Nikolai Kuznetsov: victorioso | El Nuevo Siglo
Foto cortesía Teatro Colsubsidio
Viernes, 10 de Febrero de 2017
Emilio Sanmiguel

Se debe tener agallas pianísticas para dedicarle la primera parte de una presentación -que era el recital de debut ante un nuevo público, el de la “X Serie internacional de grades pianistas”- con Las estaciones op.37a de Piotr Ilich Tchaikovski. Porque no es una obra de esas que uno puede clasificar como deslumbrante. No al menos en el sentido virtuosístico de la palabra. Casi puede afirmarse que es para tocarla ante un auditorio muy especializado, como el de un conservatorio y luego en la segunda parte medírsele a los Cuadros de una exposición de Mussorgsky

El ruso Nikolai Kuznetsov las tuvo  la noche del sábado pasado. Tchaikovsky está ligado a la historia del piano gracias a su Concierto para piano en si bemol menor que puede ser el más famoso del autor; pero, paradójicamente ninguna otra obra suya está en la selección de las obras frecuentes en los programas, ni siquiera sus dos Sonatas.

Buena decisión. Porque reveló lo que un pianista, con auténtico talento es capaz de extraer y revelarle al público. El recorrido de los doce movimientos, dedicados uno a cada mes del año fue un caleidoscopio.

Tuvo la inteligencia de atrapar rápidamente la atención de los espectadores con el lirismo y la atmósfera evocadora en la manera como recorrió Enero, Junto a la chimenea porque las indicaciones de la partitura en materia de Crecendos y Diminuendos, los Legatos pedidos a la mano izquierda en la primera parte, y después en la sección central para las dos manos, no los esquivó, los convirtió en atmósferas ensoñadoras; el público estaba en el estado hipnótico que Kuznetsov aprovechó para la descarga de fuerza casi primitiva del segundo fragmento, Febrero, Carnaval, que como un relámpago, en segundos cambió el clima de la sala, al fin y al cabo entre el Carnaval de Las Estaciones y la Feria de Petroushka hay mucha conexión.

A partir de ese momento la interpretación fue fluyendo con una naturalidad asombrosa, la poesía del Canto de la alondra, los refinamientos rítmicos que no se pueden obviar en Campanilla para llegar glorioso a una de las cumbres de la partitura, la Barcarola. Nueva descarga de energía en La caza, filigrana sonora en La troika y cierre por todo lo alto en su manera indiscutiblemente elegante del Vals que es el fragmento final, Diciembre, navidad.

La segunda parte fue la otra cara de la moneda: Cuadros de una exposición, ahora sí la gran explosión virtuosística, la exhibición musical y de alto bordo del pianista que está en condiciones de enfrentar una obra, dificilísima, que ha alcanzado la popularidad porque es uno de los caballitos de batalla de los pianistas, especialmente de sus compatriotas.

Cuadro también es un caleidoscopio, pero diferente, exige toda la pirotecnia y toda la musicalidad posible que Kuznetsov posee en altísimo grado. Mostró que tiene la ligereza para que en Ballet des poussins dans leur coque el piano sonara como una celesta, pesado como un fardo en Byadlo, después como un órgano amenazante en Catacombe para coronar majestuosa y, colosalmente en  La Puerta de Kiev.

Aplauso atronador del auditorio. No era para menos. Entonces hizo su aparición un tercer Kuznetzov, el de los Encores, que ya relajadísimo pareció decir desde el escenario Este también soy yo:primero la transcripción de Liszt sobre «Margarita en la rueca» de Schubert tocada magistralmente, luego un lance virtuosístico con la transcripción de Ginsburg sobre En el salón del rey de las montañas de Peer Gynt de Grieg y de remate su propia transcripción del Libertango de Astor Piazzolla…

¡Qué noche!