Las personas especialmente las de nuevas generaciones pueden despreciar los logros de la Unión, pero el sólo hecho de evitar un conflicto entre Francia y el Reino Unido por un lado y Alemania por el otro, ha sido un resultado notable. El clima de paz y de armonización de políticas no sólo ha avanzado secuencialmente, sino que ha posibilitado alcanzar notable prosperidad, inclusión social y desarrollo tecnológico que de otra manera hubiesen implicado un mayor costo el poder alcanzarlos.

El gran temor del resquebrajamiento europeo se basa en que muchas de las políticas neoliberales -esto fue también un factor importante en el resultado del 8 de noviembre de 2016 en Estados Unidos- han provocado un sentimiento de marginación en muchos de los sectores poblacionales.  De allí el rechazo a las instituciones europeas.  El ciudadano de a píe no se siente representado por ese entramado institucional y ello es un medio de cultivo muy fértil para las posiciones euroescépticas y populistas.

Al generarse esa matriz de opinión, la tendencia es que los representantes de los sectores políticos tradicionales lleven la peor parte.  Esto ocurrió con la derrota de Hillary Clinton y puede volver a ocurrir.  De hecho los resultados de Viena del pasado 4 de diciembre, se saldaron con una diferencia de tan sólo 4 puntos porcentuales en el total de votos, siendo derrotado el candidato más derechista.

En especial Rusia consideraría en medio de sus permanentes análisis, que la implosión europea se traduciría pragmáticamente en el desvanecimiento de un actor mundial en este mundo multipolar que se  ha ido conformando. Con esa condición, los centros de mayor influencia se localizarían en (i) Washington –con una tendencia al autismo bajo el mandato de Trump- (ii) China que tiende a asumir un papel más globalizante, y (iii) Moscú que consolida su presencia en los Balcanes, Europa Oriental y Oriente Medio.

El juego ruso

En efecto, es evidente que la influencia rusa se diversifica y se consolida en un juego de posiciones al atraer a Iran, Iraq, Siria, Turquía y con ello el dominio sobre extensiones muy ricas en energéticos, a la vez que trata de oxigenar las condiciones económicas manejadas desde Moscú.  Entretanto se ha hecho ya con la posición de la estratégica península de Crimea y con la región oriental de Ucrania.

Existen puntos clave que Europa debe apoyar y profundizar de manera operativa.  Entre ellos se encuentran aliviar el desempleo, especialmente entre los jóvenes. Es cierto que esos niveles de desocupación serían aceptables en países en desarrollo, pero en una Europa competitiva, mucho de sus logros se llevaron a cabo con base en la demanda agregada de los mercados internos.  En ello es vital la generación de oportunidades vía el empleo y la promoción del emprendimiento empresarial.

Dentro de la concepción de desarrollo económico es indiscutible que los europeos deben apoyar con mayor intensidad y coherencia a las pequeñas y medianas empresas.  Éstas sobreviven especialmente a partir de la rotación de sus inventarios, más que de la dependencia de activos fijos y solvencia.

Los europeos deben por otra parte, establecer que la operación concreta del Pacto de Estabilidad que incide vigorosamente en lo económico y lo social de sus países miembros, no frene el crecimiento, sino que aliente las oportunidades por la vía de la ocupación productiva.  Es cierto que los déficits de gobierno pueden afectar.  Nadie está pensando en llegar a los niveles exhibidos por Grecia, pero es importante que el estímulo económico, más que la austeridad, logre no solamente rescatar bancos sino también y en especial, a grandes conglomerados sociales mediante la productividad, el empleo y el crecimiento sustentable.

De esa manera se podrán generar mecanismos que hagan perdurables los logros sociales. El proyecto de la Unión requiere, como siempre ha requerido, que el liderazgo europeo pueda estar a la altura histórica de lo que se demanda.  El tiempo apremia mientras el peligro acecha.

(*) Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Professor Escuela de Administración de la Universidad del Rosario.