Posible cohabitación en Francia contra Le Pen | El Nuevo Siglo
Foto Agence France Press
Sábado, 25 de Febrero de 2017
Pablo Uribe Ruan @UribeRuan

Marine Le Pen lleva un tiempo consolidando en Francia el legado de su padre, Jean Marie. Al mando del Frente Nacional, ella, una mujer de extrema derecha que es favorita en los sondeos presidenciales, se alejó a su progenitor en 2015, fundador de este movimiento político. “Parece haber entrado en un espiral de suicidio político”, dijo la líder, cuando se entrevistó con la revista Rivarol, afin a su ideología.

Le Pen ha entendido que, luego del triunfo de Trump en Estados Unidos y el Brexit, la política contemporánea se hace contra el establecimiento: partidos y líderes de vieja guardia. El axioma parece “lucha contra el establecimiento, y triunfarás”. Sin más reparos, sacó a su padre del partido por sus declaraciones a favor de los nazis de Francia y el antisemitismo. Su propósito ha sido “suavizar” la imagen radical de su partido y así atraer votantes.

Si las elecciones en Francia fueran hoy, Le Pen sería la presidenta. A diferencia de los habituales políticos franceses, la presidenta del Frente Nacional está cautivando  a millones de electores. En cambio, el establecimiento político ha perdido fichas en diferentes corrientes.

Antiguos líderes conservadores, como Alain Juppé y Nicolás Sarkozy, no pudieron superar las primarias de su partido. Mientras que en la izquierda, el presidente François Hollande no pudo luchar por su reelección –primera vez que esto ocurre en Francia- por su impopular imagen. Su discípulo, Manuel Valls, tampoco logró ganar las primarias, sepultando toda aspiración de continuismo.

A escasos dos meses para la primera vuelta, Francia presenta un panorama incierto para todo candidato o excandidato relacionado con el establecimiento o la información privilegiada. El ciudadano no confía en los partidos tradicionales y muchos menos en quienes los dirigen.         

Este fenómeno, sin embargo, hace parte de una corriente populista “anti establecimiento” que en el país siempre ha existido. Se conoció como “La sortez les sortants” –la salida de los salientes- en los años 50. Su promotor fue Piere Poujade, un político populista en Francia, y ahora, casi setenta años después, está teniendo plena acogida.

La corriente anti establecimiento tiene dos caras. Le Pen, de un lado, cataliza a la clase media rural que no encuentra soluciones a sus problemas en las políticas de izquierda y derecha y culpa, como ha ocurrido en otros países, al inmigrante y al islam. Su votante es similar, casi idéntico, al de Donald Trump: blanco, de clase media y alejado de los centros de poder. 

Más cercano al estudiante universitario de París o Lyon, Emmanuel Macron, candidato independiente por el movimiento “En Marcha”, presenta un discurso antisistema, pero radicalmente distinto a la de su oponente.  Su bandera progresista promete un recorte del horario laboral y una globalización sin trabas, reconociendo la importancia de la Unión Europea (UE), al contrario que Le Pen.

Aislado y con cara de pocos amigos, Francois Fillon, aspirante conservador por el partido “Los Republicanos”,  aparece relegado al tercer lugar, afrontando un escándalo de corrupción que lo tiene contra la pared. Hasta el momento no se ha conocido ninguna prueba que acredite los empleos falsos de los que su mujer, presuntamente, sacó provecho. Sin embargo, en materia electoral ha sido un damnificado que ve como su aspiración presidencial se desvanece en los tribunales.

Panorama

Esta semana ha sido crucial para las aspiraciones de Le Pen y Macron. Los últimos sondeos publicados les son favorables, indicando que serían los candidatos que pasarían a una eventual segunda vuelta.

No es nuevo el auge de la candidata del Frente Nacional. Desde el momento en que anunció su candidatura no ha bajado del segundo lugar en los sondeos. Su frentero discurso se refuerza, día y noche, con cada acto o detención relacionada con el terrorismo.

Pero el verdadero beneficiado en las encuesta ha sido Macron. Con la caída de Fillon, se ha convertido en la figura que va a detener el ascenso de la ultraderecha, hasta hace unos meses papel que estaba jugando el conservador. El espectro político que se preocupa por este fenómeno es amplio. Todos, más allá de si el elector es de centro derecha o centro izquierda, o, incluso izquierda radical, quieren frenar al Frente Nacional.

En un sondeo revelado el jueves, Le Pen lidera la intención de voto con el 28%, seguida de Macron con 25% y Fillon con 21%. El panorama es supremamente reñido, si se tiene en cuenta que en el cuarto y quinto lugar aparece el socialista Benoit Hamon, con 15% y el comunista Jean-Luc Melenchon, con el mismo porcentaje. En cualquier momento, estos números pueden cambiar.

En una simulación hecha por la revista The Economist,  usando regresiones que permiten hacer un aproximado a los posibles resultados electorales, Marine Le Pen cuenta con el 77% de posibilidades de ganar la primera ronda y 96% de, así sea en segundo lugar, lograr el paso al balotaje.

El esquema también muestra que el segundo lugar, en caso de que Le Pen quede primera, situación que es muy probable, está muy reñido. Antes del escándalo, Fillon contaba con el 79% y ahora tiene 50% de probabilidad para pasar la siguiente vuelta. Macron le pisa los talones con el 47%. Todo está por verse.

Finalmente, la revista inglesa publica un estimado de los resultados de la primera vuelta: Le Pen lograría el 25.1% de votos, Macron y Fillon empatarían con el 19,7%. Como se ve, el voto-finish está asegurado.

