Las corridas de toros (I) | El Nuevo Siglo
Viernes, 10 de Febrero de 2017

La lidia de toros bravos tiene un origen muy antiguo. Quienes han rastreado sus antecedentes distinguen varias etapas en su larga historia; lo cierto es que al valor y la destreza en estas faenas se le considera arte desde el siglo XII. Fue a partir de la invención de la muleta, por allá en el siglo XVIII, que comienza a conocérsele como la fiesta de los toros. La muleta permite someter al toro y lo obliga a moverse como quiera el torero. Con la invención de la muleta la lidia comienza a dividirse en “tercios” y “pases”, que son de su esencia como arte.

La lidia de toros ha sufrido persecuciones a lo largo de los años. En el siglo XVI el Papa Pio V dijo que era moralmente inadmisible el peligro de muerte provocado voluntariamente; luego la iglesia permitió a sus sacerdotes actuar como capellanes en las plazas de los toros.

En el siglo XVIII el Consejo de Castilla prohibió las corridas de toros, pero ello no fue muy acatado con el argumento de que con el producto de las corridas se podía atender las necesidades de los municipios o actividades de beneficencia. Esta prohibición finalmente fue revocada.

Entre nosotros las primeras corridas se realizaban en la Plaza Mayor (hoy Plaza de Bolívar) a la que concurrían ciudadanos de todas las condiciones sociales a disfrutar del espectáculo taurino. El toreo era “a caballo”, para lo cual se encerraban las calles. Ello dio lugar más adelante a las “vacas-locas”, algo parecido a lo que hoy se celebra en Pamplona-España, y que son el antecedente de lo que vino a conocerse como “corralejas”.

En aquellos tiempos “las fiestas taurinas se realizaban en honor de grandes acontecimientos, como la llegada de algún virrey, agasajos a presidentes de la real audiencia, o para conmemorar el onomástico de los soberanos españoles, la coronación de reyes, el nacimiento de infantes, las fiestas religiosas y de los santos patronos”. De este modo las corridas de toros se consideraban como la solemnidad protocolaria por excelencia de cualquier fiesta religiosa o civil de la época.

Las corridas llegaron a convertirse, entonces, en una expresión de la cultura popular y hasta se utilizaron para celebrar la proclamación de la independencia a tal punto que el general Mosquera decidió implantarlas en 1846 para seguir celebrando el día de tal efemérides.

De acuerdo con las crónicas que se han ocupado de la tauromaquia, la primera plaza de toros que se construyó fue en la ciudad de Bogotá en 1890, entre la calle 10 con carrera 15; después la de Cali en 1892, la de Cartagena en 1893 y la de Medellín en 1895 y así se fueron construyendo plazas de toros en diferentes regiones del país.

La plaza de toros La Santamaría se inauguró el 8 de febrero de 1931. Luego fue declarada como bien de interés cultural del ámbito nacional. Este recorrido nos demuestra que tan antigua y arraigada en el sentimiento popular ha sido esta tradición entre nosotros.