La campaña tempranera | El Nuevo Siglo
Miércoles, 8 de Febrero de 2017

La apertura anticipada de la campaña presidencial de 2018 no es buena para el país. Son demasiados los frentes que aún tiene abiertos el actual gobierno y que necesitan un cierre adecuado para no entrar en una politización que podría hacer más mal que bien.

El flanco más importante, por no decir urgente, está en la economía. El año anterior fue mucho más duro de lo esperado y el declive que se ha venido padeciendo desde la crisis de los precios del petróleo sigue impactando con rigor. En general, se siguen produciendo cifras negativas que cobran mayor relevancia luego de que el país alcanzó a sentirse como el milagro económico, dentro de América Latina, durante buena parte de la gestión del presidente Juan Manuel Santos. Recobrar el optimismo es tarea básica, por cuanto el estado de ánimo es fundamental a fin de recuperar la vocación de futuro. El pesimismo suele ser mala noticia para la economía, mucho más cuando se anuncian paros y protestas.

Las últimas encuestas señalan, a su vez, que entre el 65 y el 75% de la población colombiana cree que el país va por mal camino. Esta cifra calamitosa, por supuesto, no es buena para el cierre de un gobierno y mucho menos frente a los retos nacionales y globales que se vislumbran en el horizonte. Al Presidente se le ve, ciertamente, un poco solo en sus actividades. Los partidos de la coalición están dedicados a sus debates internos y son casi inaudibles las voces que se alzan en defensa de la obra de gobierno.    

Frente a ello, por ejemplo, aun con toda la dureza que implicó la campaña presidencial en los Estados Unidos, el primer mandatario, Barack Obama, mantuvo en el tramo final índices cercanos al 50% de favorabilidad y terminó con rubros del 60% de imagen positiva. De hecho, fue el último año y medio el lapso más activo de su doble mandato y por eso pudo disociar su gobierno del mortero de la campaña. Ella, como se sabe, fue de los episodios más traumáticos de los últimos tiempos en la historia de los Estados Unidos, pero el gobierno nunca trastabilló ni perdió el influjo sobre los gobernados. Incluso quienes votaron contra su sucesora, Hillary Clinton, en cambio reconocieron la acción presidencial, como se desprende de la matemática de los sondeos. Eso generó fortaleza institucional para aguantar el ritmo de una campaña que se sabía cómo comenzaba en la mañana pero no se sabía cómo finalizaría el día.

Los ministros de Obama cerraron, todos a una, filas en torno del presidente en ese período de cierre gubernamental. No hubo allí, desde luego, cambio de vicepresidente porque Joseph Biden se marginó de la contienda y de haber participado no necesariamente tenía que retirarse del cargo. En Colombia, por el contrario, algunos ministros acusan desgaste y el vicepresidente debe retirarse con bastante antelación si aspira a la sucesión. En tanto, los parlamentarios están ya pendientes de su reelección y no se les ve, salvo por sus votos en el fast track, dispuestos a una gran campaña en torno de la figura presidencial.

Parecería obvio, desde luego, que el Presidente esté reconcentrado en sacar la denominada implementación del proceso de paz con las Farc adelante. Hay allí una necesidad legislativa y administrativa. No ha hecho bien, sin embargo, las dilaciones en aspectos procedimentales del proceso, como en las zonas de ubicación o el anuncio de disidencias, mientras que el país ya ha dado el asunto prácticamente por saldado y solo parece pendiente de las noticias del desarme. Entre tanto, el tema de los cultivos ilícitos sigue siendo un flanco gubernamental bastante débil y dentro del cierre de la administración Santos tendrá que explicarse adecuadamente como fue éste el gobierno más exitoso en la materia, durante varios años, y por qué se afectaron dramáticamente los índices en los últimos tiempos.                  

Por su parte, el deplorable caso de Odebrecht no solo es un monumento a la corrupción, en lo que a diario se estremece la opinión pública con nuevas revelaciones, sino que el gobierno ha visto afectadas las obras más importantes de su mandato. Como en los Estados Unidos, el tema será central a la campaña, pero administrativamente el gobierno Santos tendrá que tomar decisiones de primer orden para garantizar que las obras sigan su curso y no se llegue de nuevo al fracaso por cuenta de los esquilmadores del bien común.

La campaña tempranera que comienza a desdoblarse en Colombia exige, en todo caso, que el gobierno lleve a cabo debidamente su cierre de los ocho años. Como decía Rafael Reyes, menos política y más administración.