La hija de Jean Marie

Marine Le Pen se hace llamar “patriota” de corazón, de verdad, para diferenciarse de los políticos, como Hollande, Sarkozy y Chirac –últimos tres presidentes- que se han rendido sobre los brazos de la Unión Europea, institución que representa el centro de los males que agobian a Francia.

Una de sus propuesta más sonadas es retirarse de la moneda única, el euro, y, de paso, reestructurar los término bajo los cuales se negocia con el bloque europeo, buscando que se frene la llegada de migrantes a su país y se renegocien las condiciones del estado de bienestar.

Con el paso de los meses, Le Pen ha moderado su lenguaje contra la UE. Ya no promete la salida del bloque  pero ha propuesto que como alternativa Francia vuelva a tener una moneda única -¿vuelta al franco?-.  Igualmente, ha dicho que en vez de aplicar la pena de muerte contra criminales se les condene a una “perpetuidad real”. Al subir en las encuestas y con la crisis de Fillon, es claro que sus propuestas se han modificado acercándose al electorado de centro derecha que se ha distanciado del candidato conservador.

Pero Le Pen también está en la mira de la justicia. Se le acusa de haber contratado a su escolta como asistente ficticio en el parlamento europeo. Tan pronto se ha conocido el escándalo, la candidata ha negado los hechos. “No responderé durante la campaña electoral” a una citación policial, dijo cuándo se le inquirió por no haber ido.

Fillon aún no se quema

Obnubilado, Fillon mira cómo un proceso judicial en su contra, que aún no ha encontrado ninguna prueba que acredite su culpabilidad, está derrumbado de a poco su aspiración presidencial. Por mucho tiempo, fue el primero en las encuestas. Ahora, es tercero, aunque el último mes subió tres puntos.

Preferido por parte importante de la derecha y el centro, el exministro y congresista logró conquistar a parte importante del electorado por su discreción. Al contrario de Sarkozy, sombra que aún tiene encima, mostró una cara más modesta de la derecha. Su discurso favorece al liberalismo económico. Cree que, al contrario que Macron, las horas laborables en Francia deben subir y le pone un límite a la inmigración, sin cerrarle las fronteras como Le Pen.

Para su desgracia, la investigación por el supuesto empleo ficticio de su esposa, Penélope, quien fungió como su asistente cuando era congresista, lo tiene contra las cuerdas. En declaraciones al diario parisino, Le Figaro (el 17 de febrero) dijo “cuanto más nos acercamos a la fecha de las elecciones presidenciales, más escandaloso sería privar a la derecha y al centro de un candidato”. “Mi decisión es clara: soy candidato y continuaré hasta la victoria”, añadió.

No piensa ceder. En un principio, su partido propuso como alternativa que Sarkozy o Juppé, candidatos con los que se enfrentó en las primarias conservadoras, lo sucedieran en la campaña presidencial, pero ninguno de  los dos aceptó, ni tampoco Fillon. El conservador acusa al presidente Hollande de estar detrás del supuesto complot en su contra, por su escasa popularidad.

El alter, no anti, de Macron

Macron es el principal beneficiado de la baja de Fillon. Su imagen se ha fortalecido y  está a tres puntos de Le Pen en los sondeos. Pero en realidad su novedoso discurso es el que lo tiene en el techo de los favoritos.

Exministro de Economía, presenta una serie de propuestas que mezcla recetas neoliberales con derechos laborales. Dice que el comercio transfronterizo es esencial para el crecimiento, pero concuerda en que éste no puede justificar en una sobrecarga laboral para el trabajador. Por ello propone bajar hasta 30 horas semanales de trabajo, iniciativa que parece improbable porque la legislación francesa tiene como mínimo el 35 de horas trabajadas.

Con 39 años, Macron representa ese aire nuevo que muchos electores están buscando.  No pertenece a los partidos tradicionales, pero tampoco tiene un discurso radical de derecha o izquierda como Le Pen o Melenchon. Es un alter, una alternativa al poder dominante, pero sin  medidas extremas.

Su candidatura ha tomado más fuerza con la adhesión de Francois Bayrou, excandidato presidencial que ha estado en las últimas tres elecciones representado al centro. Bayrou ha justificado su alianza por el “temor que genera el ascenso de Le Pen”.

Cohabitación

El gesto de Bayrou con Macron es un indicio más de lo que va pasar en segunda vuelta. Basta con devolverse 15 años atrás para encontrar que estas elecciones serán el reflejo de las de 2002, cuando Jean Marie Le Pen se enfrentó a Jacques Chirac, candidato conservador, quien contó con el apoyo de muchos partidos para frenar el ascenso del fundador del Frente Nacional.

Esta vez algunos apellidos cambian, pero el escenario es casi igual. El margen para que un candidato gane en primera vuelta es nulo y la candidata que tiene, casi, asegurado su paso es la ultraderechista Le Pen. Entonces, estos dos meses que quedan para el domingo 23 de abril, día de la primera vuelta, girarán en torno a Fillon y Macron.

"Es muy posible que no podamos ver claramente las cosas antes la noche de las elecciones", dijo a la AFP Philippe Braud, profesor en el Instituto de Ciencias Políticas de París.

Por un margen muy estrecho, se definirá el candidato de la cohabitación contra la extrema derecha. Aquel que pase a segunda vuelta entre Fillon y Macron, será, muy probablemente, el próximo presidente de Francia. Porque Marine probablemente repetirá la historia de su padre, Jean Marie: perderá contra la coalición.